Por Manuel Domínguez Moreno
Quién lo iba a decir: Susana Díaz ha marcado el camino al PP. Personalizar es la solución, la marca partido está en definitivo declive. Las elecciones municipales y autonómicas en 12 comunidades y dos ciudades autónomas están a la vuelta de la esquina, el próximo 24 de mayo, y la experiencia de las autonómicas andaluzas del pasado 22 de marzo empiezan a pasar factura a nivel interno en los principales partidos y todos –ganadores, perdedores y defraudados por no cumplir las enormes expectativas previas– toman posiciones de nuevo para corregir errores y limar problemas de estrategia electoral.
Sin ir más lejos, el partido en el Gobierno, el Partido Popular, gran derrotado en las andaluzas, ha tomado buena nota de lo que le han transmitido los andaluces vía urnas y dará un giro de 180 grados a sus planteamientos de comunicación con los ciudadanos. Otra cosa es reconocer abiertamente errores políticos y de gestión. De momento, la comunicación para la cita de mayo dejará de contar con la participación directa de su secretaria general, Dolores de Cospedal, con lo que deja en solitario a la persona que hasta ahora la ha llevado entre bambalinas, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que ha tenido la virtud de no salir quemada del incendio provocado en Génova por los nefastos resultados andaluces y las previsiones que auguran una debacle en las municipales ante la mala imagen en general que tiene en la actualidad el PP como partido tras los sucesivos casos de corrupción vinculados a altos cargos de la formación.
Algunos barones del partido, como el presidente gallego, Alberto Núñez Feijoo, la líder del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho, o la candidata a la Alcaldía de Madrid y presidenta del PP madrileño, Esperanza Aguirre, han advertido sin tapujos que su partido debe dar un giro copernicano de cara a la cita del 24 de mayo si no quiere descalabrarse definitivamente en las urnas. Mientras tanto, en Moncloa y en Génova no quieren que la marejada profunda provocada por el batacazo andaluz se note demasiado y pretenden hacer cambios pero en sordina, poco a poco y sin hacer demasiado ruido.
De Susana Díaz han aprendido bien la lección y ahora los populares también pretenden llevarla a la práctica: apostarán por campañas más personalistas, sin tanto desembarco de ministros y con menor presencia de líderes nacionales y, por supuesto, del presidente del Gobierno, que no es precisamente un valor al alza según corroboran todas las encuestas de opinión, incluidas las gubernamentales del CIS. Todo ello acompañado de más presencia televisiva y menos mítines, una ecuación que en nada encaja con las preferencias personales de Rajoy, encantado de llenar plazas de toros y dar ruedas de prensa sin preguntas a través de pantallas de plasma.
Además, el PP tiene dos opciones ante el empuje del fenómeno Ciudadanos: pensar que son ‘amigos’ inofensivos o auparlos como verdaderos enemigos a batir por encima de su histórica bestia negra llamada PSOE. Está claro que la tercera vía, la de espolearlos para erosionar los votos de potenciales electores socialistas, no ha dado resultados en Andalucía y ha provocado un indeseado efecto bumerán.
La losa de los casos en vía judicial que manchan directamente la imagen del Partido Popular es muy grande, y a día de hoy la cúpula de Génova ha podido ver cómo el descontento entre el electorado más fiel es enorme, de ahí el gran caladero de votos que ha obtenido Ciudadanos en Andalucía al pasar de la nada más absoluta, sin apenas estructura de partido a nivel autonómico, a obtener nueve diputados y casi 370.000 votos, un tercio de los obtenidos por el PP. Ganar ese voto más centrado es el objetivo de cara a las municipales y autonómicas del próximo mes. El tiempo corre en su contra, y las encuestas no vaticinan de momento un cambio de tendencia en positivo. De entrada, el PP abandonará el mensaje de que “la crisis es ya cosa del pasado”, sobre todo porque los alentadores datos macroeconómicos aún no llegan a sentirlo en sus carnes los ciudadanos de a pie. Para el 24-M, el mensaje popular será insistir en que ya se está creando empleo y en las bajadas de impuestos prometidas por el Gobierno en esta recta final de la legislatura. Aunque quizá está aún muy reciente esa promesa de Rajoy en 2011 para a continuación subirlos con la crisis como excusa.
