Ver cohetes aterrizar de manera vertical en este planeta es una experiencia bizarra.
“Los cohetes van para arriba y no para abajo”. “Los cohetes suben al cielo y ahí se quedan”.
Pero esto ya cambió. Y este pequeño cambio puede cambiar muchas cosas.
El reporte anual de 2023 de SpaceX no solo es bizarro sino sublime. La empresa ahora manda cuatro veces más masa a órbita que el resto del planeta combinado y lo que era una fantasía alucinatoria hace pocos años ahora tiene una claridad que a mi mente del siglo XX le cuesta procesar.
“Algún día llegaremos a Marte”. Lo decíamos viendo los supersónicos sabiendo que eso iba a suceder, pero no a nosotros.
Por eso me paso noches hipnotizado viendo videos de cohetes subir y bajar. Para ver si me acostumbro.
Escribir sobre Elon Musk es imposible.
Ni Elon Musk comprende a Elon Musk.
Nunca sabremos exactamente cómo es que una persona ha sido tan revolucionaria para la civilización.
Pero tranquilos todos. No vengo a dar un juicio de apreciación -ni de ataque- a este ser.
Por un lado, porque no lo comprendo.
Por otro, porque cualquier logro que se le atribuya a una sola persona, es una tendencia incorrecta de nuestra civilización de convertir en héroes a individuos cuando todo logro no solo es colectivo, sino sistémico. Los héroes nunca actúan en aislamiento. Y en nuestra fascinación por ellos -desde Héctor el enemigo de Aquiles, hasta Einstein, y más recientemente en el conteo histórico, mujeres como Juana de Arco- olvidamos que, si bien los héroes son grandes catalizadores, ellos y ellas son producto de su tiempo, su sistema, su tecnología, sus lenguajes y sus creencias colectivas. Esto es fácil de ver con Donald Trump. Él no es un individuo individual, sino que en él se ensambla un rompecabezas de lo que gran parte de su país es en este momento del tiempo cósmico.
Y por último, no puedo juzgar a Elon Musk, ni para bien ni para mal, porque juzgarlo sigue implicando un marco de referencia binario.
- O eres pro-tecnología o crees que la tecnología es maligna.
- O eres pro-colonizar el espacio, o crees que aquí en la tierra hay suficientes problemas como para estarnos enfocando en otro mundo.
- O crees en el liderazgo vertical y autocrático que tiende a ser más ejecutivo, o eres de los que cree que debe de ser horizontal, empático e incluyente.
- O crees que el orden patriarcal y blanco es el que trae el mejor desarrollo, o que todo lo que venga de este arquetipo está tintado con sangre y siempre lo estará.
- O te indignas porque este ser y pocos otros billonarios son dueños de más de la mitad de la riqueza mundial, o dices que eso te indigna, pero silenciosamente deseas ser uno de ellos.
Cómo me gustaría que la computación cuántica y los modelos de lenguaje nos mostraran de forma entendible las limitaciones con las que hemos construido nuestros lenguajes humanos, cibernéticos y cognitivos.
Que nos mostraran que seguimos viendo todo desde una posición muy reductiva pero que se cree totalizante.
Que hasta nuestras emociones, lo más primitivo de nuestro cerebro y a lo que los humanos de este siglo siempre estaremos atados, son binarias y extremadamente simples.
Pero las máquinas tampoco pueden salirse de ser máquinas. Juntos tendremos que evolucionar para re-constituir los modelos de realidad que nos constituyen.
Veo los videos en YouTube y pondero las preguntas que tengo acerca del universo y mi posición en él, y me doy cuenta de que son preguntas demasiado simples.
Claro que decir que Elon Musk es un fanático de extrema derecha es correcto bajo ciertas ópticas- y hay que decirlo porque la injusticia y el abuso se deben de nombrar y exponer- pero calificarlo a él, sin darme cuenta de que las preguntas sobre quiénes somos y quiénes debemos ser no solo no están ni cerca de ser respondidas sino que esto nos deja en el mismo círculo que hemos repetido desde que partimos a Adán y a Eva, los israelitas de los demás, los señores feudales contra los esclavos, los soviéticos contra los americanos, los legítimos versus los no-legítimos.
¿Qué pasaría si juzgamos a Elon Musk como un rompecabezas que reúne las pulsiones y contradicciones de la civilización que lo creó? ¿Un avatar que espejea mucho de lo que somos y no somos?
Entonces, no es Elon, sino nosotros, todos, todes, los que estamos en una transición planetaria, una transición de la especie, una transición en la forma en la que entendemos y por lo tanto creamos realidad. “¿Quién soy yo?” – Se pregunta el filósofo trans Paul Preciado. “Soy la mutación de una época” se responde más en forma de pregunta que de respuesta.
