Cerca de 1.300 millones de toneladas de alimentos terminaron en el vertedero el año pasado en el mundo. La cantidad equivale a aproximadamente un tercio de la producción destinada al consumo humano en el planeta. Además representa un duro golpe a la economía global. Las pérdidas rondan los 990.000 millones de dólares y son una gran contribución al cambio climático. Lo más triste es que millones de personas padecen hambre y un tercio de la humanidad atraviesa una situación de inseguridad alimentaria.
Estados Unidos no escapa a esta realidad. Aproximadamente el 30% del suministro de alimentos del país no se come, sino que se tira o se desecha de alguna otra manera. Constituyen el mayor volumen enviado a vertederos e incineradores. Cuando los alimentos no consumidos van a los vertederos, se descomponen y producen anualmente tantas emisiones de gases de efecto invernadero como docenas de centrales eléctricas que queman carbón.
La grave situación llevó al gobierno de Joe Biden a poner en marcha una estrategia nacional que implica esfuerzos para cambiar el comportamiento de empresas y de individuos para reducir el desperdicio de alimentos. Incluye, además, financiar investigaciones para extender la vida útil de los alimentos perecederos, ampliar las donaciones de alimentos y convertir los desperdicios de alimentos en productos utilizables como abono, gas o alimento para animales.
En 2015 Estados Unidos se propuso reducir el desperdicio de alimentos a la mitad para 2030. Durante los cuatro años siguientes aumentó, admitió la Agencia de Protección Ambiental.
Se desperdicia sin necesidad
En 2021, Estados Unidos produjo 91 millones de toneladas de alimentos. No fueron vendidos ni consumidos. Casi la mitad era comestible, pero solo el 2% fue donado. Una investigación de ReFED encontró que el 20% de los alimentos se pierde a nivel de granja. La razón varía. Desde que el productor no pudo obtener precios adecuados para la cosecha de tomates o, peor, los tomates no cumplen con las especificaciones de tamaño, forma o color establecidas por los comerciantes.
Las tiendas, restaurantes y cocinas industriales también tiran los alimentos que no se venden. En los hogares, muchas personas los descartan a pesar de que todavía son seguros para comer, en parte porque las etiquetas de «mejor antes de» pueden ser confusas y no indican cuándo los alimentos están descompuestos.
Entre 2019 y 2022, hubo algunos avances en la reducción de desperdicios de alimentos. Ocho cadenas de supermercados que se habían comprometido a reducirlo informaron de una disminución del 25% en sus volúmenes totales de alimentos no vendidos. También en los últimos años han surgido empresas de nueva creación para solucionar el problema de los residuos. Algunos utilizan la inteligencia artificial para espiar lo que se tira, de modo que los minoristas puedan tomar mejores decisiones de adquisición. Las aplicaciones ofrecen a los compradores que cuidan su presupuesto ofertas en comestibles y comidas en restaurantes a punto de estropearse.
Financiación. La Casa Blanca financiará la investigación de tecnologías que podrían extender la vida útil de los alimentos, como nuevas variedades de semillas y mejores envases. También destinará recursos hacia estudios que midan la «efectividad de diferentes mensajes de los consumidores para alentar a los hogares a reducir el desperdicio de alimentos». Se busca ayudar a los estudiantes a aprender consejos para prevenir el desperdicio de alimentos, incluso en las cafeterías escolares, que pueden ser enormes fuentes de desperdicio de alimentos.
El Departamento de Agricultura dice que también está trabajando con agricultores, agentes de seguros de cosechas y otros para reducir la pérdida de alimentos en las granjas.
Avances insuficientes
En Estados Unidos, California está más avanzada. Ha exigido desde 2022 a las tiendas de comestibles que donen, no que tiren, “la cantidad máxima de alimentos comestibles que de otro modo se desecharían». De lo contrario, serán multadas. Este año incluyó en la ley los grandes restaurantes, hoteles y cafeterías de hospitales. La legislación también exige que para 2025 cada ciudad y condado reduzca en un 75% el volumen de desechos orgánicos que van a los vertederos. Significa construir más instalaciones de compostaje o instalar máquinas que generen biogás a partir de desechos orgánicos.
Washington exige que las tiendas de comestibles donen alimentos que aún sean seguros para el consumo. Vermont exhorta a sus residentes que conviertan sus alimentos en abono. Maryland ofrece a los agricultores un crédito fiscal si donan alimentos comestibles. Massachusetts limita la cantidad de alimentos que las empresas pueden enviar a los vertederos. Y Nueva York ordena que las grandes empresas alimentarias donen el exceso de alimentos comestibles y reciclen los restos sobrantes si se encuentran a menos de 40 kilómetros de una instalación de compostaje o de un digestor anaeróbico.