El PSOE
El PSOE, mientras tanto, ganador indiscutible en Andalucía gracias a la estrategia claramente personalista de Susana Díaz, tampoco quiere ni por asomo que se le eche en cara su evidente problema de bicefalia entre la lideresa andaluza y Pedro Sánchez. Ferraz ve ahora, tras el balón de oxígeno del 22-M, el vaso medio lleno cuando antes no le llegaba ni al gaznate para apaciguar su sed de victorias ya tan lejanas en el tiempo.
El secretario general de los socialistas reconoce sin mucho entusiasmo que Susana Díaz ha acertado de pleno, pero también es consciente de que la cita de mayo será otro cantar para un partido, como el PSOE, en clara tendencia a la baja. Ni siquiera se puede disimular que el granero andaluz pierde votos elección tras elección. En esta ocasión han sido más de cien mil respecto a la cita de 2012. Pero nadie puede discutir que mantener los 47 escaños de la convocatoria de hace tres años es todo un logro viendo el empuje con el que llegan formaciones casi ‘inmaculadas’ en lides electorales como Ciudadanos y Podemos.
Precisamente Ciudadanos se ha arrogado el marchamo de ser la verdadera sorpresa de los comicios andaluces. Sin apenas estructura más allá de Cataluña ni líderes de renombre a nivel local o autonómico, el partido que encabeza Albert Rivera ha sabido patrimonializar y acaparar el descontento del hasta ahora voto tradicional de centro del PP para optar con garantías de éxito en la nueva cita de mayo. Son conscientes de que pueden convertirse en el partido-bisagra que tanto PP como PSOE anhelarían para formar gobiernos de coalición a nivel municipal o incluso autonómico. Porque algo que queda ya bastante claro es que la época de las mayorías absolutas ha pasado a la historia en líneas generales.
El bipartidismo quizá resiste más de lo que se preveía tras las europeas de 2014, como se ha podido ver en Andalucía, aunque su tendencia a la baja es incuestionable. De ahí que el PP andaluz haya ofrecido su abstención a Susana Díaz para facilitar su investidura como presidenta de Andalucía siempre y cuando el PSOE acceda a que sea siempre la lista más votada la que gobierne. Evidentemente, el PSOE ha dicho “no” al caramelo envenenado que le ofrece el PP, sabiendo que sus negociaciones a nivel andaluz están más próximas a los requisitos planteados por Ciudadanos y Podemos, que de entrada piden las cabezas de Chaves y Griñán. Será en unos días cuando la justicia resolverá esta encrucijada, afortunadamente para Díaz.
Podemos, con su entrada fulgurante en el Parlamento andaluz con 15 diputados y aupada directamente a la tercera fuerza más votada, analiza antes de la cita de mayo el supuesto freno que ha supuesto el 22-M a sus tremendas expectativas espoleadas por las encuestas. Es consciente de que todas las miradas están puestas en el posible apoyo que su formación en Andalucía le otorgue al PSOE de Susana Díaz para llevar con suficientes garantías un gobierno en solitario y en minoría.
Las condiciones o ‘líneas rojas’ impuestas por su máxima representante en Andalucía, Teresa Rodríguez, afín al sector más asambleario y crítico de la nueva formación, para permitir la investidura de Susana Díaz no son tales para la dirección en manos de Pablo Iglesias, Carolino Bescansa o Íñigo Errejón, mucho más condescendientes que la exeurodiputada. Sobre todo porque, a ocho semanas vista, están en juego los gobiernos de numerosos municipios y comunidades autónomas. Aseguran desde la dirección de Podemos que “acaba de arrancar un tren”, argumenta Carolina Bescansa, secretaria de Análisis Político y Social del nuevo partido. “Sería muy difícil de explicar que Susana Díaz no aceptara las condiciones de Podemos”, añade. Y el listón está puesto aquí: dimisión de los expresidentes andaluces Manuel Chaves y José Antonio Griñán, ruptura del Gobierno andaluz con los bancos que desahucian a familias sin recursos y la reducción de altos cargos. La solución, a la vuelta de la esquina.