Los trabajos de construcción del Tren Maya, en la península de Yucatán, al sureste de México, no se detienen. A pesar de los cuestionamientos y centenares de demandas (colectivas e individuales) por la impactante, larga y dolorosa deforestación que deja a su paso. También por el desplazamiento obligado de poblaciones y la destrucción de la rica biodiversidad en esa vasta región.
El destructivo proyecto ferroviario ha estado en el centro de la polémica desde antes del inicio de las obras. Su previsible impacto en el medio ambiente sigue levantando protestas. La línea del Tren Maya atravesará 1.525 kilómetros a lo largo de Quintana Roo, Yucatán, Tabasco, Campeche y Chiapas. Una extensa zona donde un gran número de sus habitantes son indígenas y existen altos índices de biodiversidad.
Desde finales de 2021 cuando el gobierno mexicano anunció el proyecto, se debate si el progreso, el turismo y la vialidad que se buscan con la red justifica los daños a la naturaleza y sus hábitats. El gobierno no cede.
El tren se construye en la Selva Maya. El bosque tropical más grande de Latinoamérica, después del Amazonas. Allí habitan especies en peligro de extinción, como el jaguar (Panthera onca), el tapir centroamericano (Tapirus bairdii) y el pecarí de labios blancos (Tayassu albirostris), entre otros muchos de gran valía en la equidad medioambiental. Sin duda, el tren destruye esa vigorosa selva, tanto en su construcción como en lo que significa su puesta en marcha.
El Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), que supervisa la construcción, informó en 2020 que 327 demandantes habían interpuesto a la fecha, 25 demandas judiciales contra diferentes secciones del proyecto.
El Tren Maya, largo camino de controversias
Muchas de las demandas judiciales, que aspiran a detener o parar definitivamente el Tren Maya, en el sureste de México, se centran en la deforestación y la pérdida de ecosistemas locales. Tanto en las zonas protegidas como en sus alrededores, como la Reserva de la Biosfera Calakmul en Campeche.
Otros de los recursos legales alegan, según recogió Mongabay, que, el gobierno comete violaciones de los derechos humanos al desplazar a cientos de residentes que viven en el trayecto por donde pasará el tren.
Este gigantesco proyecto, impulsado por Andrés Manuel López Obrador, tiene un costo aproximado de 20 mil millones de dólares y múltiples implicaciones. El propósito del mandatario es inaugurarlo antes de que concluya su gestión en 2024.
Se estima que 1.500 km de vías férreas conectarán las principales ciudades de 5 Estados, desde el sureste mexicano hasta la península de Yucatán. Con un objetivo claro, según las autoridades: que los 17 millones de turistas que visitan cada año Cancún y la Riviera Maya también viajen al resto de la península y al sureste mexicano, regiones marginadas económicamente.
La costa caribeña de la península de Yucatán, donde se construyen los tramos 5 y 6 del Tren Maya, alberga además numerosos ecosistemas.
“Tenemos bosque, selva alta, selva baja, humedales y manglares. Por todos estos lados, va a atravesar el tren. En los humedales hay no menos de 30 especies de peces dulce acuícolas que no se dan en cualquier parte del mundo. Muchos de ellos viven en los cenotes: pozos de agua azul de gran profundidad, que son el atractivo turístico”, afirma Luis Zambrano a Rfi. Doctor en biología e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM. Fue parte del colectivo de científicos que alertó al presidente López Obrador sobre el impacto ambiental de la obra.
Imprimen velocidad a la obra y se saltan permisos
El experto manifestó que en esa zona “hay mamíferos de gran importancia que están perdiendo su hábitat, o lo ven fragmentado. Como los monos, los jaguares y los murciélagos que son polinizadores”.
Mientras tanto, activistas y organizaciones como Greenpeace, llevaron la pelea al terreno legal. Las obras del Tramo 5 del tren maya fueron suspendidas temporalmente por un juez mexicano en mayo 2022, tras un recurso introducido por esas instancias.
Aleira Lara, directora de campañas de Greenpeace México, sostiene que los trabajos en ese tramo “sientan un precedente muy preocupante”. Allí “se pueden empezar a construir obras solamente con una autorización provisional por parte de la Secretaría de Medioambiente. Sin contar con los estudios necesarios para saber si es viable este proyecto en términos ambientales”. Lara encabezó un operativo en el que activistas de esa ONG se encadenaron simbólicamente a las máquinas de construcción.