Una prioridad que parece no prioritaria
Se calcula que el desperdicio de alimentos genera entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Si la pérdida y el desperdicio de alimentos se clasificaran como un país, sería el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, después de China y Estados Unidos. Su huella de carbono es de unos 3.300 millones de toneladas de CO2.
Por eso reducir de manera eficiente el desperdicio de alimentos a lo largo de la cadena de suministro y en los hogares es beneficioso para todos. Reducir a la mitad el desperdicio de alimentos podría ayudar a satisfacer la demanda de nutrición de nuestra creciente población. Igualmente, minimizaría los efectos medioambientales negativos de la agricultura y los desechos.
Aunque la reducción radical de los desechos de alimentos salva vidas, reduce costes y ayuda a proteger el planeta para las generaciones futuras, no todos lo ven como prioridad o al menos no tienen disposición a disminuirlo. Situar la reducción del desperdicio alimentario en lo más alto de nuestras prioridades significa tener que ocuparnos menos de la eliminación de alimentos al final. Los vertederos de residuos de alimentos son una fuente importante de gas metano.
La pérdida y el desperdicio de alimentos pueden producirse en cada paso de la cadena de suministro. Las empresas de alimentos frescos pueden actuar como catalizadores del cambio. Cualquier solución implica envases reutilizables a lo largo de la cadena de suministro que aseguren que la vida útil de los productos frescos sea más larga en las tiendas minoristas y en los hogares, y reducir aún más la pérdida y el desperdicio de alimentos.
Todos podemos aportar
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente señala que la mayor parte de los desperdicios que se generan proviene de los hogares. Cerca de 631 millones de toneladas, es decir, el 60% sobre el total de alimentos descartados.
Consejos para evitar el desperdicio de alimentos en casa:
- Hacer un menú semanal y una lista de compras.
- Guardar los alimentos de forma adecuada, según su naturaleza o las instrucciones. Por ejemplo, puedes mantener las frutas en el cajón de verduras, pero no ponerlas juntas con las verduras.
- Colocar los alimentos más viejos delante de los nuevos y revisar las fechas de caducidad regularmente.
- Congelar los alimentos correctamente y en porciones convenientes.
- Comprar solo lo que se necesita, llevar tus propias bolsas y evitar comprar productos envasados.
- Utilizar los restos de comida para hacer compost. El compost es un abono natural que enriquece el suelo y las plantas.
- Si te sobra comida, puedes regalársela a familiares, amigos o vecinos o usar redes de donación o intercambio de alimentos.
Llegó la IA a poner orden
Conocer con exactitud cuándo caduca un alimento es importante para la toma de decisiones. En los Países Bajos se está aplicando la iniciativa One Third, que se vale de la inteligencia artificial para predecir cuándo caducarán las frutas y verduras. La herramienta combina un escáner de rayos infrarrojos y una base de datos de productos frescos de referencia. A partir de imágenes y otros indicadores ambientales, determina con mucha precisión la calidad del producto y su vida útil .
El dispositivo ayudaría a agricultores a que pueden dar prioridad a la distribución de los productos que van a caducar primero. Las empresas distribuidoras podrían cerrar acuerdos que aumenten las posibilidades de que ese alimento sea vendido y consumido. A los comerciantes les permitiría ahorrar dinero y tomar decisiones informadas sobre el manejo de sus productos.
La IA también se aplica en al ámbito de la restauración. Orbisk ha ideado un contenedor inteligente equipado con cámaras y básculas. Este dispositivo analiza el desperdicio de alimentos en tiempo real e incorpora los resultados a una gran base de datos que servirá para alimentar su inteligencia artificial. A medida que el sistema consigue identificar los alimentos desechados y su cantidad, comienza a ofrecer recomendaciones para realizar compras más eficientes. Puede sugerir la cantidad exacta de lechugas, patatas o cualquier otro alimento que un restaurante necesita comprar, una manera muy simple de minimizar el desperdicio.
Pero como primero es la prevención, la empresa española MOA Food Tech utiliza la fermentación para transformar desechos agrícolas en proteínas alternativas. La herramienta de IA elige el microorganismo más adecuado para convertir residuos de cosechas y otros subproductos en ingredientes ricos en proteínas, vitaminas del grupo B y ácidos grasos omega para la elaboración de quesos vegetales, sustitutos de la carne, panes y salsas.