Por Manuel Domínguez Moreno
La historia de algunos pueblos no es más que el relato continuo de un éxodo permanente a la búsqueda de unas señas de identidad, de un territorio, de una cultura o, si me apuran, de un Estado que le otorgue carta de naturaleza a sus legítimas aspiraciones en el panorama internacional y en el devenir del resto de las naciones del planeta. Su bien más preciado es la libertad y, casi en el mismo plano, la independencia. Tener la capacidad de decidir su futuro por sí mismo. Poder soñar con lo que quiere ser porque de esta manera comienza a hacer realidad sus pretensiones, a dibujar sus designios, a construir un proyecto, a concretar un propósito, a pergeñar una ambición, compartir un anhelo y mantener viva una esperanza cierta.
La historia de la humanidad la protagonizan aquellos pueblos que han logrado que su legado perdure y se transmita de generación en generación. Es la crónica de una supervivencia en la que han sobrevivido aquellos que nunca se sometieron a los elementos ni a las circunstancias, que no doblaron la cabeza y mantuvieron la frente alta ante los condicionantes de su época y destrozaron paradigmas y modelos para crear otros nuevos, todos los hombres que nunca fueron esclavos de otros hombres ni renunciaron jamás a su memoria en la búsqueda inútil del tiempo perdido, en el intento vano de romper las cadenas que aprisionan el alma, amordazando el verbo y sometiendo la conciencia.
Nos podrán despojar de todo, pero seguiremos vivos incluso cuando no reste nada por hacer porque aún conservamos la palabra. Por más que se repita la historia, el futuro sólo pertenece a los que no pierden la esperanza y creen en el cambio entendido como revolución.
La globalización, ese cáncer que avanza conquistando territorios y destruyendo conciencias, propagando la enfermedad incurable de la intransigencia y convirtiendo la insolidaridad y la injusticia en pandemia, profundizando en la brecha moral y en el abismo que separa a ricos y pobres, sólo acerca a los poderosos de este mundo que se construye a través de una fuga de ideas concebidas por un visionario o un loco, y si me apuran incluso poeta, a todos aquellos que son capaces de anticiparse a su tiempo y predecir profundos cambios.
Revolucionarios de las conciencias que surgen siempre del hombre-pueblo, no de las dictaduras públicas que detentan el poder y utilizan el dinero para comprar voluntades y turbar el discernimiento, sobornando cualquier ética, cualquier moral, sin escrúpulos, sin piedad y sin complejos, sin remordimiento, sin reparo y sin recato. Hace ya un buen rato que vengo refiriéndome a éxodos, naciones sin Estado, balsas de piedra, continentes aislados, pueblos que levitan y revoluciones pendientes. Déjenme ahora que les hable del sexto continente.
El sexto continente se ha convertido ya en el más poblado de la Tierra y crece de manera exponencial. No tiene fronteras, ni siquiera un territorio definido. No ocupa ningún espacio físico. No tiene límites ni medida. Su realidad es supranacional y, al carecer de Estado, no honra a ningún Padre de la Patria. Eso sí, cuenta con tantos libertadores como habitantes porque la semilla de la libertad y la independencia se ha plantado en el corazón de cada hombre y de cada mujer que lo habita.
Han tomado posesión de su propio microcosmo en todo el orbe conocido y se reconocen por la calle como cómplices revolucionarios cuyas intenciones, no obstante, se esconden a los dictadores públicos. Su rostro es el del hombre-pueblo y sus mil bocas claman al unísono por el cambio. Su territorio solo puede ubicarse en sus almas y su patria en sus conciencias.
Son los hijos de la inmigración y el desarraigo, de la falta de oportunidades, de la miseria y de la enfermedad, de la búsqueda de una vida mejor, que saben a ciencia cierta que otro mundo es posible. No persiguen el realismo mágico ni la quimera sino la justicia y la igualdad de oportunidades, los derechos humanos, el equilibrio medioambiental y la sostenibilidad. No tienen raza ni color de piel ni región porque representan a todas las razas y a todas las regiones, a todos los oprimidos, a todos los perdedores.
