Traer al mundo una vida no es un proceso fácil. Aunque muy placentero por todo lo que significa, el camino que deben recorrer las mujeres durante el embarazo hasta dar a luz es sinuoso. Son muchos los sentimientos y las dudas que asaltan a la futura madre, más si es primeriza. Una de las primeras encrucijadas que se le presenta, y que ha sido objeto de años de debate, es decidir el tipo de parto que desea. Si es natural o por cesárea.
A pesar de que se trata de una decisión muy personal, que debe tomarse con la asesoría del obstetra, al final entran en juego variados factores y circunstancias de última hora que serán las que determinarán el procedimiento. Pueden ir desde causas médicas como mala posición del feto, desprendimiento de la placenta o alguna complicación que ponga en riesgo la vida del bebé o de ambos hasta la imposibilidad para dilatar de la madre o la imposibilidad de resistir el dolor.
Lo que se impone es elaborar un plan de parto en el que se estipulen cuestiones importantes como el derecho a parir acompañada o la libertad de movimiento, el consentimiento informado para cualquier intervención, entre otras. Se debe buscar humanizar el alumbramiento, pero sin descuidar la parte médica. El parto es un proceso humano fisiológico, pero debe haber protocolo defensivos pensando que pueden surgir complicaciones.
La vía «fácil»
Aunque no se convertiría en una parte regular de la práctica obstétrica en Estados Unidos hasta principios de 1900, una de las primeras menciones conocidas de parto por cesárea es de finales del siglo XIII. El término utilizado fue “artificium”, que significa artificial. La cesárea es una intervención quirúrgica en la cual se realiza una incisión en el abdomen y otra en el útero de la embarazada para facilitar la salida del bebé. Este tipo de parto se produce vía abdominal, en lugar de que el bebé atraviese el canal de parto para nacer vía vaginal.
Puesto que se trata de una cirugía mayor, tiene algunos riesgos tanto para la madre como para el bebé. Por ello, una cesárea solo debe realizarse cuando haya una indicación médica y los beneficios superen a los riesgos. La intervención puede ser programada o electiva. Se realiza antes del comienzo del trabajo de parto, puesto que ya se conoce que el parto vaginal podría presentar riesgos y está desaconsejado. Se recomienda no programar este tipo de cesárea antes de la semana 39. Solo si existe una indicación médica que lo justifique.
Si se presenta alguna complicación, el médico procederá a llevarla a cabo. Es posible que se decida programar una cesárea si durante el embarazo hay:
- Presentación podálica (de nalgas) o transversa del bebé. No obstante, también es posible el parto vaginal de nalgas cuando se cumplen ciertos requisitos.
- Embarazo múltiple, especialmente si alguno de los bebés no se encuentra en presentación cefálica.
- Placenta previa, es decir, cuando la placenta cubre el orificio del cuello uterino.
- Hidrocefalia en el bebé, lo que dificultaría el paso de la cabeza por la pelvis materna.
- Enfermedades maternas, como las cardiacas, o infecciones con riesgo de transmisión vertical al bebé en el momento del parto.
Parto natural
El obstetra británico Grantly Dick-Read fue quien introdujo el término de parto natural en Estados Unidos. Sus libros Natural Childbirth y Childbirth Without Fear aparecieron a principios de la década de 1940. En ese momento, la demanda de medicamentos para aliviar el dolor de parto estaba muy extendida entre las mujeres y los médicos. Sin embargo, a pesar de su popularidad, la anestesia obstétrica era rudimentaria. La epidural como la conocemos no estaría ampliamente disponible hasta finales de la década de 1960.
Los libros de Dick-Reading se destacaron porque afirmó que si practicaban calmar sus mentes, las mujeres podían parir sin la necesidad de aliviar el dolor con medicamentos. Aseguraba que sabían instintivamente hacer esto, pero habían olvidado cómo. Aunque podían aprender. De esa manera, fortaleció este tipo de partos naturales como un objetivo que las mujeres blancas de clase media deberían perseguir. Pero para que esta técnica tuviera éxito necesitaban un acompañamiento masculino. Esto era un planteamiento radical, pues en ese momento, las mujeres daban a luz solas, con sus maridos en la sala de espera. También era antifeminista: un trabajo de parto era ahora algo que las mujeres no podían manejar sin hombres.
Muchos de los analgésicos de principios y mediados del siglo XX crearon más problemas de los que resolvieron. El éter anestésico, por ejemplo, aumentó los riesgos de hemorragia, irritación pulmonar y daño renal para las madres, y asfixia para los bebés. La morfina causó problemas respiratorios en los bebés, que podrían nacer necesitando ser resucitados. Aunque las pinzas se habían utilizado desde la década de 1700 para dar a luz bebés atascados y salvar a las parturientas, en las manos equivocadas, también podían lacerar a una madre y dañar al bebé.
Sin miedo al dolor
Especialistas que se inclinan por este tipo de partos precisan que no se suministra ningún tipo de medicación a la futura madre, sino solo técnicas de relajación y respiración controlada para lograr gestionar el dolor. Aseguran que este tipo de parto no es una cuestión de «valentía», solo consiste en tratar el trabajo de parto y el alumbramiento como procesos naturales. Explican que muchas mujeres descubren que la experiencia del parto, a pesar de ser dolorosa, las empodera y les resulta gratificante.