Así como ahora cruzamos la estratósfera de manera más recurrente -al grado de que ya hay más de 150 vuelos hacia el espacio exterior cada año, esto es un vuelo cada dos y medio días- ¿Qué pasaría si empezamos a entender a nuestra civilización como una civilización en cruce?
Por supuesto que siempre hemos estado en cruce pero nuestra arrogancia nos hace amnésicos. Siempre pensamos que con todo ese pasado detrás de nosotros, ahora sí, ya hemos arribado. Ya somos la cumbre de lo que jamás podremos ser.
Carl Sagan dijo alguna vez que no íbamos a ser nosotros los que llegaríamos a Alfa Centauri y las demás estrellas de nuestro vecindario, sino seres parecidos a nosotros, pero con menos de nuestras fallas y más de nuestras virtudes.
Tiene razón.
Pero me gustaría pensar que no estoy seguro, ni mi civilización, de cuáles son exactamente esas virtudes y esas fallas. Porque estas parecen demasiado frágiles y cambiantes según las fuerzas que han estado y están en el poder. Sagan dijo esto en medio del boom tecnológico-espacial, con la supremacía americana y blanca y capitalista y científica, que de cierta forma le daba a él la noción de creer que podía saber por dónde iban esas virtudes y esas fallas. Pero me pregunto qué tanto hubiera estado abierto para de verdad incluir otras cosmovisiones de lo que la civilización no llamaba y sigue sin llamar civilización.
¿Qué significa que sigamos diciendo que vamos a “colonizar” Marte?
Me asusta que palabras tan cargadas las sigamos aplicando. Me asusta que muchos de los que leen esta palabra no tengan idea de lo que implica. Me asusta que yo tampoco lo sé, aunque la escriba aquí.
Amo la ciencia y su curiosidad, pero veo su peligro. Amo contarles a mis hijas sobre viajes interestelares, pero me cuesta mucho trabajo hablarles de la violación de selvas y vaginas que nos rodean. Y las cosas están demasiado entremezcladas.
Me encanta estar en el desierto conectado a Instagram, pero también me roba las nuevas ideas que las arenas me pueden traer con mayor claridad que mi civilización tecnoconectada y autista.
“No hay objeto de cultura que no sea a la vez un objeto de barbarie” dijo Walter Benjamin. Quedarme viendo los videos que mi algoritmo me escupe no deja tiempo para que el algoritmo -uno que no sea controlado por la misma corporación que viaja al espacio- me muestre las miles de personas que mueren en las minas de cobalto dándole la luz a mi computadorcita número 15.
El sueño de Marte, o debería decir, el plan para llegar a Marte, me aterra y me revitaliza al mismo tiempo. Y me aterra más porque no tengo un aparto cognitivo, moral o discursivo, para nombrarlo de manera más amplia. Los límites del espacio son también los límites de mi lenguaje.
Pensar en Marte recalibra, si no es que agrieta irreparablemente, las fundaciones de los mundos que nos hemos erigido para sentir que estamos en control, para sentir que sabemos lo que hacemos.
Los fundamentos de la Moralidad, de la Ética, de la Religión, son como todos los demás fundamentos: si se profundiza demasiado en ellos, te das cuenta de que no hay solidez para sostener la estructura.
Y los fundamentos del capitalismo mismo, por los cuales la exploración espacial ya es factible -porque ya no depende de los subsidios públicos sino de encontrar formas de monetizarlo de forma privada- es lo que está fundamentando la etapa de expansión multiplanetaria.
Me preocupa ver los comités de ética creyéndose que de verdad podrán regular las cosas para que no se salgan de control -desde la clonación al aborto, desde la manipulación genética a la inteligencia artificial- y por eso también, aunque desde otra perspectiva, me preocupa que, al juzgar las acciones de Tesla, o SpaceX, o Neuralink, o Starlink, o X, brinquemos demasiado rápido a dar respuestas, en vez de ver estas posibilidades como grandes preguntas para nuestro sistema.
Y sí. El problema es que los mercados no se esperan. Musk estornuda y gente pierde millones. Se ríe y los ganan de regreso. No son solo las leyes del mercado las que rigen la exploración espacial, sino también las emociones de la amígdala de Elon y de los individuos que lo fondean especulando sobre el tuit que mandó a las tres de la madrugada.
Carl Sagan pensó que íbamos a tener más tiempo, más generaciones para crear al nuevo humano que saldría al espacio, pero no. Nos llevaremos nuestros traumas y aparatos cognitivos a la nave espacial. Desde elegir quién va a ir, hasta qué marca de cereal comprará los derechos de product placement para el Reality Show de la nave. Cuando tenga esta información te la paso para que compres acciones.
