El hemisferio norte está en primavera, pero ha deslucido con el brote de COVID-19. Se espera con ansias el verano y las altas temperaturas. No solo por las vacaciones y el buen tiempo, sino también porque podría declinar el brote de coronavirus. Los meteorólogos perciben que el cambio de estación puede surtir un efecto apaciguador, como lo hace con la gripe común.
Francisco Martín León, meteorólogo y físico por la Universidad de Sevilla, explicó que el factor fundamental ante el cambio de estación es la humedad y que ese factor juega en contra del virus.
La gripe común y la estacionalidad
La gripe común tiende a alcanzar su punto más alto en los meses más fríos y declina durante los meses cálidos, particularmente en las latitudes medias.
Martín León señala que la gripe común encuentra un hogar propicio en los entornos secos para afianzarse en el sistema respiratorio de los pacientes y permanecer por mayor tiempo en el ambiente, con lo que aumenta el riesgo de contagio.
Durante la época fría la tendencia es que las persona se concentren en lugares cerrados para buscar calor, lo cual permite el intercambio entre personas infectadas con gripe común y personas sanas.
Pero al llegar el sol y las altas temperaturas todo cambia y empieza su declive. En primer lugar, el aumento de la humedad en el ambiente contribuye a que el virus de la gripe común sea menos estable. Las gotículas portadoras del virus crecen en un ambiente húmedo y desaparecen antes de poder infectar a otras persona.
Aire libre
Lo magnífico del verano es salir al aire libre y poder tomar el sol. El encierro de los días de invierno finalizan, al igual que el riesgo de contaminarse en lugares encerrados. Asimismo, los rayos UV ponen su granito de arena. Durante la primavera y el verano los días son más largos y aumenta la exposición a estos rayos. La consecuencia es un efecto negativo para el virus gripal.
Ahora la pregunta es si este declive que sucede con la gripe común con la llegada del sol y las altas temperaturas, se repetirá con el coronavirus. Es una posibilidad, no una certeza.
Los científicos esperan que por analogía el COVID-19 tenga cierta estacionalidad, pero todavía no se sabe. Recordemos que la evolución de este nuevo virus es una de las grandes incógnitas por resolver.
Solo tomando como punto de partida la analogía se podría proyectar que el nuevo virus cause menos afectados en el verano del hemisferio norte. Sin embargo, podría instalarse en el hemisferio sur -que se encontraría en los meses de invierno- pasando por los trópicos. Sin embargo, no es una certeza. Existe la posibilidad de que el nuevo virus continúe una acción disminuida a lo largo del período cálido.
La advertencia del mundo científico es clara: el virus llegó para quedarse. En los meses fríos hablaremos de gripe, resfriado y COVID-19, la enfermedad que produce el Sars-CoV-2. Así que a esperar con ilusión el verano y las altas temperaturas.
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