Peter Hefele afirma que ninguno de los principales problemas de la cooperación para el desarrollo ha cambiado fundamentalmente, ni se han resuelto desde que se abordaron en la década de los sesenta
La Unión Europea enfrenta problemas severos asociados a conflictos armados, migratorios, humanitarios, climáticos y económicos que deben sortear para garantizar la propia sostenibilidad de cada uno de los países miembros. Peter Hefele – experto en política económica, cooperación internacional, energía y medio ambiente- sugiere detenerse ante esta convulsa realidad y replantear la política de ayuda al desarrollo de la UE. Considera que la iniciativa está obsoleta y no ha rendido los frutos esperados.
El director de políticas del Centro Wilfried Martens de Estudios Europeos del Partido Popular Europeo sostiene que “cualquier mejora comienza por nombrar las cosas correctamente”. En un artículo para Euractiv, escribe que “el problema de la percepción (y el (auto)engaño) comienza con los términos tan utilizados: ‘ayuda al desarrollo’ o, peor aún, ‘cooperación al desarrollo’. Deberíamos deshacernos de esas expresiones, ya que ya no reflejan las realidades geopolíticas”.
El análisis crítico de Hefele se remonta a los años 50 o 60 cuando se diseñó el sistema de ayuda al desarrollo. “Cualquiera que tenga un conocimiento, incluso superficial, de la larga historia de la cooperación para el desarrollo debe reconocer que ninguno de los principales problemas de la cooperación para el desarrollo ha cambiado fundamentalmente. Ni se ha resuelto adecuadamente desde que se abordaron por primera vez en la década de los sesenta (o en algunos casos incluso en la época colonial)”. Propone además, no distraerse con palabras de moda como “sostenible” o “integrador”, por nombrar sólo dos: no son tan nuevos como nos hacen creer.
Cuestionamientos a la ayuda al desarrollo de la UE
La UE y sus estados miembros gastan más de 100.000 millones de euros al año en ayuda al desarrollo, señala Peter Hefele, doctor en Economía e Historia Económica en la Universidad Católica de Eichstätt-Ingolstadt (Alemania). “En respuesta a un panorama geopolítico cambiante y al impacto limitado de esos miles de millones gastados en la reducción de la pobreza, el bloque está reorientando sus fondos de ayuda al desarrollo. Ahora”, comenta en entrevista con Follow the Money, “los presupuestos se utilizan cada vez más para asegurar su propia agenda política. Desde la energía limpia hasta la reducción de la migración”.
Independientemente de si este nuevo enfoque es eficaz o no, el experto en política económica advierte que falta un elemento crucial: un debate público genuino sobre la ayuda al desarrollo en sí. Tras haber pasado casi diez años trabajando en Hong Kong y Shanghái en la Fundación Konrad Adenauer –que recibe importantes fondos del presupuesto alemán de ayuda exterior– Hefele ha visto de primera mano las ineficiencias del gasto en ayuda al desarrollo de la UE, incluyendo el abordaje de la pobreza.
“Los miles de millones gastados están lejos de ser el uso más eficiente de los fondos, pero casi nunca debatimos sobre ello”, resalta.
Hefele cree firmemente en el poder de los mercados abiertos para ayudar a los países a desarrollarse. Pero cuestiona las actitudes coloniales obsoletas que, en su opinión, todavía influyen en el enfoque de Europa respecto de la cooperación para el desarrollo. Le preocupa que Europa esté perdiendo su posición en el mundo. Es partidario de un debate público sobre el futuro de la cooperación para el desarrollo.
Europa sigue estancada
Hefele, también director fundador del nuevo Proyecto Regional Seguridad Energética y Cambio Climático en Asia-Pacífico, afirma que la manera en que se entiende esta cooperación de desarrollo “es totalmente anticuada”. Recuerda que cuando se diseñó originalmente la ayuda al desarrollo de la UE, en los años 50 y 60, “todavía teníamos que hacer frente al proceso de descolonización por un lado y al dominio de Occidente, en particular de Estados Unidos, por el otro”.
Setenta años después y tras echar una mirada a esos comienzos, indica que Europa ha mantenido en cierta medida esta mentalidad colonial.
“Esa idea de que tenemos un modelo superior y que todo el mundo debería estar contento de seguir ese camino. No podemos aferrarnos a esa idea de ‘les damos algo, les enseñamos, les decimos cómo debe ser el desarrollo’. Siempre hablamos de (estar en) pie de igualdad (unos con otros), pero en realidad, lo siento, ese no es el caso”.
