Jose Mateos Mariscal
Lo dice la antropóloga feminista Laura Agustín, autora de numerosos ensayos y libros sobre migración, trata y trabajo sexual. Su aporte revela complejidad. Agustín creó el término “industria del rescate” para hablar de cómo la categoría de trata sexual se expandió en los últimos años y amplió el poder de la policía del Estado en perjuicio de las trabajadoras sexuales.
Uno no puede meterse en la mente de otras personas migrantes por mucho que lo pretenda. Decirle “sé cómo te sientes” a una prostituta suele ser un acto banal y vanidoso. Simplemente recurrimos a alguna experiencia negativa en nuestra propia experiencia laboral para intentar encontrar alguna relación. Por eso resultan tan interesantes los testimonios en primera persona que nos ayudan a comprender qué ocurre dentro de la mente de las mujeres migrantes que ofrecen sus servicios sexuales.
Empezar de cero en Alemania
Vivir en una ciudad donde nadie sepa quién eres. Hace poco más de cinco meses, la malagueña Mercedes –nombre ficticio– no tenía trabajo en España. Desahucio tras desahucio, decidió establecerse en Wuppertal (Alemania) para intentar, una vez más, salir de la prostitución.
“Cuando vine por primera vez me pareció hermoso, y me dije: Aquí voy a empezar una nueva vida”, me cuenta. Buscó trabajo, empapeló la ciudad de currículos, pero el tiempo pasaba y la oportunidad no acababa de llegar. Otro idioma, otra cultura y muy difícil la integración.
“Una persona me prometió que me iba ayudar, pero cuando se enteró de que era prostituta me dijo que, aunque para él seguía siendo la misma persona agradable, para el trabajo no podía ayudarme. Si se enteraban se iba a armar un escándalo. No lo iban a entender”, recuerda.
Y le tocó, como ella dice con la resignación del desengaño, “volver a lo mismo”. Una vez más.
Mercedes, que actualmente tiene 32 años de edad, trabajó tres años como prostituta en España poco después de cumplir los 20. Puede ser que no represente la experiencia de todas las prostitutas, pero merece la pena leer al completo su relato. Sobre todo si, como ocurre con tantos migrantes, se es uno de esos clientes que consideran que al contratar los servicios de una prostituta le hacen un favor.
“Estimado supermán,
“Si piensas que alguna vez me he sentido atraída por ti, estás terriblemente equivocado. Nunca he deseado ir a trabajar. Ni siquiera una vez. Lo único en mi mente era hacer dinero, y rápido. Soy migrante en un país extranjero.
“Que no se confunda con el dinero fácil. Nunca fue fácil. Rápido, sí. Porque rápidamente aprendí los muchos trucos para conseguir que te corras pronto, para poder sacarte de mí, o de debajo de mí o de detrás de mí. No no, nunca me excitaste durante el acto. Era la actuación de una gran actriz. Durante años he tenido la oportunidad de practicar gratis.
“De hecho, entra en la categoría de multitarea. Porque mientras tú te tumbas ahí, mi cabeza estaba siempre en otra parte. En algún sitio donde no tuviese que enfrentarme contigo acabando con mi respeto hacia mí misma, ni pasar unos segundos segundos pensando en lo que ocurría o mirándote a los ojos.
“Si pensabas que me estabas haciendo un favor por pagarme por 30 minutos o una hora, te equivocas. Preferiría que hubieses salido y entrado tan rápido como pudieses. Cuando pensabas que eras mi príncipe azul, preguntándome “qué hacía una chica como yo en un sitio como ese”, y perdías tu halo; cuando pasabas a pedirme que me tumbase y centrabas todos tus esfuerzos en sentir mi cuerpo todo lo que pudieses con tus manos. De hecho, hubiese preferido si te hubieses tumbado de espaldas y me hubieses dejado hacer mi trabajo”.
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