Por Rogelio Biazzi
24/10/2017
Profesor de Economía de la Universidad Complutense de Madrid
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Definitivamente la semana que acaba de terminar estuvo marcada por dos acontecimientos de muy distinta naturaleza pero que en un diagrama de Venn de la política argentina tendrían algún compartimento en común. Hubo una aparición, la del cadáver de Santiago Maldonado, y una desaparición “forzada” por los resultados electorales, la del kirchnerismo como eje mayoritario de poder del panorama político patrio. También en este último subconjunto parece dibujarse un cadáver, pero político. El de Cristina Fernández de Kirchner, la cara más visible de la derrota, casi absoluta, de Unidad Ciudadana, última marca blanca del poder K que campó a sus anchas durante más de una década en Argentina.
Se impone el macrismo
Las elecciones legislativas, primeras desde la llegada a la presidencia de Mauricio Macri, dieron una victoria con pocos matices al oficialismo. El macrismo, con su franquicia Cambiemos, se impuso en casi todo el país y desde luego, en los distritos electorales más importantes. Hay un dato muy ilustrativo de la envergadura del triunfo de Cambiemos: entre los resultados nacionales de las primeras elecciones legislativas en cada período presidencial de los últimos seis presidentes desde el 83, el de Mauricio Macri fue el segundo más importante.
Raúl Alfonsín ganó las legislativas de 1985 con el 43,6% de los votos, en la flor de la primavera democrática argentina después de siete años de feroz dictadura. Históricamente, tras ese excelente resultado, se ubican éstas elecciones en las que Macri consiguió casi el 42% de los votos a nivel nacional, sacando una ventaja, además, de casi 20 puntos a su competidor más cercano. Una cifra digna, aunque no tan buena, es la que cosechó Néstor Kirchner en 2005, quien obtuvo un 41,6%, y bastante peor fue la de Carlos Menem en 1991, un 40,2%.
Argentina vuelve a ser un país normal
El dato más llamativo fue el resultado que obtuvo Cristina Fernández de Kirchner en las primeras elecciones legislativas, en 2009, tras llegar a la presidencia: tuvo el 30,3% del total de votos nacionales, sólo 1,5 puntos por encima de la segunda fuerza electoral, por aquel entonces el Acuerdo Cívico y Social, fraguado entre la UCR, el Partido Socialista y la Coalición Cívica, liderada por una de las grandes ganadoras del pasado domingo, Lilita Carrió.
Hay una frase bastante repetida en las últimas horas y que resume el escenario post electoral: Argentina, después de muchos años, vuelve a ser un país normal. Un país que, salvo por los dos años de la fallida Alianza encabezada por De la Rúa, lleva más de veinte años gobernado por “caudillos” y “populismos” de izquierda y de derecha. Las reacciones no se han hecho esperar, en una jornada, la del lunes, la economía argentina ha dado un salto cualitativo importantísimo y los mercados han hablado positivamente a través de ese termómetro que mide la confianza de los inversores, que es el riesgo país, que ha bajado un 4% en un día.
Cambiemos, la fuerza más votada
Habrá tiempo de analizar pormenorizadamente los resultados electorales, pero en un primer cuadro general vale la pena destacar los puntos más salientes, no ya en el agregado nacional, sino bajando a nivel provincial e incluso a nivel local, en los distritos más importantes. Cambiemos fue la fuerza más votada y ganó en los cinco distritos considerados grandes: provincia de Buenos Aires, Córdoba, Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Mendoza.
La madre de todas las batallas se dio en territorio bonaerense. La provincia de Buenos Aires era el flagship donde se jugaba su carta más fuerte la oposición, la propia Cristina Fernández se jugaba su capital político como primer candidato a senador. Y perdió. Perdió de manera inapelable e indisimulablemente se convirtió en el “mariscal de la derrota”. El candidato de Cambiemos, Esteban Bullrich, casi un desconocido frente a la omnipresente CFK de los últimos doce años, obtuvo el 41,38% de los votos, frente al 37,25% de la ex presidenta. Lo más llamativo no fue sólo la diferencia de más de cuatro puntos sino el crecimiento de más de siete puntos que tuvo la lista de Cambiemos desde las PASO, contra apenas 3 puntos que sumó Unidad Ciudadana. En la votación por las listas de diputados la diferencia entre Cambiemos y Unidad Ciudadana (Ocaña versus Vallejo) fue aún mayor.
