El actual sistema alimentario global, moldeado por décadas para apuntalar una mayor producción de carne y liberalizar el mercado, es el principal impulsor de la pérdida de biodiversidad. Un estudio publicado por el instituto Chatham House revela que la pérdida de biodiversidad va más allá de la desaparición de especies, que ya es mucho decir. Es una cuestión de sufrimiento de los animales. De la deforestación desenfrenada por la necesidad de producir piensos para granjas intensivas. También es el aumento de los incendios forestales y la dura sobrevivencia de los animales salvajes: desplazados y con trastornos.
Los sistemas alimentarios han seguido, en los últimos decenios, el paradigma de producir más alimentos a menor coste. Mediante el aumento en el uso de insumos como fertilizantes, pesticidas, energía, tierra y agua. Y sobre prácticas insostenibles como monocultivo y labranza pesada. Esto ha reducido la variedad de paisajes y hábitats, amenazando o destruyendo la reproducción, alimentación y anidación de aves. Así como de mamíferos, insectos y organismos microbianos, y desplazando a muchas especies de plantas nativas.
Este modelo alimentario conduce a un círculo vicioso: el menor coste de producción crea una mayor demanda de alimentos que también deben producirse a un bajo coste, a través de una mayor intensificación y un mayor desmonte de tierras.
Los impactos de producir más alimentos baratos no se limitan a la pérdida de biodiversidad. El sistema alimentario mundial es uno de los principales impulsores del cambio climático y es responsable de alrededor de 30% del total de emisiones producidas por el hombre.
El sistema alimentario, en el banquillo
El informe de Chatham House muestra cómo los incentivos para aumentar la producción de alimentos a costos mínimos, han resultado en una disminución del 14% de las especies del mundo. Con una gran responsabilidad en el sector de la carne.
Además señala, al sistema alimentario como uno de los principales contribuyentes a las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Por tanto, impulsa el cambio climático, que degrada aún más los hábitats y provoca que las especies se dispersen a nuevas ubicaciones. A su vez, esto impone un contacto con nuevas especies y crea oportunidades para el surgimiento de enfermedades infecciosas.
Sostiene el instituto que sin una reforma del sistema alimentario, la pérdida de biodiversidad seguirá acelerándose. Una mayor destrucción de ecosistemas y hábitats amenazará la capacidad para sostener poblaciones humanas.
En ese sentido, Chatham House presenta tres «palancas» para reducir las presiones sobre la tierra y crear un sistema alimentario más sostenible.
El primero es cambiar los patrones dietéticos para reducir la demanda de alimentos y fomentar más dietas basadas en plantas. El segundo consiste en proteger y reservar tierras para la naturaleza. Ya sea mediante el restablecimiento de ecosistemas nativos en tierras de cultivo preservadas o integrando áreas de hábitat natural en tierras de cultivo. El tercero es cambiar a una agricultura más sostenible.
Considera que las tres palancas serán necesarias para que el rediseño del sistema alimentario tenga éxito.
Asimismo indica que la humanidad debe cambiar hacia dietas más basadas en plantas. Reservar más tierra como hábitat natural protegido y adoptar métodos agrícolas más sostenibles.
Condiciones para el bienestar animal
Conociendo las actuales condiciones del sistema alimentario y las propuestas de reformas, la UE debe tomarlas en cuenta. Debería restringir el acceso a su mercado a los productos animales que cumplan con las normas aplicadas en la comunidad, en particular sobre bienestar animal.
Permitir o favorecer el acceso a su mercado solo para alimentos para animales asociados con normas de bienestar animal. Y disminuir la producción de carne de «baja calidad», que ha demostrado tener el mayor impacto en la biodiversidad, debido a la explotación intensiva de tierras. Y evitar así estos efectos nocivos en el exterior.
También es probable que este enfoque condicional incentive a los productores dispuestos a exportar a la UE a mejorar sus estándares de bienestar animal para igualarlos a los de Europa.
Por otra parte, la reducción de los flujos de productos alimenticios de baja calidad también reducirá la exposición de los consumidores a la carne y los lácteos de mala calidad. Teniendo en cuenta que la industria alimentaria de «bajo costo» a menudo se basa en el uso excesivo de antibióticos en la producción animal. Alimentando la resistencia a los antimicrobianos, que es reconocida como «una de las mayores amenazas para la salud humana» por la OMS.
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