Por Cambio16
25/01/2017
Puede resultar contradictorio que un anuncio electoral sea interpretado como un golpe a la democracia. Pero las recién convocadas elecciones en Venezuela han logrado exactamente eso.
Como «represalia» utilizada para contrarrestar la opinión internacional tras unas sanciones individuales impuestas por la Unión Europea contra funcionarios involucrados en violaciones a los derechos humanos, ahora el gobierno de Nicolás Maduro decide «decretar» la convocatoria a unas elecciones presidenciales, en una nueva estratagema de su gastado discurso sobre los ataques imperiales contra el pueblo de Venezuela.
Cosa curiosa, pues unas elecciones no se «ordenan» ni se «decretan», se llaman atendiendo a un derecho ciudadano.
Pues eso fue lo que hizo la Asamblea Nacional Constituyente, el suprapoder chavista; «decretar» que las elecciones se llevarían a cabo en las próximas semanas, antes del 30 de abril.
Decisión que, minutos antes, ya celebraba Nicolás Maduro con su particular verbo.
«Si (la decisión) estuviera en mis manos, las elecciones se celebrarían el domingo (…) Aquí ni Trump ni Santos ni Rajoy decidirán. Mariano Rajoy, ponte en cuatro paticas que te vamos a dar una pela (paliza)» espetó un verborreico Maduro, recordando colo colofón que «recurrirían a las armas si era necesario para defender la Revolución».
https://youtu.be/Fj7TPy0Ck00
Por consiguiente, una derrota y mucho menos entregar el poder por una decisión democrática pasa por la mente de los chavistas.
¿Participar o no participar?
El «decreto» de las elecciones en Venezuela fue unilateral. En el universo de Maduro, la democracia se ejecuta «como él diga».
Y con su decreto le dio una puñalada a unos esfuerzos en los que mucha gente puso su confianza en que su resultado fueran unas elecciones creíbles y confiables.
Durante los últimos tres meses, representantes del gobierno y de la oposición habían estado negociando en la República Dominicana, bajo auspicios internacionales, acordar un conjunto de garantías electorales mínimas.
El principal requerimiento de los líderes de la oposición era designar a un nuevo y creíble Consejo Nacional Electoral.
Y, con un nuevo órgano, celebrar una elección libre de los descarados abusos que han plagado las recientes elecciones venezolanas.
Pero ahora, al anunciar una elección sin un acuerdo, el régimen señaló que esto no sucederá.
Por lo tanto, los venezolanos deberían esperar que la próxima votación sea otra farsa similar a las elecciones municipales que el gobierno realizó el mes pasado.
En esas elecciones, el gobierno apenas se molestó en ocultar una estrategia de compra de votos con alimentos.
Tan evidente que, en las semanas posteriores a las elecciones, el país se vio convulsionado por protestas de personas enojadas por no haber recibido los alimentos prometidos a cambio de votos.
Una elección sin acuerdo significa que el organismo electoral venezolano permanecerá en manos de partidarios del régimen que apenas se molestan en ocultar su parcialidad.
Legitimar un fraude
Las consecuencias internacionales de llamar a elecciones en Venezuela ya comienzan a surgir.
México se retiró de la mesa de diálogo en la República Dominicana mientras el embajador colombiano en Caracas fue definitivamente retirado.
El Grupo de Lima anunció desde Santiago de Chile «Rechazamos la decisión de convocar elecciones presidenciales. (…) Esta decisión hace que las elecciones democráticas, transparentes y creíbles sean imposibles. (…) Exigimos que se convoquen con la participación de observadores internacionales independientes «.
También el Gobierno de EEUU se adhirió a esta opinión y la UE atinó a decir que las elecciones no son más que una estrategia del gobierno para darse legitimidad.
Maduro y su gobierno ya no reparan en la discreción con respecto a las decisiones públicas.
Aparentemente, no hay una salida clara o pacífica para los venezolanos que quieren un cambio. Con este panorama ¿Debe la oposición inscribir candidatos?
Y más aún, ¿Deben los venezolanos votar?
Si ambos deciden por un sí, estarían legitimando un consejo electoral y una Asamblea Constituyente fraudulenta. Sin contar que ha historia ya les ha enseñado que los resultados electorales, sospechosamente fraudulentos, se modifican a último momento.
Sería demasiado esperar que Maduro presida unas elecciones libres y justas, para evitar un peor resultado para su país.
Pero la comunidad internacional, los Estados Unidos, la Unión Europea resto de los países de la OEA no deben claudicar en lograr las condiciones para que ésto sí suceda, sin esperar que sea el único factor para estabilizar a la sociedad venezolana.