Un símbolo del pasado
Otra victoria importantísima de Cambiemos, por lo abultada, se dio en la ciudad de Buenos Aires, donde Carrió venció con casi el 51% de los votos. La incombustible Lilita, después de una semana agitada por declaraciones no muy afortunadas por el caso Maldonado, fue un verdadero huracán que se llevó por delante a sus adversarios, que eran además todo un símbolo de años pasados: dos ex ministros kirchneristas, Filmus, a quien sacó treinta puntos de ventaja y Losteau, a quién dejó a casi 40 puntos más atrás. En la provincia de Córdoba , el ex árbitro Baldassi jugó su mejor partido goleando con el 48,5% de los votos a sus contrincantes, la marca cordobesa del PJ, Unión por Córdoba que quedó a casi 20 puntos y un débil rival, la franquicia del kirchnerismo, que quedó tercero sin llegar ni al 10% de los votos.
Apuesta fuerte en Santa Fe
Y el otro gran distrito electoral del país, la provincia de Santa Fe, mostró un resultado parecido, con victoria del macrismo, pero con algunos matices que hacen más sorprendente este escenario. Se dieron vuelta, a nivel provincial, los resultados de las PASO de agosto, en las que había ganado por mínima diferencia el exministro K, Agustín Rossi. Pero una mejora de más de diez puntos respecto a agosto del hasta ahora Secretario de Políticas Universitarias de la Nación, Albord Cantard, cambió el tablero y propinó otro revés, esta vez más inesperado, al kirchnerismo.
Tanto el macrismo como el partido de Cristina Kirchner apostaron fuerte en Santa Fe y lograron una polarización del voto entre Cambiemos y Unidad Ciudadana, perjudicando al oficialismo santafecino, donde el Partido Socialista lleva más de diez años gobernando. El Frente Progresista Cívico y Social empieza acusar el desgaste de tantos años de gobierno, paradójicamente, en una legislatura, la del Gobernador Miguel Lifschitz, que podría considerarse la mejor de las tres socialistas si se miran objetivamente los resultados.
Una hazaña quijotesca
Resulta también paradójico lo sucedido en Rosario, la segunda ciudad más poblada de Argentina, en las elecciones municipales. La lista de concejales de Cambiemos con su candidato López Molina, obtuvo una holgada victoria, en un claro efecto arrastre del fenómeno a nivel nacional, perjudicando directamente al candidato oficialista rosarino, Pablo Javkin, que, en un alarde de tracción personal de voto encomiable, duplicó en dos meses el número de votos obtenidos en las PASO.
Estamos hablando de pasar de 43.000 votos en agosto a 85.000 votos en octubre, una verdadera hazaña quijotesca que no le sirvió para parar el vendaval de votos macrista que bajó desde la Nación, llevando en andas a la mayoría de los candidatos de Cambiemos en la geografía argentina. Habrá que ver si con esta remontada electoral, Javkin, un político muy bien valorado, consigue afirmarse en la dura batalla que le espera para poner en valor la gestión municipal del Frente Progresista, eficaz pero presa también del desgaste, de cara al 2019.
La marea naranja
La marea naranja partió desde Buenos Aires y desbordó la casi totalidad de la geografía argentina. Eso es una buenísima noticia para un gobierno que da buenas señales y avanza firme en la senda de la recuperación. Es un grandísimo espaldarazo a la gestión de Mauricio Macri y le da aire para acometer las acciones que su agenda política tiene para la segunda parte de su presidencia. Macri es un gran futbolero y vale la analogía: se va al descanso entre tiempos con una clara victoria. Esperemos que juegue tan bien la segunda parte como lo hizo el primer tiempo. Valdrá penas y alegrías para un país que se merece, de una vez por todas, ser normal y dejar atrás, para siempre, “la era de la boludez”.