Salir a comprar pan y encontrarse una calle atestada de gente como si fuera la procesión de la Virgen de la Victoria no es lo que sueña un malagueño, pero es la realidad cada vez más frecuente. El turismo de masas resulta asfixiante, una sensación que se extiende por los principales destinos turísticos españoles.
El turismo masivo no es una novedad. Desde hace más de medio siglo España ha sido el lugar de veraneo de los europeos. Sol, playa y vino. Como si se tratara de una invasión bárbara, calculan que más de 50 millones de nórdicos y centroeuropeos bajan cada año al Mediterráneo. En 2023 arribaron por aire, mar y tierra 85 millones de turistas. En 2024 superará con facilidad los 90 millones. Casi 2 turistas por cada uno de los 48 millones de habitantes que tiene el país. Y, por supuesto, no están dispersos de manera uniforme
Viviendas, ruido y deterioro ambiental
España se ha convertido en un parque temático abarrotado. Un estudio de Appinio, la plataforma global de investigación de mercados, el 43% de los españoles encuestados considera que el “turismo masivo” un problema real en España. En las zonas costera -playa, sol, paella y vino- el porcentaje se dispara al 47%.
El principal dolor de cabeza que crea el turismo masivo es su impacto en la vivienda. Los alquileres turísticos se han disparado como si todos los pisos tuvieran vistas al mar y un pase VIP para la Alhambra. A ese problema se le agrega la acumulación de basura y suciedad en ciertos lugares, el comportamiento de los turistas, los ruidos molestos y el deterioro de las áreas naturales.
Los españoles evita marea turística los destinos saturados como los charcos en una calle lluviosa. Sobre cómo resolver el problema, unos proponen regular más eficientemente los alquileres turísticos y otros promover alternativas menos masivas. También limitar el número de turistas en las zonas más tensionadas.
Málaga para turistas
Despertar en una plaza llena de jacarandas, con el obelisco como testigo mudo y la casa natal de Picasso al fondo es un cuadro idílico. Imposible por las hordas de turistas que son bienvenidos, pero que provocan un aumento desorbitado de los precios, desplazan a los vecinos de sus hogares y el corazón de Málaga ha devenido en un escaparate de memorabilia para turistas.
Urbanista y activistas locales del Sindicato de Inquilinos de Málaga consideran que la ciudad está en un punto de saturación. Los lugareños se sienten abrumados, los turistas abarrotan los cafés y las calles. Más de 1,6 millones de visitante en una ciudad con poco más de 500.000 habitantes. A finales de junio, miles de malagueños protestaron por el impacto del turismo: aumento de los alquileres, la gentrificación, las multitudes y el reemplazo de los pequeños negocios locales por franquicias transnacionales.
Los principales destinos turísticos de España tienen un gran número de apartamentos de alquiler a corto plazo para turistas. En Málaga, el 25% de los apartamentos de los alrededores de la plaza de la Merced se dedica al alquiler turístico, pero otras zonas de la ciudad tienen la mayor proporción de propiedades Airbnb de España. Desde 2016 el número de apartamentos turísticos se ha multiplicado por 15. Para un lugareño encontrar un apartamento asequible es casi imposible. Los alquileres rondan entre los 1.200 y 1.300 euros al mes; en cambio, el salario medio no sobrepasa los 1.600 euros mensuales.
Sentimiento extendido
Los cafés se llenan en Málaga de parroquianos y gratas conversaciones que casi siempre terminan pidiendo un respiro al turismo. Sienten que la ciudad se desmorona bajo el peso de los turistas, que el turismo masivo llegó al punto de no retorno. Un sentimiento de incomodidad y rechazo que recorre desde Málaga a Barcelona y que se multiplica en las islas Canarias. En Tenerife, algunos activistas se declararon en huelga de hambre contra megaproyectos turísticos.
Mientras en Barcelona, las pistolas de agua se convirtieron en un grito de protesta, en Canarias más 200.000 personas salieron a las calles porque son 14 millones de turistas cada año y lo que escuchan son planes para duplicar la capacidad de alojamiento. La resistencia al turismo masivo congrega los grupos más variopintos: ecologistas, urbanistas, anticapitalistas y amantes de las tapas. En Mallorca, la plataforma “Menys turisme, més vida” cuenta con el apoyo de más de 110 entidades. En Alicante, la librería Fahrenheit 451 encendió la chispa de la protesta. Y en Málaga, el centro social okupado La Invisible se alza como un faro antiturista en pleno corazón de la ciudad.
Demasiado éxito
España en 2023 recibió 85.169.050 viajeros y el sector turístico español se levantó como un gigante. Produjo 186.596 millones de euros, el 12,8% del PIB, fue el héroe económico del año. Sigue siendo, además, el motorcito que hace rugir el crecimiento económico real de España. Representa el 70,8% del crecimiento estimado para toda la economía y creó 95.224 puestos de trabajo, pero tan temporal como el resto de la economía.
Las expectativas para 2024 son hacia arriba. La contribución del turismo superará los 200.000 millones de euros, un 13,4% de la economía. Solo en julio España recibió a 10.851.172 turistas internacionales
Baleares y Canarias están arrasando en ventas. Málaga, Valencia y Santiago de Compostela están en la cresta de la ola turística. Pero no todo es sol, playa, paella y sangría. La sostenibilidad social es la incógnita en el firmamento turístico. «No todo es playa y mojito». Su crecimiento descontrolado tiene en jaque a muchas ciudades y cuanto antes se requiere encontrar un equilibrio entre los beneficios económicos y la calidad de vida de los residentes.
Cataluña y Baleares han introducido una «tasa turística» que cobra una cantidad hasta 4 euros por persona y día, dependiendo del tipo de alojamiento. Palma de Mallorca ha intentado limitar a tres diarios el número de cruceros que llegan al puerto. La Junta de Andalucía ha dado a los ayuntamientos la facultad de controlar los alquileres de corta duración. Barcelona planea revocar en 2028 unas 10.000 licencias de alojamiento turístico.
Lograr el equilibrio es casi imposible, pero son viables algunas restricciones son necesarias. Como limitar vuelos a destinos específicos y resolver el precio de las viviendas para los locales. No es que los lugareños estén en contra del turismo. Lo que rechazan es el modelo de turismo masivo que lo devora todo, hasta el buen humor de un malagueño y el noble corazón canario.