Ahora, sin desestimar la movilización que cuestionó los trabajos en los tramos 5 y 6, el enfoque se ha desplazado a la selva intacta de Calakmul. Es parte de la selva maya más grande, la selva tropical más grande de las Américas después de la Amazonía.
“No estoy en contra del tren. Pero para un megaproyecto de este tipo, la planificación normalmente toma más de 10 años”, comenta la primatóloga británica Kathy Slater a The Associated Press. “Pero esto es sin planificación, es una locura, no están pensando en los impactos”. Ella trabaja en Calakmul con la organización Operación Wallacea.
López Obrador catalogó el proyecto como un asunto de “seguridad nacional” para acelerar los requisitos ambientales y de audiencia pública. Incluso, el ejército mexicano quedó a cargo de ciertos tramos, entre ellos el que atraviesa Calakmul.
Fuerte oposición al proyecto
Un consejo indígena regional presentó una denuncia por falta de consulta adecuada y un juez accedió, emitiendo una orden de suspensión de obras que se aplicó a la ciudad más cercana, Xpujil.
“Solo hablaron de los beneficios del megaproyecto, no de los impactos ni de los daños”, advierte Jesús León Zapata, miembro del Consejo Indígena Xpujil. La oficina de derechos humanos de las Naciones Unidas advirtió en diciembre que el decreto de seguridad nacional amenazaba los derechos de los pueblos indígenas.
Entretanto, López Obrador insiste en que la designación de seguridad nacional permite legalmente que continúe el trabajo.
“No han cumplido con las órdenes judiciales”, enfatiza Gustavo Alanís, director del Centro de Derecho Ambiental de México. “Es algo serio”.
El trayecto del Tren Maya cruza la propiedad de Norma Rosado. Desde su casa de tablones de madera y techo de hojalata, dijo que el gobierno le pagó el equivalente a $5.800. Los funcionarios también prometieron mejorar las carreteras y, lo que es más importante para ella, reparar la tubería principal de agua. Actualmente solo entrega agua unas pocas horas dos días a la semana, dejando que Rosado y su esposo recolecten todo lo que puedan en una serie de tanques.
La zona siempre ha estado en el olvido, dice Omar Hernández, esposo de Norma. Espera vender la miel orgánica que produce a los turistas. Sin embargo, tuvo que reubicar sus colmenas, preocupado de que la maquinaria pesada las espantara.
Para el biólogo Rodrigo Medellín, de la UNAM, el ferrocarril simplemente no debería pasar por allí. “Va a fragmentar irreversiblemente uno de los baluartes más importantes del país para la biodiversidad”, apunta.
Impactos «adversos graves» en las especies
La región de Calakmul alberga una de las poblaciones de jaguar más importantes de Mesoamérica, más de 350 especies de aves y cien mamíferos. Además de otras especies en peligro de extinción: la danta, el puma y el pavo ocelado.
En esa localidad está el Volcán de los Murciélagos. Una cueva que alberga a unos tres millones de murciélagos. De la boca de la cueva, a 50 metros de profundidad, emergen miles de murciélagos en un tornado que alcanza el cielo y lo cubre con un manto negro.
Toda la agricultura del sur de Yucatán se beneficia de ellos porque los murciélagos comen 30 toneladas de insectos cada noche, controlando plagas en campos de maíz, chile y frijol. Sin embargo, una versión del plan ferroviario tenía las vías pasando a 700 metros de la cueva de los murciélagos. Nadie está seguro del plan actual; ha habido muchas versiones. El gerente de comunicaciones de Fonatur, Fernando Vázquez, dijo que la agencia no está comentando sobre este tramo del Tren Maya.
En las más de 2.100 páginas del informe de impacto ambiental de este tramo de la vía férrea, no se menciona la cueva. Sí dice que la construcción tendrá impactos «adversos graves» en las especies protegidas y causará «fragmentación del hábitat». Pero concluye que el proyecto es ambientalmente «viable» porque estos efectos pueden mitigarse.
El plan es reforestar 74 hectáreas, alrededor del 10% de las 730 hectáreas que se talarán.
Con la llegada del Tren Maya, con complejos hoteleros y turísticos, José Antonio Guzmán Hernández, quien lidera un proyecto de ecoturismo, teme que Calakmul se convierta en algo más como Cancún o Tulum.
“Siempre estábamos tratando de evitar que eso sucediera”, revela. “Pero con todo esto parece que será como una bomba, que va a explotar”.