La República Islámica de Afganistán, en el centro de Asia, es uno de los países más ancentrales del globo. Excavaciones prehistóricas advierten la presencia humana desde hace unos 50.000 años. Eso es mucho decir para una población consolidada en torno a su vasta cultura religiosa, trabajadora, agrícola, guerrerista, cuna de talibanes. Y en cuyo territorio, algunas provincias, prohíben a las mujeres decir sus nombres. Pronunciarlo es motivo de represalias que salen del mismo seno familiar.
En el aventajado siglo de las tecnologías digitales, inteligencia artificial y el empoderamiento femenino en los más altos cargos políticos, científicos y gerenciales, la mujer afgana se mantiene a la sombra de la figura masculina y en la oscuridad, tal vez, de ella misma.
Los padres afganos, al igual que todos los padres del mundo, le asignan nombres a sus hijos. Para llamarlos, legitimarlos y darles una identidad, algo que es considerado hoy un derecho humano. Pero hay regiones de Afganistán donde las cosas no parecen ser tan fáciles para las niñas.
“El problema comienza al nacer. Se necesitan años para dar un nombre a una niña”, reseña la BBC. “Cuando una mujer se casa, su nombre no se menciona ni siquiera en las invitaciones de boda. Si se enferma, su nombre tampoco se escribe en las recetas del médico. Y cuando muere, su nombre no aparece en su certificado de defunción ni en su lápida”. En otras palabras, no solo está limitada y confinada: no existe.
Cansadas de soportar, generación tras generación, este marginamiento deliberado y público, las mujeres afganas han decido zafarse de esa práctica. Se están uniendo, organizando y han creado una campaña bajo el lema “WherelsMyName?” (¿DondeEstáMiNombre?), difundida y utilizada en carteles y redes sociales.
Nombre de mujeres en Afganistán
En Herat y otras provincias, usar el nombre de una mujer está mal visto e incluso puede considerarse un insulto. Muchos hombres afganos son reacios a mencionar los nombres de sus hermanas, esposas o madres en público porque se considera vergonzoso y deshonroso.
En general, las mujeres solo se conocen como la madre, la hija o la hermana del hombre mayor de su familia.
Desde esa localidad está surgiendo un movimiento por establecer derechos humanos que no han tenido. A través de la campaña #Whereismyname, mujeres afganas llevan 3 años luchando porque sus nombres aparezcan en documentos oficiales como las partidas de nacimiento y documentos de identidad de sus hijos. La mejor noticia es que estarían cerca de conseguirlo.
Hasta ahora estos documentos solo incluyen la información del padre, lo que ha dejado a las hijas e hijos de las madres que no conviven con los padres en el desamparo legal. En Afganistán el nombre de las mujeres no corre en las líneas de los textos, ni en el habla.
Cuando Laleh Osmany, también de Herat, se hartó, se le ocurrió la campaña «WhereIsMyName?» para ayudar a las mujeres a recuperar lo que ella dice que es su «derecho más básico».
Osmany le dijo a la publicación británica que ella y sus amigas solo querían hacer reflexionar, principalmente a las mujeres afganas, sobre por qué se les niega su identidad.
«La campaña está un paso más cerca de lograr su objetivo de persuadir al gobierno afgano de que registre el nombre tanto de la madre como el del padre en los certificados de nacimiento», afirmó.
En la lucha por alcanzar un derecho universal
Las mujeres afganas podrían ganar este derecho legal universal de decir sus nombres y tener identidad. Mientras, se perfila una propuesta a elevarse al parlamento.
Naheed Farid, una legisladora independiente que preside la comisión parlamentaria sobre asuntos de la mujer, se refirió a esta propuesta. Aseguró que ella y otros parlamentarios han redactado una enmienda a la ley de registro de población. Esperan presentarla después de las vacaciones de verano.
Los activistas por los derechos de las mujeres han presionado durante años para ser nombradas en documentos oficiales. Los certificados de nacimiento de sus hijos, al igual que los documentos de identidad afganos, llevan solo el nombre del padre de las personas.
El debate ha sido largo y espinoso. Se han enfrentado a la oposición en el país musulmán conservador y patriarcal, donde algunos ven incluso ofensivo usar el nombre de una mujer.
Acoso sexual, otro tipo de silencio
En otras regiones de Afganistán sí se permite a las mujeres decir sus nombres. Incluso, incorporarse a la actividad laboral y profesional. Pero, si son víctimas de acoso sexual en la calle o en el trabajo, permanecen en silencio, por otro tipo de represalias.
“En Afganistán las mujeres no pueden decir que han sufrido acoso sexual. Si una mujer revela la identidad de un hombre, este la matará a ella o a su familia. Nunca podemos acusar a los hombres, en especial a los de cargos altos, sin correr un gran riesgo”, dijo a la agencia de noticias Reuters Shaharzad, una joven que prefirió mantener su nombre a resguardo.
“No solo temen que los abusadores cobren venganza sino que, en muchos casos, le tienen miedo a su propia familia”, añadió la joven.
Por otra parte, Zubaida, a secas, quien se desempeñaba como policía desde hace dos años en el destacamento de su localidad, renunció por las insinuantes provocaciones de su jefe.
“En Afganistán somos tanto la víctima como el delincuente”, confió la funcionaria, que optó por un nombre ficticio.“Ni siquiera le puedo decir a mi propia familia que renuncié por acoso sexual”.
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