El Vaticano ha hecho un nuevo llamamiento a la comunidad internacional y a los responsables políticos para que se intervenga de inmediato en Venezuela con el objetivo de paliar la catástrofe humanitaria que asola el país. No obstante, el Papa Francisco ha declinado una vez más el reconocimiento de la legitimidad del presidente Juan Guaidó frente a la dictadura de Nicolás Maduro y contra la brutal represión desatada en el país desde que la Asamblea Nacional proclamó que había usurpado el poder.
El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, ha declarado a Cambio16 que las autoridades deberían dar un mayor reconocimiento a esta situación. Como ha manifestado en más de una ocasión el Papa Francisco, “la Iglesia está preocupada, ante todo, por el sufrimiento de los ciudadanos a causa de una innegable coyuntura humanitaria, y está tratando de ayudar a aliviarla”.
Neutralidad positiva
Ante la pregunta de por qué el Vaticano no se ha pronunciado oficialmente, como lo han hecho cualificados representantes de la comunidad internacional, sobre la situación en Venezuela, proclamando la ilegitimidad de Nicolás Maduro, el cardenal Parolín ha señalado que la Santa Sede se comporta en el ámbito internacional de acuerdo con el peculiar papel que le corresponde y que es diferente al de los restantes Estados.
En este sentido, ha añadido el secretario de Estado del Vaticano, “se puede hablar de neutralidad positiva: neutralidad, porque no se ha pronunciado oficialmente sobre la legitimidad o la ilegitimidad de las partes; positiva, porque no ha sido indiferente a lo que está sucediendo en el país, al contrario, se ha involucrado y sigue involucrándose mucho –a su manera– en la búsqueda de una solución pacífica a la crisis institucional en acto”.
Mediación fallida
El cardenal Parolin representó a la Santa Sede y medió en el diálogo iniciado entre el chavismo y la oposición en 2016. Unas conversaciones que fracasaron, pese a que el régimen consiguió ganar tiempo para desactivar las multitudinarias movilizaciones que se produjeron en las calles de Venezuela.
Maduro consideró entonces una injerencia la petición del Vaticano para que se adoptaran medidas contra la catástrofe humanitaria, que ya se manifestaba crudamente con la escasez de alimentos y productos básicos, así como con la carencia de medicinas.
La mediación del Vaticano se produjo entonces a petición de los cuatro expresidentes de gobierno que actuaron como facilitadores: José Luis Rodríguez Zapatero (España); Leonel Fernández /(República Dominicana); Martín Torrijos (Panamá) y Ernesto Samper (Colombia).
Tibieza del Vaticano
La intervención de la Santa Sede tampoco convenció a la oposición, que reprocha al Papa Francisco su tibieza a la hora de condenar las violaciones a los derechos humanos y los crímenes del régimen de Maduro, que son investigados por la Corte Penal Internacional.
Después de este malogrado intento de diálogo, Maduro intentó desarmar la Asamblea Nacional, con mayoría opositora, mediante la proclamación de una Asamblea Constituyente y convocó unas elecciones que se celebraron en mayo de 2018 y cuyo proceso fue un fraude denunciado por los observadores internacionales presentes en los comicios. Pese a todo, Maduro asumió como presidente el pasado 10 de enero.
Agotamiento de las Fuerzas Armadas
El nombramiento de Juan Guaidó como presidente de Venezuela al amparo de la Constitución ha precipitado los acontecimientos. Más de medio centenar de naciones han reconocido la legitimidad del nuevo presidente, al tiempo que las protestas se multiplican en las calles. El régimen de Maduro está cada vez más aislado y ya solo se sostiene con el apoyo de las Fuerzas Armadas, cuya cúpula muestra signos de agotamiento.
Ante la nueva petición de mediación por parte de Maduro, a través de una carta dirigida al Papa Francisco, el Vaticano ha señalado que solo consideraría esta posibilidad si todas las partes implicadas lo piden. Mientras tanto, el cardenal Parolin insiste a Cambio16 en que “la solución real, pacífica y duradera a los problemas de Venezuela solo se dará si los que tienen responsabilidad política ponen el bien común sobre cualquier otro interés y se sientan a trabajar seria y responsablemente por ello, promoviendo un clima de libertad, democracia, solidaridad, respeto y confianza”.
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