Por Javier Molins
03/12/2017
Nacer en el Bronx en 1960 de padre haitiano y madre puertorriqueña significaba estar abocado al fracaso y a una muerte temprana. Jean-Michel Basquiat (Nueva York, 1960 – 1988) cumplió la última premisa pero no la primera. Murió con 27 años pero una obra suya alcanzó en 2017 en subasta el precio récord para este artista hasta el momento: 110,5 millones de dólares. Ahora una exposición en el Barbican Center de Londres realiza un extenso recorrido por la vida y obra de este artista que murió con 27 años a causa de una sobredosis de heroína.
Basquiat supo desarrollar un estilo propio pero, como suele decirse, estuvo en el momento preciso en el lugar justo. Se fue de casa en 1978, cuando contaba 18 años de edad. En esa época, Nueva York estaba al borde de la ruina hasta el punto de que el presidente Gerald Ford había denegado la ayuda federal para salvar a la ciudad de la bancarrota. El Bronx era un barrio sin ley tomado por las bandas juveniles que ocupaban los edificios abandonados.
Pero, al mismo tiempo, al igual que en el Renacimiento se concentraron un gran número de artistas como Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci o Rafael en un espacio delimitado, el Nueva York de esa época contaba con la presencia de artistas como Andy Warhol, Roy Lichtenstein o Keith Haring. En ese caldo de cultivo, fue en el que se desarrolló como artista este joven que comenzó realizando graffitis en el Bronx con la firma de SAMO (un juego de palabras con la expresión «the shame old shit», «la misma mierda de siempre»).
Fue así como pronto se hizo popular en la escena artística neoyorkina, que incluía la eclosión musical underground alrededor de The Mudd Club, donde Basquiat llegaría a trabajar de pinchadiscos y donde conocería a músicos como Brian Eno o Madonna. Pero si hubo un encuentro que cambió la vida y trayectoria artística de Basquiat fue el que tuvo lugar con Andy Warhol, quien por entonces ya era toda una celebridad.
Ese encuentro tuvo lugar en un restaurante en 1979. Warhol y el comisario de arte Henry Geldzahler comían plácidamente en un local conocido como WPA, situado en el Soho, cuando Basquiat los reconoció y entró para ofrecerles las postales que pintaba por aquel entonces y que vendía por un dólar. Geldzahler rechazó el trabajo, al que tildó de «demasiado joven», mientras que Warhol compró una de esas postales.
El siguiente encuentro entre estos dos artistas tuvo lugar en el 4 de octubre de 1982 cuando el galerista Bruno Bischofberger llevó a Basquiat a visitar la famosa Factory de Warhol por primera vez. El joven artista volvió corriendo a su estudio de la calle Crosby y pintó el doble retrato Dos cabezas (que puede verse en la exposición del Barbican Center) en el que aparecían ambos artistas, cada uno con su característico peinado. Basquiat volvió dos horas después al estudio de Warhol y le entregó al retrato con la pintura todavía húmeda. Había nacido una gran amistad entre ambos hasta el punto de que empezaron a realizar obras de forma conjunta.
En septiembre de 1975, expusieron por primera vez esas obras en la galería neoyorkina de Tony Shafrazi, lo que le valió a Basquiat el apelativo de «la mascota de Warhol» en un duro artículo del The New York Times.
Un pintor autodidacta
Basquiat continuó su carrera de pintor autodidacta influido por los grandes maestros de la Historia del Arte, que contemplaba en los numerosos catálogos de arte que tenía en su casa, y por el jazz y el blues (llegó a tener una colección de más 3.000 discos). Murió en 1988 habiendo realizado más de 40 exposiciones individuales y 100 colectivas. Casi 30 años después de su muerte, un cuadro de la supuesta mascota de Warhol alcanzó la cifra de 110,5 millones dólares frente a los 94 millones que ha llegado a alcanzar hasta la fecha una obra de Warhol. Paradojas del destino, o mejor dicho, del mercado del arte contemporáneo.