Pero no es una decisión fácil atravesar el trabajo de parto y el alumbramiento sin la ayuda de los medicamentos, incluidos analgésicos como la anestesia epidural. También conlleva usar pocas intervenciones médicas o ninguna, como el monitoreo fetal continuo y la episiotomía para hacerle espacio al bebé durante el alumbramiento. Permite que la mujer dirija el trabajo de parto y el proceso de alumbramiento, haciéndolo todo de una manera en que se sienta cómoda.
Algunas mujeres con embarazos de bajo riesgo optan por el parto natural para evitar los posibles riesgos de los medicamentos que en ocasiones pueden bajar la tensión arterial, ralentizar o acelerar el trabajo del parto, causar náuseas, hacer difícil que la madre sienta que lleva el control del parto. Las mujeres también optan por el parto natural para sentirse más en contacto con la experiencia del alumbramiento y para tener la sensación de que son ellas quienes asumen el control del parto.
Dato
Doula: mujer que acompaña a otra durante el trabajo de alumbramiento, brindando apoyo emocional continuo. Es más común que participe en el tipo de parto natural.
Escoger la locación
Algunas mujeres que optan por dar a luz fuera del ámbito hospitalario, como en un centro de maternidad. Pueden tener mayor libertad de movimiento, pasear de un lado para otro durante el período de dilatación y el trabajo de parto, colocarse en posiciones que les resulten más cómodas y pasar tiempo en una bañera o jacuzzi. El bebé se monitorea a menudo, con un ecógrafo portátil. Se utilizan medidas para tranquilizar y reconfortar a la mujer, como hidroterapia, masajes, compresas tibias y frías. La mujer puede comer o beber si así lo desea durante el parto. Puede haber una variedad de profesionales de la salud, como enfermeros titulados, comadronas tituladas y doulas.
También hay hospitales que ofrecen las condiciones necesarias para tener un parto más natural. Algunos ya cuentan espacios en los que se usa un enfoque natural, aunque con la posibilidad de acceder a la intervención médica si fuera necesario. Para los partos de bajo riesgo, algunos ofrecen habitaciones con un ambiente hogareño donde las mujeres pueden hacer el trabajo de parto y recuperarse sin tener que cambiar de habitación.
Los profesionales se pueden fijar en las pistas que les da la parturienta, permitiendo que el parto transcurra más lentamente y sin intervención. Se pueden usar técnicas alternativas para gestionar el dolor si se requieren y puede haber ayudantes durante el parto. Al igual que en los centros de maternidad, se permite que haya acompañantes, además de la pareja, como los hermanos del bebé y amigos de los padres, durante el parto. Después del alumbramiento, los bebés se pueden quedar con su madre.
Cuando duele
Gestionar el dolor durante el parto difiere en cada mujer. Muchas tratan de controlar el dolor canalizando su energía y concentrándose en algo distinto. Los dos enfoques de parto natural más frecuentes en Estados Unidos son la técnica Lamaze, que no se opone a usar medicamentos para el dolor, y el método Bradley, en el que se enfatiza el enfoque natural y la participación activa de un ayudante durante el proceso. Los medicamentos se evitan a menos que sean absolutamente necesarios.
El método Bradley también se centra en una buena nutrición y el ejercicio físico durante el embarazo, así como en técnicas de relajación y de respiración profunda. En las clases se prepara a los padres para situaciones inesperadas, como las cesáreas de emergencia. El dolor también se puede gestionar con hipnosis, yoga, meditación, caminar, masajes o contrapresión, cambiar de posición (como caminar por la habitación, darse una ducha, mecerse o recostarse sobre una pelota especial), darse una ducha o un baño, sumergirse en agua tibia o un jacuzzi, distraerse con actividades que ocupan la mente e impiden centrarse en el dolor, escuchar música relajante y usar técnicas de visualización.
El trabajo de parto suele ser mucho más doloroso de lo que una primeriza se imagina. Algunas mujeres que habían dejado bien claro que no querían recibir medicamentos para el dolor cambiaron de opinión cuando estaban atravesando el trabajo de parto. Esto es algo muy frecuente y totalmente comprensible. Por eso los especialistas aconsejan que si descubre que el dolor es más de lo que puede tolerar, no sentirse mal por pedir medicamentos para aliviarlo. Piden flexibilidad a la madre si hay algo que no vaya de acuerdo con sus planes. Aseguran que esto no la hace menos comprometida con su bebé ni el trabajo de parto.
Experiencia positiva
La Organización Mundial de la Salud considera que las mujeres tienen derecho a recordar su parto como una experiencia positiva y significativa. Para ello, publicó recomendaciones para un parto respetado, que incluyen:
- Atender a la madre con respeto, manteniendo su dignidad, confidencialidad y privacidad
- Establecer una buena línea de comunicación entre el personal de salud y las embarazadas
- Brindar apoyo continuo durante el trabajo de parto y el parto
- Respetar las posturas de la mujer
- Hidratar y alimentar correctamente
- Ofrecer un buen apoyo emocional
- Evitar exploraciones innecesarias
- Conocer las alternativas médicas
- Usar recursos naturales para aliviar el dolor