A pocas horas de las elecciones en Brasil, el escenario parece estar despejado para el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Después de pasar 19 meses preso, por corrupción y lavado de dinero, las encuestas lo presentan a la cabeza de la contienda electoral. Tanto que anticipan que Lula no tendría que ir a una segunda vuelta.
Las encuestas recientes le atribuyen el 52% del respaldo popular, mientras que el actual mandatario, Jair Messias Bolsonaro, solo alcanza el 34%, afectado fundamentalmente por su gestión de la pandemia. De resultar ganador, Lula sería el primer presidente brasileño con un tercer mandato. Gobernó dos períodos, desde el 2003 al 2010, y dejó su cargo con índices de aprobación superiores al 80%. Todavía se desconocían sus tramoyas empresariales con Hugo Chávez y la empresa Obedrecht que montó un entramado de corrupción que se expandió por toda Suramérica y se le considera uno de los casos de corrupción más grandes en la historia reciente de América Latina.
Entre abril de 2018 y noviembre de 2019, el máximo dirigente del Partido de los Trabajadores estuvo preso. No demostró su inocencia, se valió de tecnicismos jurídicos y errores de procedimiento para que las condenas fueran anuladas. Tan pronto recuperó sus derechos expresó sus apetencias de volver a gobernar.
“Mi sensación es que si la elección se realizara hoy, terminaría en la primera vuelta”, comentó Flávia Oliveira, comentarista política del canal de televisión GloboNews. Aunque advirtió que hay múltiples factores en juego.
“Está la cuestión de la participación, que es difícil de predecir. Si llueve o si hay brotes de violencia, también podría tener un impacto. Mucha gente tiene miedo”, dijo Oliveira sobre una campaña que ha visto una sucesión de ataques y asesinatos por motivos políticos.
Tenso debate previo a las elecciones en Brasil
El jueves fue el último debate televisado. Lula y Bolsonaro intercambiaron ataques y acusaciones. En el debate que transmitió TV Globo, el actual mandatario brasileño, Jair Bolsonaro, le dijo mentiroso traidor a la patria, y trajo a colación que sus cinco hijos habían robado millones de las empresas públicas, especialmente de Petrobras y cobrando coimas.
Lula, en respuesta, reprochó a Bolsonaro su gestión de la pandemia y la economía. En respuesta, Bolsonaro se refirió al asesinato del alcalde del PT de la ciudad de Santo André, Celso Daniel, en el cual hay asocian algún tipo de vínculo de Lula en los hechos. Muy molesto por la mención, Lula le dijo mentiroso a Bolsonaro y le dijo que «fuera más responsable, que tenía un hija de 10 años viendo el programa». Algunos lo tomaron como una amenaza velada.
Fuerte polarización
La polarizada campaña entre Lula y Bolsonaro han impedido que un tercer candidato sea en una alternativa real. Solo los aspirantes Ciro Gomes, de la socialdemocracia y Simone Tebet, de centroderecha, podrían alcanzar del 5% de los sufragios.
En el cierre de campaña, con temática de samba, Lula estuvo flanqueado por el dirigente de centroderecha de Río de Janeiro, Eduardo Paes, quien instó a respaldar «al político vivo más importante de Brasil y que encarna la esperanza de nuestro pueblo”.
El voto religioso y el voto más allá de la izquierda
Lula parece estar logrando atraer a votantes no izquierdistas cansados de Bolsonaro. Pero más allá de los votos de la izquierda y el respaldo internacional del Foro de Sao Paulo, la batalla se libra también a nivel del voto religioso. La poderosa iglesia evangélica brasileña impulsa el voto a Bolsonaro como la muralla que detendrá otra avanzada de la cleptocracia latinoamericana en Brasil.
Bolsonaro, aprendido de las manipulaciones de las encuestadoras, sigue hablando de una contundente victoria en la primera vuelta. «Es el sentimiento de la gran mayoría del pueblo brasileño. Con tanto entusiasmo popular es impensable una derrota», afirmó.
Las últimas jugadas en el tablero político, ¿las otras serán en cuál?
No es difícil, dados los antecedentes de uno y otro, imaginarse lo peor. No solo por las amenazas de Bolsonaro de que no reconocerá la derrota, sino por lo que puede ocurrir en una tercera presidencia de un hombre y una familia que han sabido librarse del peso de la justicia sin demostrar su inocencia. Muchos dan por sentado que las encuestas no se equivocan y que Bolsonaro pretende abrir un «capítulo inédito» en la historia brasileña al desconfiar de los resultados electorales y tratar de revertir la derrota cantada por las encuestas, no por lo votos, con la denuncia de fraude. Y si se trata de fraudes, Lula tiene una larga historia. Les mandaba a sus vecinos ideológicos a sus expertos electorales y la factura al ganar.
De ganar Lula da Silva las elecciones en Brasil, se agrandaría el mapa rojo de América Latina. Mientras Bolsonaro ya ha amenazado con no reconocer los resultados electorales, y con ello, estaría siguiendo el presunto «guion» de Donald Trump al desconocer el triunfo de Joe Biden.
Algunos menos escépticos suponen que los brasileños podrán superar los «desafíos institucionales» que plantea Bolsonaro, pero la preocupación les vuelve cuando vuelven la vista atrás y ven la implosión del Partido de los Trabajadores de Lula y de su sucesora Dilma Rousseff en 14 años de corrupción y complicidades con proyectos de justicia social e igualdad en el papel, pero de grandes negociados para sus ejecutores. Como siempre, Lula es impreciso en los detalles y extensos en promesas, pero para tratar de modernizar su imagen ha incluido más referencias a las mujeres, los negros, los pueblos indígenas y el medioambiente en sus discursos y propuestas. Incluso prometió abogar por las “ensaladas orgánicas”.
Todavía no ha sido sepultada la Operación Lava Jato, reveló cómo las empresas pagaron cientos de millones de dólares en sobornos a funcionarios gubernamentales a cambio de contratos públicos y favores.