«El hombre es un animal raro y pocas cosas le resultan más agradable y disfrutable que presenciar –de lejos y de cerca– la épica de la derrota de otro…»
Anthony Burguess
Karl Popper desarrolla la tesis sobre la refutación de la predicción histórica en su obra The Poverty of Historicism [la pobreza del historicismo]. Agradezco a mi buen amigo, Álvaro Montenegro, poner nuevamente en mis manos estas líneas de Popper, de quien soy admirador y asiduo lector.
Popper tiene una particularidad, su lógica de refutación constante de lo utópico, de lo metafísico, desmonta los símbolos y las metáforas para sobreponer el carácter racional, imprevisible, mutante –terrenal, agregaría–de la naturaleza humana [dixit Nietzsche/Genealogía de la moral].
En la misma línea, Hemingway refiriéndose a su obra maestra, El viejo y el mar, decía: “El viejo es viejo, el mar es mar y el pez espada devorado por tiburones, es pez y sus depredadores, tiburones[…]”.
El viejo no es “ave fénix”, el mar no es “el cielo”, ni el pez azul es muerte o los tiburones sus verdugos. No hay lírica. No hay alegorías. Es lo que es y ves. Así es la política. Realista. Frívola. Sin duda maleable, pero difícilmente previsible bajo métodos históricos de paralelismos irreductibles. “No puede haber una teoría científica del desarrollo histórico que sirva de base para la predicción histórica.” [ob. cit].
De la antigua Grecia a la guerra fría, y más
Ni Platón ni Aristóteles –los más clásicos– se hubiesen imaginado una guerra sin jinetes ni caballos, espadas ni ballestas. Desde la ética nicomáquea hasta la república de Platón, los principios sobre la virtud o el buen republicano son impecables. Pero el historicismo trata de elevar esas virtudes a una predicción no cumplida: ni los hombres buenos evitan la caída de la república ni los malos están impedidos de tomar el poder. El tema es cómo revertirlo. Y llegó Maquiavelo y su príncipe.
Popper alerta:
“El interés científico por las cuestiones sociales y políticas no es menos antiguo que el interés científico por la cosmología y la física. Hubo períodos en la antigüedad (pienso en la teoría política de Platón y en la colección de constituciones de Aristóteles) en los que parecía que la ciencia de la sociedad iba a avanzar más que la ciencia de la naturaleza […] Pero con Galileo y Newton, la física hizo avances inesperados, sobrepasando de lejos a todas las otras ciencias”.
Las ciencias sociales no parecen haber encontrado su Galileo. Aquí quería llegar. Es que no pueden encontrarlo. Hay muchos pensadores que tratan de emerger como los “Galileos” de las Ciencias Sociales. No los critico porque no escapo de ese vicio.
El determinismo es propio de la naturaleza humana. Pero no conduce a predicciones confiables. Podemos predecir la economía, el desplome de un edificio QUE no cumple con cálculos estructurales o una enfermedad fatal ante ciertas variables. Pero el mando no se anticipa –se obtiene o se pierde– si se cumplen “los mismos cálculos”, porque en el arte del poder la variable humana es incalculable.
Por lo tanto, en las ciencias políticas predecir es un ejercicio inexacto. Nos dicen qué hacer o por qué sucedió, pero no cómo sucederá. Ese ensayo [que es riesgo] es nuestro.
Las metáforas, las épicas, la Ilíada o, por otro lado, los propios datos o registros, tienen un mérito esencialmente inspirador, ilustrador. Y si sucede algo similar dejará de ser pronóstico, porque habrá sido un fenómeno nuevo. Y las ciencias sociales lo registrarán.
Jaldún pensador árabe -considerado padre de la sociología- se preguntó en su libro ‘Muqaddimah‘ (introducción): ¿Por qué la todopoderosa Roma imperial fue arrasada por los rústicos pueblos bárbaros [477 DC]? Jaldún se retiró tres años a un remoto castillo en Argelia y escribió su vasta obra que intenta dar una visión de conjunto sobre por qué ascienden y decaen las civilizaciones.
Explica el pasado sin intentar predecir. Roma cayó cuando permutó cohesión [asabiyya] por disensión. Y los bárbaros pueblos germánicos los arrasaron. Sin embargo [los bárbaros], aun cohesionados, también fueron derrotados.
La caída del muro de Berlín y la guerra fría no son reeditables como tampoco las revoluciones del pasado. La era de la internet de las cosas crea otros muros y océanos muy diferentes.
El tema no es sólo cohesión. Es disciplinada organización.
El futuro es hoy
Me gusta esta frase de mi querida amiga Thays Peñalver. La política es hoy. Los desenlaces los construimos hoy. Cualquier parecido a la realidad es pura casualidad. Nuestra épica es nuestra y será inédita, como inédita ha sido la destrucción del país.
Insiste Popper:
“No podemos predecir el curso futuro de la historia humana. Esto significa que hemos de rechazar la posibilidad de una historia teórica.”
Visualizar salidas a partir de métodos históricos-comparativos puede ser un buen ejercicio de accountability [rendir cuentas]. Pero, cuidado, también puede ser un ejercicio falaz.
El hombre es un animal muy raro
Tiene razón Anthony Burguess: “El hombre es un animal raro y pocas cosas le resultan más agradable y disfrutable que presenciar —de lejos y de cerca— la épica de la derrota de otro […]. Y la cosa se pone mejor cuando la prolija narración de una caída está firmada por el inesperado vuelo de quien se pensaba tenía ya las alas rotas”.
Por eso me gusta tanto Hemingway. Es la conquista del viejo a la inmensidad del mar. No al revés. El viejo es viejo, el mar es el mar y el pez es el pez. Venezuela es Venezuela, su pueblo es su pueblo y la libertad es la libertad.
La alcanzaremos si vamos por ella. Aun con las alas rotas, sin profecías.
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