Y claro que Elon no tiene las respuestas. No es él el que no ha tenido tiempo para pensar en estas cosas, sino toda la civilización. Es en medio de conflictos de interés, de pulsiones de dominación, de necesidad de llevar dinero a tu casa y la prisa con la que vivimos, de la necesidad de tener más followers, por la que los millones de personas que estamos implicados en el desarrollo sistémico de la exploración multiplanetaria, seguiremos caminando y volando a ciegas. ¿No te levantaste esta mañana con muchas dudas de que querías o tenías que hacer hoy?
Por eso me intriga la pregunta: “¿Qué es lo que impulsa a Elon a hacer todo lo que hace?”. Perfecto espejo para preguntar: “¿Qué es lo que impulsa a la humanidad a hacer lo que hace?”. El que dispara el fusil en la guerra de hoy, llegó a casa a darle de cenar a su bebé.
¿Por qué estoy escribiendo esto?
a) Para llamar la atención
b) Por curiosidad
c) Por hacer algo que me gusta sin retribución económica
d) Para que alguien me de dinero
e) Para salvar a la humanidad
Todas las anteriores.
¿Por qué tú lo estás leyendo?
a) Porque te caigo bien
b) Porque te caigo mal
c) Porque quieres aprender algo nuevo
d) Porque quieres desconectarte de tu realidad unos minutos
e) Porque crees que esto te va a servir para ganar dinero
Todas las anteriores.
¿Qué tanto se diferencian estas preguntas de las que Elon se hace para ir a Marte y Alfa Centauri?
A estas alturas, lo que podemos decir que es “bueno” es la pregunta y no la respuesta.
Porque las respuestas nunca son respuestas. Solo apariencias de respuestas.
Las poli-crisis de hoy resisten toda simplificación y resisten la noción de poder tenerles respuestas. Resisten la idea de que ese algo (contaminación, guerras, enfermedades crónicas, desigualdad, etc) se pueda explicar o definir en términos objetivos, en causas únicas, en soluciones tecnológicas, o en encontrar líderes o máquinas que sepan cómo moverle a los botones de la cabina de pilotos para que no nos estrellemos.
Los pilotos de la cabina también fueron abusados de niños, sienten envidia del vecino, dependen de su bono anual, ven pornografía en las pausas de las reuniones de la ONU y lloran cuando ven el Rey León con sus nietos.
Los pilotos también son marionetas del sistema, obedecen sus leyes que nadie en específico controla, comen lo que se anuncia en la TV o lo que Amazon les pueda entregar en su puerta, dicen lo que su algoritmo personalizado les repite, y aunque sueñan con rebelarse, jamás lo harán.
Todos somos esos pilotos. Un piloto es cualquier otro piloto.
Tal vez el nuevo humano llegará cuando saque de su vocabulario y de la expectativa colectiva la noción de “solución”. ¿Qué realmente se soluciona?
Por eso el mercado funciona y se auto-perpetúa. Porque eso es lo que vende. Desde viajes al espacio por placer o para salvar a la civilización, hasta newsletters como este que pretenden tener la respuesta. Algún día los voy a empezar a cobrar.
¿Cómo puedes suspender el juicio que tienes de mi al leer esto, o al menos juzgarme bajo otras categorías que aún no puedes imaginar?
La verdad convencional, la que es frágil y cambiante, es la que los lenguajes de la cultura de nuestro tiempo mantienen como válida. La verdad cósmica nunca cabrá en ningún lenguaje inventado por los cíborgs que somos.
La transición que vivimos no puede ser únicamente descrita con los lenguajes económicos, psicológicos, neoliberales, feministas, tecno-científicos o legales. La posibilidad de aprovechar ese asombro que nos causa saber que saldremos de este planeta, depende de empujarnos a desarrollar una nueva capacidad colectiva de inventar nuevos marcos de referencia más complejos, de sanar las vejaciones que nos atraviesan, de inventar nuevos espejos que nos recuerden nuestros humildes e incomprendidos cerebros y emociones, de legitimar nuestras identidades múltiples y de contentarnos con vivir desde el cruce. Tal vez el cruce es el único verdadero lugar, aunque ya sé que lo digo desde mi lugar de privilegio y calma porque sí tengo para comer esta noche.
¿Cómo podemos explorar la estratósfera de nuestras posibilidades al mismo tiempo que el condicionamiento de nuestra realidad ejerce tanta fuerza sobre nosotros?
¿Cómo podemos utilizar estos tiempos de transición, aunque no podamos ni siquiera articular todo su embrollo?
Me gusta y horroriza quedarme sin palabras. Como cuando veo el negro donde cuelgan las estrellas.