La UE es el primer donante mundial de ayuda oficial al desarrollo. Enfila un conjunto de leyes y políticas para promover el buen gobierno y el desarrollo humano y económico, como la lucha contra el hambre y garantizar la dignidad y la igualdad. Así como la protección a las generaciones futuras de la destrucción del medio ambiente y el agotamiento de los recursos naturales.
Refiere en la entrevista a Emma du Chatinier que “las instituciones tradicionales como Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio se han debilitado bastante. Los países occidentales ya no tienen el monopolio de cómo se hacen las cosas. China, la India, Sudáfrica y Brasil, por ejemplo, también participan en lo que llaman desarrollo. Y mientras tanto, Europa sigue estancada en las viejas formas de hacer las cosas”.
Es un gran negocio y no hay interés en cambiar
Dice Helefe que no recuerda que en los últimos años se hayan celebrado grandes debates sobre la ayuda al desarrollo de la UE en el Parlamento. A veces se toca el tema, pero no se reflexiona seriamente sobre lo que está ocurriendo, a pesar de la enorme cantidad de dinero que gastamos. No podemos seguir haciendo las mismas cosas; estamos perdiendo el apoyo de nuestra gente.
“Muy pronto llegará un momento en que este debate se planteará en público. Si las fuerzas políticas moderadas no debaten, otras tomarán el relevo, como hemos visto con el tema de la inmigración. Precisamente por eso me preocupa tanto. Si nosotros, como fuerzas políticas moderadas, no lideramos el debate, lo harán voces más extremistas, y no para nuestro deleite. Quiero evitar que el debate caiga en manos del populismo y que digan: ‘Abandonemos todas estas iniciativas, centrémonos en nuestros intereses’ o lo que sea que utilicen’”.
El experto lleva tiempo ventilando abiertamente las críticas al sistema de ayuda al desarrollo de la UE. “Cientos de miles de personas en muchas instituciones y ONGs viven de este negocio. Seamos francos, la cooperación al desarrollo es uno de los negocios más grandes a nivel mundial, 300 mil millones de dólares al año. Es difícil cambiar una institución cuando hay tanta gente interesada en mantenerla como está y obstaculizan nuevos enfoques”.
Asimismo resalta que “tenemos que ser realistas. Limitar nuestras ambiciones y aceptar que no podemos resolver todos los problemas del mundo. La suposición por parte de los responsables políticos europeos de que podemos resolver cuestiones sociales complejas mediante la cooperación para el desarrollo es absurda”.
Un debate político necesario y real
Cree que los procesos de mercado a veces son más eficientes y la UE debería cumplir sus propias promesas de seguir siendo un espacio económico abierto. El comercio abierto es una de las pocas cosas que ha demostrado que puede ser un motor importante para el desarrollo, cuando se hace bien, y ambas partes se benefician.
Sin embargo, anticipa, a menudo no es así.
“Por desgracia, veo tendencias en la dirección opuesta. Hay un aumento de las fuerzas proteccionistas, especialmente en el sector agrícola. La situación empeora cuando hablamos de la extracción de materias primas. Con la transición verde que se avecina, me preocupa que sigamos explotando los recursos como lo hemos hecho durante 500 años, una forma de colonialismo. Tenemos que asegurarnos de que los países de los que obtenemos los recursos también se beneficien”.
Supone que desde la perspectiva de Bruselas, el primer paso es debatir sobre este tema. Seguimos gastando dinero, pero estamos perdiendo legitimidad.
“Hemos dejado el debate como una cuestión muy abstracta, envuelta en un código moral que poca gente se atreve a cuestionar. Como resultado, el debate político casi siempre es ‘bueno, gastemos más dinero’ o ‘recortemos’. El debate se reduce a la pregunta: ‘¿Está usted en contra de la pobreza?’. Casi todo el mundo está en contra de la pobreza. Pero tenemos que debatir por qué existe la pobreza, por qué sigue existiendo y cómo acabar con ella”.
No se trata sólo de gastar dinero, sino de cómo y dónde gastarlo, y para ello es necesario tomar decisiones políticas, precisa Helefe. “Vivimos en un mundo con recursos limitados, por lo que tenemos que debatir la asignación de esos recursos a nivel político. Necesitamos un debate serio, aunque no nos gusten todas las respuestas”.