Las personas que viven desastres corren mayor riesgo de sufrir el trastorno de estrés postraumático, ansiedad y depresión
Unas 180.000 personas han sido evacuadas ante los frenéticos y mortíferos incendios en Los Ángeles. Algunos han perdido familiares –al menos se cuantifican 16 fallecidos- otros abandonaron sus viviendas cuando eran consumidas por el fuego y, otras más, desconocen el futuro que les aguarda cuando el desastre acabe.
El manojo de emociones exacerbadas por una situación límite, puede transpolarse para aquellos que presencian huracanes, inundaciones o sequías y es lo que los expertos llaman trauma climático.
La alteración del clima está provocando fenómenos meteorológicos más severos y más frecuentes, con saldos dramáticos. Desde muertes, desplazamientos de comunidades completas hasta estragos económicos y eliminación de medios de sobrevivencia. Los científicos están poniendo el foco en los desajustes mentales que ocasionan estos capítulos vivenciales.
Jyoti Mishra y sus colegas de la Universidad Estatal de California, Chico, estudiaron los impactos psicológicos y sociales del incendio Camp de 2018, el más letal de California hasta la fecha. Así como los devastadores incendios de Maui de 2023 y ahora, incorporarán los estragos del fuego en Los Ángeles que aún persisten, después de una semana.
“Los desastres naturales siempre han sido parte de la historia de la humanidad, pero la frecuencia e intensidad de los desastres naturales se han acelerado por el cambio climático. A raíz de esta situación apremiante, estamos encontrando síntomas de salud mental exagerados”, afirma Mishra, PhD y también profesora asociada en el Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Diego que elaboró un artículo al respecto.
El trauma climático en estudio
“El trauma climático es un desafío emergente”, sostiene Mishra. Ya está bien documentado que los eventos climáticos extremos tienen impactos psicológicos. El aumento de las temperaturas y las olas de calor, por ejemplo, incluso se ha vinculado con mayores tasas de suicidio.
A medida que el calentamiento planetario se acentúa, se esperan más incendios forestales en California y en todo el mundo, con importantes implicaciones para la salud mental.
Comenta que al estudiar los impactos en la salud mental de los sucesos de Camp Fire de 2018, descubrieron que la exposición directa a incendios a gran escala aumenta significativamente el riesgo de sufrir el trastorno de estrés postraumático y la depresión.
Además, hasta presenciar un desastre de este tipo dentro de la propia comunidad puede afectar a los vecinos y a habitantes de la región dada la proximidad y solidaridad.
Mediante electroencefalografía, la investigación reveló una mayor actividad en las regiones del cerebro involucradas en el control cognitivo y el procesamiento de interferencias o, la capacidad de lidiar con pensamientos no deseados y a menudo perturbadores.
“Para funcionar bien, nuestros cerebros necesitan procesar información y gestionar recuerdos de maneras que ayuden a lograr objetivos mientras ignoran o eliminan distracciones irrelevantes o dañinas”, dice.
El trastorno de estrés postraumático fue tres veces más frecuente en las poblaciones expuestas al incendio que en la población general no expuesta.
“Vemos un sistema cerebral muy hiperactivado. Lo que tiende a suceder cuando uno siente que está en modo de amenaza constante. En este estado traumático, resulta muy difícil afrontar las cosas del día a día de manera atenta y concentrada”, explica.
La cara emocional de la crisis del clima
Jyoti Mishra vive en San Diego, no muy lejos de los incendios forestales que han devastado amplias zonas de Los Ángeles. En entrevista con Inside Climate cuenta que siente “una profunda emoción y un gran dolor por nuestras familias y los miembros de nuestra comunidad que han perdido sus hogares o han sufrido a causa de estos desastres climáticos”.
Afirma que estas penosas circunstancias le ayudan a seguir haciendo el trabajo que vienen adelantando en la Universidad. “Y a trabajar con nuestros socios comunitarios para desarrollar soluciones de resiliencia, en especial para las generaciones futuras, para nuestros niños”, comenta.
