Por Rogelio Biazzi
Hubo un tiempo en que Fukuyama era un gurú y todo el mundo lo citaba, políticos, politólogos, politiqueros y periodistas. Incluso recuerdo que una vez, hasta mi padre, un contable dedicado a los seguros, lo mencionó con voz solemne mientras pinchaba un chinchulín en una mesa de domingo. Pero los tiempos cambian y en la política actual está de moda otra cosa.
Vuelve la ideología
La ideología ha pasado, de nuevo, a ser importante, da igual el espacio que se ocupe, derecha, izquierda o centro. ¡Sí, el centro! Aquel sitio confortable donde se busca capitalizar lo que los marketineros llaman efecto compromiso. Aquel que dice que la adición de productos en los extremos decanta a los consumidores por la gama media.
Y justamente en este nuevo ciclo en el que las creencias arraigadas toman valor en los mítines y platós, afloran nuevas opciones a derecha y a izquierda, blandiendo dogmas. Y ya se sabe, muchas veces, dogma mata solución.
Yo por mi parte, como Calamaro, me siento salmón. Cuando Fukuyama ponía de moda el fin de las ideologías, yo era un romántico. Abrazaba las ideas como quien abraza a un amigo. Y las ponía al frente de cualquier argumento.
El fin de la historia
Para mí la política debía basarse en creencias y me parecían absurdas las ideas sin ideología. Sin embargo, en aquella etapa lo de ser prácticos y finalistas era mainstream y el mundo acompañaba, con sus sucesos.
Y aunque caían los muros y el fin de la guerra fría marcaban aquellos tiempos, yo me resistía a creer en «el fin de la historia y el último hombre».
Pero como decía, las cosas son cíclicas y el péndulo sigue oscilando. Las creencias vuelven a guiar la política y los discursos que hoy calan hasta los huesos son los que ponen en cada frase un valor más que un fin.
Ensalada de valores
El romanticismo ha vuelto con rabia en la nueva-vieja lucha de ideologías. Hay una ensalada de valores, tradiciones y defensa de la libertad (aunque sólo en algunos ámbitos), por un lado; y de ismos progres, feminismo, ecologismo, socialismo, igualitarismo, laicismo (aunque sólo para algunas religiones), por el otro.
Hay un valor común, eso sí, que se defiende en izquierda y en derecha, la libertad. Lástima que la libertad que unos defienden, la individual, sea la que otros atacan y viceversa, las que estos defienden, las libertades sociales, aquellos las aborrecen.
Culto al líder y elecciones pop-up
Fukuyama decía que el motor de la historia había sido hasta ese momento el deseo de reconocimiento, el thymos platónico, y que ello había cambiado, las ideologías ya no eran necesarias y habían sido sustituidas por un criterio de eficiencia.
Pero como puede verse esto ha quedado demodé. El culto a la personalidad, el culto al líder está a la orden del día, vuelve a imponerse. El thymos, esa parte del ego, fuente de las emociones y de los sentimientos que se creía que residía principalmente en el pecho, vuelve a mandar en la política. Y en esto estamos, hablando de colchones, con elecciones pop-up a cada rato, y con los políticos bramando ideologías en lugar de hacer política basada en evidencias.
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