Orlando Viera-Blanco/@ovierablanco
Embajador de Venezuela en Canadá
«A nadie le debe sorprender que amanezcamos de «mesas servidas y sillas forradas con nuevas iniciales». Pinta ser una transición seca, súbita, variopinta. La política posibilista, transaccional, transicional, ha dejado el frente a quienes han evitado soluciones mágicas».
La dinámica de capacidades políticas en Venezuela, esto es, de actuación de poder correcta, acertada e innovadora, están forzando procesos inesperados de recomposición de fuerzas tanto en el epicentro de la denominada oposición como en el régimen. Los hechos del pasado 7 de enero 2020 le han dado nuevos bríos al presidente Juan Guaidó, un reposicionamiento de su liderazgo. Y al de 100 dignos diputados que no se dejaron manipular ni comprar por las caletas de Maduro et all.
Que un grupo de diputados demócratas irrumpa en la Asamblea, mientras otros usurpan la silla de su presidencia, fue una simbología restauradora. Una suerte de sinfonía de movimientos ascendentes donde aún no sabemos cómo bailará “su último vals” Maduro. Ojalá aún lo haga ataviado de gorra, mochila, ropa y zapatos, para marchar en paz…
El cisne negro
Sabemos que hay acontecimientos impredecibles. Y la política no es la excepción. Nadie hubiese pensado que en enero de 2019 tendríamos un presidente interino reconocido por más de 60 países. Y un año más tarde el mismo presidente encargado reelecto, enfrentando las huestes del régimen para entrar al Palacio Federal Legislativo, apartándose de línea partidista, ampliando su base de apoyo y asegurando el reconocimiento ipso factum de 88 naciones en el mundo.
Cuando se silenciaba el espectro internacional voló el cisne negro «sobre el lago turbio y borrascoso”, retumbando las tutelas de los órganos multilaterales como la Unión Europea, el Grupo Internacional de Contactos, el Grupo de Lima, más el renovado respaldo de USA, Canadá, UK, Francia, Alemania y hasta Argentina (!). Maduro queda más descolocado que nunca y arrecian los mecanismos sancionatorios y de aislamiento de su impostura. Este es el balance del 7E.
También quedan fuera del juego casi una docena de diputados de la bancada de oposición, ominosa y lamentablemente vendidos al régimen.
Por su parte la Bancada 16J se ve obligada a respaldar al Presidente Guaidó, cosa que de no hacer, morían políticamente. Y otros radicales moderan porque la política lo demanda. Comienza a quedar claro el principio, «cosecha quien siembra trigo limpo». Porque lo esencial en la política cuando el ambiente es delicado y los cruces polinicios de flor en flor vienen agitados por tempestades y ventiscas, es el buen aleteo, que no es más que la prudencia en el andar, medir la salida y la llegada, y posarse con solvencia no con violencia, en la flor que es el pueblo.
Argentina y México, “aliados de Maduro”, le sacan el cuerpo y exhortan respeto a la AN y a la libre elección de su directiva. Rusia se queda con los cuerpos hechos y China sigue observando silenciosa y sigilosamente. En resumen, Guaidó se afianza y Maduro desliza, donde no le queda otra que oprimir o negociar. En todo caso, en ambos escenarios sus días de mando están contados… El reto es armar la transición. A partir de allí el Sr. Pompeo lanza su proclama: !Negociad! Esta vez la encomienda no viene de Oslo, sino de DC, del señor de los anillos. Otra cosa, otro origen, otro peso…
Abandonar o caer….
La avanzada política después del 5E ha sido más devastadora para Maduro y alentadora para Guaidó. A lo interno Maduro ha quedado solo y desnudo. Padrino López se desmarca. Diosdado se afianza y asegura espacios y alianzas militantes (internas y externas). El resto de la camarilla se queda en la reserva. No es difícil predecir una ola de quiebres en el mando residual de Maduro, producto de una estrategia radical de bloqueo al parlamento y la elección de su directiva, que esta vez, lo hunde y se le revierte. Guaidó en buena hora se sacude un entorno celestino y corrupto, amalgama alianzas, cataliza la unidad y enfila la agenda de cambio con un frente político ampliado.
Estados Unidos sugiere la ruta. Elecciones generales, salida negociada por puerta trasera y en silencio, transición gatoparda pero necesaria (vía CNE mixto) y distribución de clivajes territoriales con Rusia, China, turcos más radicales del Medio Oriente. Nada es casual. Irán, Venezuela, USA, Rusia, Israel y la OTAN, UE, OEA, todos juegan, todos aletean, y llevan su polen cuidadosamente de flor en flor. Quien se agite, lo tumba(n). Y estamos en el medio.
Nuevo amanecer. Último movimiento…
A nadie debe sorprender que amanezcamos de “mesas servidas y sillas forradas con nuevas iniciales. Pinta ser una “transición seca, súbita, variopinta”. La política posibilista, transaccional, transicional, ha dejado al frente a quienes han evitado soluciones mágicas, inundadas de externalidad, zancadillas y etiquetas. Guaidó ha aterrizado. El pantano se traga a otros, tirios y troyanos. Quienes lo han atacado y descalificado por no apelar a quimeras intervencionistas o por sentarse a dialogar, quedan descolocados. Se activa una agenda de mayor escala. Mayor aislamiento del régimen acompañado de un abanico de opciones y salvoconductos. El Sr. Abrams lo ha alertado muchas veces. «Sería un gran error que Maduro construya alianzas radicales con Irán’. Y un grave error significa abrir la gaveta de la mesa donde están «todas las opciones aún no ejecutadas”.
Solo falta un movimiento final. La gran movilización, la gran Primavera. El último toque, el último vals de Maduro…
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