En las investigaciones han observado que las comunidades que han sido azotadas por un fenómeno climático extremo, además de sufrir síntomas de trastorno de estrés postraumático, presentan altos niveles de ansiedad y depresión por muchos meses, incluso un año. Este impacto en la salud mental puede alcanzar hasta al 40 por ciento de los miembros de la comunidad, tras una alteración producto del cambio climático.
También ha encontrado en los estudios muchos trastornos del sueño. En general, precisa que se trata de un conjunto complejo de síntomas, con efectos cognitivos y cerebrales que ahora se entienden como trauma climático.
«Es una bestia en sí misma que ahora queremos estudiar. Merece su propio reconocimiento, concientización y caracterización. No solo en la literatura científica, sino también para que nuestros trabajadores de la salud, nuestros médicos, sepan qué efectos tiene el trauma climático, cómo abordarlo y luego se les deben brindar los tratamientos adecuados”, apunta.
Maneras de blindar la salud mental
¿Qué factores influyen en la recuperación de las personas tras un incendio forestal traumático? Hay varios factores que son importantes, sostiene en diálogo con Inside Climate.
“Obviamente, cuando uno tiene mayores medios socioeconómicos, eso puede ayudar a una recuperación rápida. Cuando uno tiene un mayor acceso a la atención médica, eso ayuda a una recuperación rápida. Es importante que nuestros profesionales de la salud mental, reconozcan que existe este impacto en nuestros cerebros”.
El trauma climático es una entidad distinta que surge después de un desastre climático, puntualiza.
“Tener ese reconocimiento y luego recibir el tratamiento adecuado puede marcar una gran diferencia en la resolución de ese trauma” y en el acortamiento de los tiempos.
Señala que existen diferencias individuales que van más allá de las posibilidades de cada uno. Como por ejemplo, en el caso de las personas que están en forma físicamente o que practican la atención plena. Así como las personas que tienen un sentido de vínculos familiares y comunitarios más fuertes también presentan perfiles de síntomas más bajos.
Asegura que la atención plena ayuda a compartir el momento presente.
“Permite estar en este momento presente ahora y, cuando el fuego se apague, te encontrarás en un nuevo momento y ese nuevo momento ya no será una amenaza, no tendrás que detenerte en ese momento anterior”.
Y explica que lo que ocurre es que nuestro cerebro se queda atascado en ese momento previo de estar en un estado de alerta constante ante la idea de que todo es una amenaza.
Por supuesto, todo es una amenaza cuando estamos en medio de un desastre climático. Pero, advierte, que cuando todo vuelve a ser seguro, nuestro cerebro necesita entender que estamos nuevamente en un lugar seguro. Eso proporciona tranquilidad.
Alejarnos del fatalismo
La profesora asociada en el Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la UC San Diego sugiere algunos consejos ante estos eventos meteorológicos extremos. “Es importante que nos alejemos del panorama de fatalismo y pesimismo y nos centremos en cómo podemos sobrevivir y prosperar juntos en este nuevo mundo en el que vivimos”.
Nos enfrentamos a tiempos difíciles, apunta, pero si trabajamos juntos, todavía hay tiempo para revertir la curva, frenar el calentamiento global. Y a la vez presenciar un mundo en el que la cantidad de desastres que se producen se reduzca con el tiempo.
Si bien Mishra se refiere a los efectos mentales de las personas que han vivido de manera directa o indirecta algún desastre natural impactante. Pero las emociones están a flor de piel en la distancia. La sola noticia de un evento climático puede afectar a una persona.
Para categorizarlos surgen términos como ecoestrés, ecodepresión y, muy especialmente en los últimos años, ecoansiedad. Se ha convertido en el más frecuente para referirse a las emociones que, como el miedo, la angustia, la tristeza o la culpa son producidos por el cambio climático.
“Necesitamos que nuestros responsables políticos y sociales trabajen junto con nosotros en esto”, instó Mishra. “Solo así se aumenta nuestra determinación de continuar haciendo este trabajo, atender a las personas y encontrar soluciones positivas”.