Por Ores Lario
18/12/2016
Esta historia comenzó hace 129 años. Corría el año 1887 cuando el empeño de William Grant, con la ayuda de su mujer y de sus nueve hijos, le llevó a levantar una destilería en el Valle del Ciervo, en el noreste de las HighLands, con la idea de crear el mejor whisky del mundo. El escenario, como no podía ser de otra manera, Escocia, cuna de grandes espirituosos. Apoyado por su familia, Grant construyó una destilería mano a mano, piedra a piedra, a la que le puso el nombre de Glenfiddich, que significa Valle de los Ciervos en gaélico. Con el tiempo esta cuna del oro líquido cambiaría por completo el modo de ver y consumir el whisky.
En 1923, en plena Ley Seca, la prohibición estaba en auge. Grant Gordon, nieto del fundador, se unió a la empresa e incrementó la producción, adelantándose al aumento de demanda que habría cuando se derogara la normativa. Las cosas salieron bien y Glenfiddich sobrevivió a la restrictiva ley cuando otros se quedaron por el camino.
Fiel a la tradición, la compañía continuó en manos familiares. Charles Gordon, bisnieto mayor de William, insistió en tener una persona en la destilería que trabajara el cobre y apostó por contratar a artesanos que construyeran los alambiques con este material. Es un gesto que representa la obsesión por el detalle de la compañía espirituosa que en 1961 lanza la icónica botella triangular, más fácil de apilar y que, al no rodar, era más difícil de perder en las travesías por barco.
1963, el año decisivo
Dos años después y siguiendo los pasos de sus generaciones precedentes, los bisnietos del fundador cambiaron el mundo del whisky para siempre. Sandy Grant Gordon y Charles Grant Gordon, orgullosos de su whisky de malta, tomaron la valiente decisión de lanzar Glenfiddich Straight Malt fuera de Escocia. Hasta 1963, dominaba el mercado el blended, que se elabora mezclando destilados de varios productores, mientras que el single malt, destilado por un único productor en un único lugar, sólo era accesible para unos pocos conocedores. Los consumidores de whisky mezclado en el resto del mundo por fin conocieron las delicias del de malta que, hasta la fecha, constituía un secreto muy bien guardado entre los escoceses. Nadie pensó que triunfaría porque Estados Unidos era el país del blended, pero triunfó y cambió la historia del whisky para siempre.
Glenfiddich es una marca precursora en muchos aspectos: se convirtió en la primera destilería en abrir sus puertas a visitantes en 1969. También fue pionera en reconocer la importancia de las tiendas libres de impuestos para la venta de espirituosos y apostó por la publicidad y el marketing para expandirse, ya que apostó por embotellar la bebida en tubos y latas de regalo. Además, Glenfiddich 15 fue el primer whisky que incorporó el sistema de envejecimiento de solera, normalmente usado en el brandy.
La pasión, determinación y espíritu vanguardista continúan hoy, cinco generaciones después, siendo guía de la compañía. Es una de las pocas destilerías de single malt que pertenece a una sola familia y también es la que produce el whisky escocés single malt más galardonado del mundo.
Símbolo de un tiempo, un lugar y fiel a su historia, se “cocina” igual que hace más de un siglo en unos alambiques de cobre con cebada malteada y agua pura y blanda del manantial natural Robie Dhu, que brota en las colinas de Conval. La fábrica sigue en el mismo lugar que en su origen, ocupa 250 hectáreas y da empleo a 190 personas que trabajan para crear una bebida única que se distribuye en más de 180 países.
Decisiones valientes
Y en consonancia con su espíritu de apuesta y superación de la firma, Glenfiddich ha lanzado este año una nueva campaña digital llamada #CelebrateDecisions. Ésta se centra en “las decisiones valientes en la vida”, el atributo que une a la marca con su consumidor. Con el objetivo de llevar a la realidad esta idea, la marca escocesa ha escogido la historia real de dos protagonistas que ejemplifican esa mentalidad de arriesgar para tomar la decisión correcta, de abandonar las rutas marcadas para recorrer su propia historia.
Así, Enric Gener dejó su trabajo como programador para dedicarse a su pasión: el mar. Su forma de vida, combinando fotografía y buceo, ha impresionado a publicaciones como The Guardian o National Geographic. Por su parte, Javier Colorado también decidió cambiar su futuro prometedor como ingeniero para embarcarse en proyectos solidarios en África y Asia, mientras daba la vuelta al mundo acompañado por su bicicleta y su cámara. Ambos ejemplos representan el impulso que ha movido de Glenfiddich, la apuesta valiente.