La fatiga pandémica, los síntomas depresivos y la reducción de las relaciones sociales desincentivan la actividad física entre las personas mayores. Un estudio revela los factores que han afectado negativamente el nivel de actividad en este colectivo durante el confinamiento
JOAN ANTONI GUERRERO VALL
Las personas mayores han sido uno de los grupos más afectados por la pandemia de la COVID-19, no solo en cuanto a contagios y mortalidad, sino también por las consecuencias que han tenido las medidas de distanciamiento social y las restricciones de movilidad.
El profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya Marco Inzitari, jefe del grupo Envejecimiento, Fragilidad y Transiciones en Barcelona del Vall d’Hebron Instituto de Investigación, en el Parque Sanitario Pere Virgili, ha impulsado un estudio con personas residentes en Barcelona en el que se ha comprobado cómo los síntomas depresivos, la fatiga y las reducidas relaciones sociales han influido negativamente en el nivel de actividad física que las personas mayores han mantenido durante el confinamiento por la COVID-19 en España.
El estudio, liderado por este experto presidente de la Sociedad Catalana de Geriatría, permite comprobar que el nivel de actividad física depende de varios factores y, en consecuencia, a la hora de ayudar a una persona mayor, hay que incidir en varios aspectos de su vida.
ENVEJECIMIENTO SALUDABLE
El estudio, que se había iniciado antes de que se declarara la pandemia con el objetivo de evaluar el impacto de un programa de envejecimiento saludable, tiene la ventaja de emplear los mismos instrumentos antes y después del confinamiento estricto y comparar la situación de los participantes.
El programa +ÁGIL Barcelona –que ofrece recomendaciones de actividad física a los participantes– es un programa de intervención para la promoción de la salud y el envejecimiento saludable dirigido a personas de especial fragilidad.
«Personas que todavía son relativamente autónomas y que manifiestan signos de fragilidad, pero que se encuentran en una fase muy precoz, hecho que las identifica como las candidatas ideales para una intervención», explica Inzitari, que también es miembro del grupo multidisciplinario de COVID-19 del Ministerio de Ciencia e Innovación. El estudio ha permitido hacer el seguimiento dinámico de un total de 98 personas.
«Las personas más robustas, con más reserva, han resistido mejor a la enfermedad. Por este motivo, se tiene que promover un envejecimiento saludable, utilizando siempre las herramientas digitales para llegar a más escala y poder actuar también en situaciones extremas como el confinamiento»
Algunas de las conclusiones del estudio son que, en la disminución del nivel de actividad física de las personas durante el confinamiento influyó el hecho de vivir solas (38%), tener síntomas depresivos previos (21,9%) o fatiga declarada durante la pandemia (38,1%). En cambio, las personas que manifestaron haber tenido un contacto social con personas diferentes a las de la familia (46,9%) y haber mantenido actividades de lectura (26,5%) durante el confinamiento han mostrado unos niveles de actividad física mucho más elevados.
Estos datos son, en opinión del investigador, una evidencia sobre la «constelación de factores» que contribuyen a la «reducción de la actividad física» y que tanto pueden estar relacionados con la salud como con aspectos sociales.
En la disminución de la actividad física han contribuido elementos relacionados con los límites a las interacciones sociales o con los efectos biológicos por la reducción de la movilidad, por ejemplo.
«Por un lado, los aspectos previos a la pandemia, como el hecho de tener síntomas depresivos, pero al mismo tiempo las relaciones sociales, la fatiga que se percibe dada la situación de pandemia y tener menos red social», subraya el experto.
Las múltiples causas que conducen a esta reducción hacen evidente que los programas para recuperar la actividad física de las personas afectadas «no pueden limitarse solo a dar consejos y recomendaciones», remarca Inzitari.
El profesor de la UOC defiende: «También hay que procurar que progresivamente estas personas recuperen las relaciones sociales. Tenemos que velar por su estado anímico, porque con actividad física por sí sola no llegaremos a resultados».
Las consecuencias negativas del envejecimiento tienen que ver, como se ha demostrado, no solo con la salud, sino también con el entorno social o algunos factores psicológicos.
«Si intervenimos en una sola cosa, no cambia la situación, porque el abordaje tiene que ser muy sistémico y colaborativo: con intervención de los agentes de salud (atención primaria), geriatras, servicios sociales, entidades del tercer sector y cuidadores», comenta Inzitari.
De esta experiencia, Inzitari destaca el aprendizaje sobre la importancia de promover un envejecimiento saludable que permita superar situaciones parecidas en el futuro. Por eso, destaca el valor de «la promoción y prevención de la salud en todas las edades».
El profesor de la UOC también subraya la relevancia de incluir en los programas dirigidos a los mayores la introducción del componente digital.
«Hay que poner en valor que hay aplicaciones y programas que también ayudan a ofrecer este acompañamiento para recuperar la movilidad física de manera digital», apunta. Las aplicaciones, aun así, tienen que ser fiables y, de alguna forma, «tiene que haber una tutela por parte de los profesionales de salud».
CINCO CONSEJOS PARA RECUPERAR LA ACTIVIDAD FÍSICA
1. Realizar al menos 150 minutos de actividad física moderada (por ejemplo, andar rápido, no pasear) a la semana. Se pueden fragmentar en diferentes momentos de cada día o bien repartirlos entre algunos días de la semana. Solo andar no es suficiente: hay que reforzar la musculatura, sobre todo la de las extremidades inferiores. Se pueden integrar ejercicios sencillos como hacer sentadillas, por ejemplo, con una silla detrás por precaución.
2. Se pueden usar algunas aplicaciones digitales, como ViviFrail –gratuita–, que hace una evaluación del estado físico con pocos ejercicios y recomienda un programa adaptado.
3. Cada uno debe encontrar la actividad y la logística u organización que prefiera, porque eso ayudará a que la actividad física sea una rutina constante. Claramente, hacer algo es mejor que no hacer nada, y el hecho de que sea agradable ayuda.
4. También hay que dar importancia a otros aspectos como la nutrición (mantener una dieta variada y agradable, sobre todo con proteínas, frutas, verduras y la cantidad correcta de lácteos, y controlar los carbohidratos y grasas) y el sueño (en este sentido, la actividad física y mantener unas rutinas estables también ayudan a dormir mejor).
5. Mantenerse activos en general, cultivar intereses y, sobre todo, mantener y cuidar las relaciones sociales, con familia y amigos. Mejor en persona, si puede ser, y esperamos que con la vacuna se puedan recuperar, y, si no, virtualmente.
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