Orlando Viera-Blanco/@ovierablanco
Embajador de Venezuela en Canadá
«El resto es romper cadenas, salir del letargo y parir una nueva democracia. El mundo se lo cree y lo aúpa. Hagámoslo nosotros, sin miedos y sin complejos».
La gira internacional del presidente Juan Guaidó ha significado un “segundo aire” que ha despertado las esperanzas de los escépticos, la fuerza de los estoicos y la sorpresa del propio régimen. Hablar y retratarse con los líderes de las democracias y economías más fuertes del mundo (demostrando respaldo) no son cosas de coser y cantar. Y decirle “al oído” que Venezuela es un país secuestrado por mafias supranacionales de impacto global. ¿Cómo salir de ellas? Alianzas en múltiples direcciones.
Guaidó en Canadá
La sola llegada al aeropuerto ha sido un mar de emociones que anticipan lo que sería el resto de la agenda. Guaidó se ha convertido en un Quijote andante que le ha devuelto a la gente no sólo su capacidad sino su derecho a creer. Y esa inspiración mueve montañas, porque frente a la ola de desesperanza y primitivismo que se ha sembrado en Venezuela, la verdad demostrada en hechos es el gran factor de remotivación.
Canadá es un país de estrictos protocolos. Diplomacia discreta, moderada, prudente, cuida cada paso. El reconocimiento a Juan Guaidó Márquez no es por casualidad o mera coincidencia. Es por coherencia y solidez en el despliegue político. En apenas un año ha sucedido lo inimaginable. 60 democracias de las más solventes del mundo respaldan a Guaidó. La preferencia de los sectores populares es manifiesta y entusiasta. Juan Guaidó no incurre en diatribas ni come casquillo con “pajitas en el hombro”. Evita careos y confrontaciones con líderes de la disidencia política. Lo demostró con Ledezma. “Aquí vamos todos unidos pa’lante hermano. No pasa nada”. Si acaso una lección de humildad lapidaria. Al Sr. Sánchez de España. “Aquí lo espero y lo recibiré en Miraflores”. Y a quienes no creen, el mundo que recibió a Guaidó les dice: estamos con Venezuela.
En resumidas es la sencillez de un hombre joven que sale por primera vez a un mundo que él mismo dice “jamás había estado, primera vez que piso Londres, Davos, París, Madrid, Canadá, en fin, que salto el charco y lo hago para rescatar a mi país sentándome con las potencias y grupos económicos más poderosos del planeta”. Su orgullo y determinación por lograr nuestra libertad es desbordada, y esa pasión es lo que hace que naciones muy maduras y estables en términos institucionales ratifiquen su voto de confianza en este liderazgo renovador.
Volver a casa
Todos queremos regresar a Venezuela. ¿Por qué? Porque a fin de cuentas son muchas generaciones que han vivido en un país sumamente generoso y favorecido. Un país donde un extranjero máximo es un “musiu” (monsieur), un café no se le niega a nadie, en cada esquina se da una cosecha de trigo y un mar de sonrisas. Es difícil comprender cómo Venezuela pudo ser atrapada en este mar de odios y resentimientos. Pero recuperarse de este oscurantismo, no sólo es posible y rápido en lo económico sino raudo y veloz en lo valorativo aun cuando muchos piensen que los valores no volverán. Pero les tengo una buena noticia. Los valores grupales se extinguen de manera proporcional a su restauración cuando la cultura, el sistema social y el modelo político lo propician. Venezuela ha sido devastada. Es cierto. Pero su ansiedad reconstructiva es como el ave fénix.
Y ha ocurrido después de múltiples revoluciones restauradoras, legalistas, reformistas, conservadoras o federalistas, y varias repúblicas reconstituidas en más de una veintena de constituciones. Muchas veces hemos creído que el país se ha acabado y hemos vivido un nuevo despertar. De Bolívar a Páez, De Vargas a Monagas, De Falcón a Guzmán Blanco, de Gómez, a Isaías, Pérez Jiménez, Betancourt o CAP, los tiempos han sido tanto tórridos, como gendarmes o ilustrados. Y llegó Chávez, se fue Chávez, se atravesó Maduro y se irá Maduro.
Vivimos un momento de relanzamiento país, y sólo falta que los venezolanos demócratas nos lo creamos. El resto es romper cadenas, salir del letargo y parir una nueva democracia. El mundo se lo cree y lo aúpa. Hagámoslos nosotros, sin miedos y sin complejos. Basta de flagelación. Es hora de terminar de hacer lo que en los últimos años hemos estado a punto de lograr: rescatar nuestro derecho a ser felices, prósperos y gentiles, viviendo en sana paz. Es tiempo de sacar del país a los delincuentes y que regresen los decentes….
Guaidó nos ha devuelto el espíritu restaurador. No perdamos ese tranvía. No es el último. Pero este es expreso.
Más que una dictadura
Hoy el mundo ha escuchado de viva voz que estamos en presencia de algo más que una dictadura convencional. Estamos atrapados por una coalición dominante que ha penetrado las fibras más profundas de nuestra sociedad con chantaje y terrón. La comunidad internacional ha tenido cara a avara a quien ha arriesgado su vida y su libertad y por quien muchos de sus colaboradores y compañeros de lucha están tras las rejas. Ha llegado el momento de escalar la dinámica internacional y evitar la somalización de un conflicto que arrastraría a toda la subregión. Aún estamos a tiempo.
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