Dentro de la tragedia que hemos vivido y seguimos viviendo estamos sin asimilar las decenas de miles de fallecidos por la COVID-19.
Toda esta pandemia nos ha venido encima, confinados en nuestros domicilios como si se tratara de una maldición. Ante ella nos hemos sentidos impotentes, indefensos, aislados y casi sin respuesta.
El virus invisible nos ha dado un gran baño de humildad y de realidad. Nos ha mostrado a la luz del día que no éramos invencibles y que muchos de nuestros sueños y seguridad han caído como un castillo de naipes.
Evidentemente que hemos reaccionado, aunque tarde. Que hemos implorado para que el bicho no afectara a nuestras familias ni a nuestro entorno.
Sin embargo, el pozo de la tragedia queda ahí con miles de familias afectadas y rotas, que ni siquiera han podido enterrar dignamente a sus seres más queridos.
Ahora que volvemos progresivamente a la normalidad, parece que el virus está controlado, aunque no hemos de bajar la guardia.
No podemos ni debemos olvidar lo que ha pasado.
Residencias de ancianos, una hecatombe
Es humano querer pasar página cuanto antes, pero tenemos que recordar y sobre todo poner todos los instrumentos a nuestro alcance para que no se vuelva a reproducir una hecatombe como la que se ha vivido en las residencias de ancianos.
Que nuestras ansias de recuperación y reconstrucción nos sirvan también de reflexión y meditación. La primera de ellas para analizar qué hemos hecho con nuestros mayores. ¿Por qué se les ha abandonado y discriminado en las residencias y en los geriátricos?
Una sociedad que se dice civilizada y moderna no puede permitir tal abandono. ¿Dónde está la dignidad, la moral y el respeto a toda una generación que se ha sacrificado en tiempos difíciles y que lo ha dado todo para que viviéramos mejor?
La muerte de nuestros ancianos es el punto negro de toda esta tragedia.
No es el momento de buscar culpables, aunque llegará con el tiempo. Tampoco es el momento de echarse los muertos a la cara. Cada uno deberá asumir sus responsabilidades, pero por ahora es la hora de las explicaciones, aclaraciones y asumir políticamente los errores y fallos cometidos.
Unos fallos inadmisibles que no solo se han producido con la pandemia, sino que vienen de lejos, provocados esencialmente por los recortes en sanidad y la prioridad de buscar un negocio fácil y fructífero de algún que otro fondo buitre a costa de nuestros abuelos y ancianos.
¡Habrá que aclararlo todo!
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