Orlando Viera-Blanco/@ovierablanco
Embajador de Venezuela en Canadá
¿Quién puede aceptar en pleno siglo XXI, cuando se han escrito todos los tratados de DDHH, Políticos, Civiles, de Mujeres y Niños; cuando se han visto los peores holocaustos de la humanidad y no debe caber una dictadura más, que en el epicentro de la ONU se conceda un sillón a un régimen como al de Caracas?
El miedo a la instalación de colonias o dictaduras criminales en Latinoamérica no es nada nuevo. Es un hecho vivido. Desde hace décadas el mundo de la diplomacia se debate entre soberanía y DDHH, obedeciendo a intereses históricos, ideológicos, geopolíticos, y estratégicos propios de cada momento. De la no-intervención del siglo XIX a la injerencia legítima del siglo XXI, los derechos humanos han quedado atrapados por la vetusta tesis de la soberanía de las naciones. Desde la Doctrina del canciller argentino, Luis María Drago (no intervención) inspirado en Calvo, pasando a la Doctrina Monroe del canciller norteamericano (América para los americanos), hasta la Doctrina del S/G Almagro, ha corrido mucha agua debajo del puente, si acaso mucha sangre, abusos y miserias. ¿Cuánta sangre más debe ser derramada para que el mundo anteponga la soberanía de los Derechos Humanos a la del tirano?
Doctrinas Drago y Estrada vs. Doctrina Larreta y Castañeda
La doctrina de Genaro Estrada, canciller mexicano del presidente Pascual Ortiz Rubio (1930), nace de la inclusión de México en la Liga de las Naciones. Estrada recomendó no emitir cuestionamientos a gobiernos de otros países aun siendo dictaduras, por tratarse de un acto crítico violatorio de la soberanía de otros países. Esta doctrina prevaleció en México por más de 70 años. Fue en el gobierno de Vicente Fox (2000-2006) cuando los cancilleres Jorge Castañeda Gutman y Luis Ernesto Derbez, se desmarcan de esta política exterior.
La doctrina Castañeda intentó revertir esa tendencia de reconocimiento hacia la Cuba de Fidel y la Venezuela de Chávez. Hoy López Obrador retoma la Doctrina Estrada por lo que México, está en línea con el régimen de Caracas. El foro de Puebla, preludio del Foro de Sao Paulo, así lo demuestra. Y dos meses más tarde el mundo se enciende. No es casualidad…
Rodríguez Larreta, canciller uruguayo del presidente Juan José Amézaga (1945/1947) fue creador de la denominada Doctrina Larreta, que justificaba la creación de fuerzas multilaterales para defender países asaltados por regímenes violadores de DDHH, capaz de afectar la estabilidad y la paz de la subregión. Esta doctrina se convirtió en la inspiración del acuerdo TIAR (1948), naturalmente rechazado por el canciller argentino, Juan Isaac Cook, del presidente Perón. Más adelante la Doctrina Betancourt (1959) se distancia de la Doctrina Estrada, estableciendo que los países democráticos debían romper relaciones diplomáticas con dictaduras, siendo Jaime Roldós Aguilera (1980), quien apuntaló que no existe no-intervención a favor de gobiernos que se amparan en la “soberanía de los pueblos” para violar sus DDHH. La soberanía del pueblo yace en su libertad, no en el abuso de sus verdugos….
De Kofi Annan al Consejo de DDHH de la ONU
Lo sucedido en Ruanda en 1994, fue un genocidio evitable cuyo dolor llevó Kofi Annan en el corazón hasta su sepulcro. Promovió cambios en las NNUU, impulsando el estudio de la Responsabilidad de Proteger y Prevenir, basado en el Artículo 7 de la Carta de las NNUU, sobre el deber de paz y estabilidad, al punto de liderar un Summit (2005) sobre la injerencia legítima forzosa por razones humanitarias. Promovió la creación del Consejo de los DDHH de la ONU, para acabar con la presencia de gobiernos dictatoriales en estas instancias. En las narices del mundo murieron más de 800.000 ruandeses. Y hoy sucede en Venezuela. Un caso de exterminio palpable que el mundo ha maltratado al conferir un puesto a Maduro en el CDHNU.
Millones de Venezolanos han abandonado el país recorriendo distancias brutales, víctimas de climas inclementes, asaltos y hambre. Millones quedan en el país ganando un centavo por hora o dos dólares por mes, enfrentando carencias infrahumanas, sin seguridad, agua ni luz. Nuestros niños mueren al nacer sin lactancia y sin alimentos. Y el país se deshace en odios, represión, saqueos y violencia. ¿Quién puede aceptar en pleno siglo XXI, cuando se han escrito todos los tratados de DDHH, Políticos, Civiles, de Mujeres y Niños; cuando se han visto los peores holocaustos de la humanidad y no debe caber una dictadura más, que en el epicentro de la ONU se conceda un sillón a un régimen como el de Caracas?
Luis Almagro ha sido un quijote y un profeta fuera de su tierra. Mientras Tabaré Vásquez, Zapatero, Insulza, Samper, los Fernández (argentino y dominicano), López, Haddad, Lula, Correa, Dilma o Lugo encienden las venas abiertas de Latinoamérica tan victimizada de sables por Galiano, la doctrina Almagro hoy alerta que los violadores de DDHH en LATAM, nos conducirán a la anomia, al caos, al cohecho. Hoy arden Ecuador, Perú y Chile, estando en cola, Argentina, Honduras, Guatemala y pare de contar. Venezuela -nido de la guerrilla y servidumbre de paso de droga- y un grueso prontuario de grupos radicales, mafias y perpetradores de delitos de contra la humanidad, se alzan inmunes ante el mundo mientras sus víctimas se revuelcan en sus abates y sus familiares en la indignación.
Ardió África y sus Lubangas a la cabeza. Ardió París y sus Robespierre. Arden ahora de Quito a Barcelona, de Santiago a Beirut, con ellos…
Reaccionemos con firmeza. Larrieta, Roldós, Betancourt, Castañeda y Almagro, tienen razón. Legítima defensa, coalición internacional. O sólo quedarán cenizas…
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