Allí donde se encuentre, infiltrados en el corazón del sistema contra el que luchan sin cuartel, camuflados en las nóminas de las multinacionales que combaten, resistiendo, alimentando una nueva sociedad que hunde sus raíces ideológicas en el poder que emana del pueblo y para el pueblo, en el reparto social de las riquezas y los recursos naturales, en el convencimiento de que existe una soberanía popular que postula que ningún hombre es mejor que otro hombre por el simple hecho de serlo porque todos hemos nacido libres e iguales.
Este ejercito de inmigrantes se expande por el mundo como una mancha de aceite y ya está dejando su huella indeleble en los países ricos y desarrollados, atentos y vigilantes ante una revolución que está ganando batallas todos los días sin disparar un solo tiro. Nadie les prometió nunca nada, pero saben que heredarán la Tierra, aunque sea nada más que para preservarla de los depredadores voraces e insaciables que se comen sus entrañas. Han entendido que los actuales dictadores privados quieren hacer de la guerra la paz del futuro. Por eso luchan contra los viles, los ruines, los mezquinos, los intolerantes, los insolidarios, los xenófobos y comprenden porque así lo han asimilado entre el hambre, la esclavitud y la marginación que nacieron con libertad y desean mantenerla o volverla a conquistar con dignidad.
Todos ellos pobladores de mi “Sexto Continente”. Ese agujero negro de información que oculta muchas de las crisis que se producen en el mundo, ese mundo que he dado en llamar “Sexto Continente”. Porque a diferencia de los otros éste no se limita por fronteras geográficas, ni por ríos, ni mares, ni por clima o raza, ni por su lengua, su cultura; éste se distingue, ya que todo lo anterior lo posee por su “invisibilidad”, es un espacio en el mundo ocupado por millones y millones de seres humanos invisibles para el resto de la humanidad.
*NOTA
Definición de las investigaciones sociológicas de los términos utilizados por el autor:
A) SEXTO CONTINENTE
La creación de un nuevo continente, el sexto, viene a definir a aquellos individuos que han surgido de nuestra propia sociedad y hoy alcanzan todos los rincones del planeta. El espacio real-virtual que ocupan los millones y millones de espacios cósmicos determinados por cada uno y, en total de todos, los que corresponden a los seres migratorios que componen la nueva realidad de un presente y un futuro. Estos hombres y mujeres que marcan las principales líneas políticas, sociológicas, culturales e históricas de las civilizaciones desarrolladas en este tercer milenio.
Este sexto continente es el nuevo mundo silente, apabullante y poderosamente justo que no está limitado por fronteras, idiomas, colores, religiones, ni culturas. Que por el contrario sus fronteras vienen marcadas por el sentimiento de unidad y solidaridad entre todos los que deben construir su hogar en el lugar que eligieron con el único fin de reclamar para su existencia como humanos justicia y dignidad, para ser hombres libres en un espacio de libertad.
B) DICTADURA PRIVADA
Toda aquella imposición que proviene de los grandes capitales, que acaban subyugando al pueblo en general utilizando su manera unilateral de ver y organizar el mundo, en el que solo el poder económico y el capital sobresale y prima por encima de todo.
Para una dictadura privada, el dinero se convierte en la más aterradora de las armas para destruir la sociedad y el universo. Doblegan tanto a los hombres como a los países, débiles y menos débiles. La red de su influencia extorsiona y debilita la democracia. Estableciendo de esta manera sin escrúpulos las pautas para un mundo al antojo de sus intereses personales.
C) HOMBRE PUEBLO
Para distinguir a los seres humanos que, lejos de identificarse con elitismo y clases dominantes, hacen suyas las preocupaciones de la gente sencilla. Se distinguen por su identidad como pueblo, con el objetivo de luchar esforzándose en mantenerla.
Los caracteriza su forma de vivir con el espíritu de unidad con los suyos ante el poder del capital y los gobiernos autoritarios, aunque estos emanen de un régimen democrático y de su inteligencia natural.