POR ANDRÉS TOVAR
2/7/2017
Amelia Earhart fue una mujer adelantada a su tiempo, y no sólo porque fue la pionera de las mujeres aviadoras en el siglo 20. Su vida fue decididamente postmoderna y logró mucho para alguien que vivió sólo 40 años.
Earhart nació en Kansas (EEUU) en 1897 en medio de un matrimonio difícil. Con muchos traumas en su infancia pasó casi de forma precoz a una vida adulta. Sin embargo, logró que sus sueños imposibles se hicieran realidad y se convirtió en una celebridad internacional. Cuando su avión desapareció hace 80 años, el 2 de julio de 1937, era conocida no sólo como aviadora, sino como feminista, escritora, personalidad de medios, un icono del estilo, y una mujer con un enfoque revolucionario para las relaciones personales. En términos modernos, una influencer poderosísima. -Si huiese nacido en nuestra época, seguro sería una youtuber impresionante-.
Todo eso ocurrió quizá sin proponérselo, pues su meta real era encontrar su propio camino. Earhart era un estudiante de ciencias prometedora que planeó convertirse en médico. Dos veces tuvo que retirarse de la Universidad de Columbia, en 1919 y en 1925, debido a problemas familiares y financieros. En cualquier caso, su destino estaba en otra parte, específicamente, en el aire. Earhart se enamoró de la aviación, mientras mientras ejercía un voluntariado como auxiliar de enfermería de la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial En 1920, asistió a un espectáculo aéreo en Long Beach, California, voló en un avión durante 10 minutos, y decidió que volar era su vocación.
“En el momento en que había conseguido estar a trescientos pies, yo sabía que mi destino era que volar”, se dice que fueron sus palabras. Earhart cortó sus largos rizos, se compró una chaqueta de aviador de cuero (según Biography.com, dormía con ella puesta) y tomó clases de vuelo. Y durante meses fue conductora de camiones para ahorrar dinero para su primer aeroplano.
En 1922, voló a 14.000 pies, un récord de altitud para las mujeres aviadoras. Al año siguiente, Earhart se convirtió en la mujer número 16 en el mundo en obtener una licencia de piloto.
Pronto tuvo que vender su aeroplano. Más problemas familiares llevaron a Earhart a mudarse con su madre a Massachusetts. Allí, trabajó como trabajadora social y periodista, así como representante de ventas para Kinner, una firma fabricante de aviones. No obstante, no dejó de intentar labrarse un nombre como aviadora. En 1928, el piloto y publicista Hilton Railey ofreció a Earhart la oportunidad de volar a través del Atlántico. Sería la primera mujer para intentar tal hazaña, solo lograda por Charles Lindbergh el año anterior. Hizo el viaje, pero no piloteó el avión. Earhart acompañó a dos hombres en la misión, «así como equipaje o un saco de patatas«, según dijo ella misma.
Sin embargo, otros consideran que aquel viaje fue un éxito para ella. Tras el vuelo, la editorial de Charles Putnam, un histórico publicista y explorador estadounidense que luego se converiría en su esposo, le ofreció a Earhart un acuerdo para un libro. 20 horas, 40 minutos –el tiempo que duró vuelo trasatlántico tomó- fue publicado en 1928. Eso la llevó a una gira promocional por todo EEUU para la ya convertida en una estrella.
El estilo personal de Earhart era muy admirado. Incluso tenía su propia línea de moda. Confeccionaba su propia ropa y rápidamente comenzó a diseñar para otros. También trabajó como editor asociado en Cosmopolitan. En 1930, se convirtió en la primera presidenta de un club de mujeres aviadoras.
Incluso en cuestiones de amor, Earhart fue poco tradicional. Putnam se divorció de su esposa en 1929 y se casó con Earhart dos años más tarde. Pero, al unirse, Earhart insistió en que no estaría dispuesta a cumplir las «promesas medievales» de la monogamia. Su marido lo entendió, e incluso ayudó a recaudar los fondos para que Earhart cumpliera su plan en 1932, un viaje a través del Atlántico, pero sola. Fue un vuelo duro: Earhart aterrizó en Irlanda en lugar de Francia, como lo tenía previsto. Pero el mundo ya la quería, fue galardonada con medallas y premios por presidentes y dignatarios. Y siguió realizando proezas voladoras.
La carrera de Earhart como piloto despegaría después de aquello. En 1935, se convirtió en asesor técnico de la Universidad de Purdue, trabajando con el programa de la aviación de la escuela sin dejar de romper los registros de vuelo.
Aun así, tenía sueños más grandes. Estaba decidida a volar alrededor del mundo, siguiendo la línea del ecuador. En marzo de 1937, su avión salió de Oakland, California, con una tripulación de tres, pero hubo problemas mecánicos y la misión fue abortada rápidamente después de un aterrizaje en Hawai. En junio, Earhart lo intentó de nuevo. Esta vez, ella voló con una sola persona, el piloto Steve Noonan.
El 2 de julio, descendieron en algún lugar del Pacífico y desaparecieron desde entonces. Ahora se cree que hizo un aterrizaje de emergencia en la isla Nikamuroro y sobrevivió durante algún tiempo. La búsqueda de los restos de Earhart continúa hasta nuestros días y, en un mundo dominado por los hombres -el del aire-, su legado permanece.