Están comprobados los desajustes emocionales que produjo el confinamiento severo de 2020, la etapa más dura de la pandemia. El encierro y las limitaciones sociales desataron malestares mayores. A contrapeso, y conforme a la naturaleza humana de socializar, se han comprobado también los beneficios que depara para la salud el sentido de pertenencia a grupos sociales. Incluso, de su increíble poder curativo.
Participantes de un estudio que bailaron en plazas públicas al menos cinco días semanales a lo largo de tres meses. Y bajo la instrucción de una entrenadora, presentaban un menor riesgo de desarrollar una depresión que las que no lo hicieron (grupo de control). Los investigadores comprobaron que esa diferencia no estaba relacionada con la edad, el nivel educativo ni la situación económica, sentimental o laboral.
“Estas son mis hermanas, mi familia”, comentó una de las usuarias. Las investigaciones confirman ahora lo que estas mujeres parecen saber desde siempre: la actividad compartida, como el baile, es beneficiosa para la salud. No importa el lugar donde practique.
También se han constatado efectos positivos similares en eventos masivos que, a priori, no se clasificarían como saludables. Es el caso del Magh Mela, un peregrinaje hindú que se celebra en el norte de la India. Y que reúne cada año a millones de personas. Uno de los rituales que incluye este acontecimiento es un baño multitudinario en el río Ganges.
Las condiciones básicas (higiene, alimentación y descanso) durante el festival son catastróficas. El volumen del sonido resulta ensordecedor, la temperatura nocturna desciende por debajo de los cero grados y el riesgo de contagio de enfermedades es elevado. Por tanto, debería presuponerse que tomar parte en este evento perjudica la salud.
Grupos sociales garantizan beneficios a la salud
¿Cómo se explica el efecto de la pertenencia a grupos sociales sobre la salud? Otras investigaciones recientes afirman que la experiencia positiva en un grupo resulta decisiva. Ya sea con la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, las agrupaciones de aficionados (grupos de música o clubes de deporte. Las comunidades religiosas, los grupos políticos o ideológicos (veganos o activistas climáticos). Sentirnos identificado con una comunidad fomenta nuestro bienestar y salud.
Para ello no es necesario reunirnos cara a cara con los demás miembros del grupo. En la pandemia, sobre todo en el período de mayores restricciones, las comunidades virtuales ocuparon un lugar relevante.
La importancia que desempeña la calidad de las relaciones sociales para disfrutar de una vida larga y saludable se ha demostrado en un estudio de Harvard. Es uno de los análisis longitudinales más amplios jamás realizado. Los autores recogieron datos de más de 700 hombres, en algunos casos durante más de 75 años. Al comienzo de la investigación, los participantes eran estudiantes de Harvard o niños y jóvenes de barrios pobres de Boston. Cada dos años, respondían cuestionarios acerca de su situación económica, aficiones o calidad de su relación de pareja. Además, cada cinco años se les efectuaba una revisión médica, que incluía chequeo cardiovascular, análisis de sangre y orina, más un escáner cerebral.
Sin distingos, la soledad mata
La calidad de las relaciones sociales al comienzo del estudio —y no los niveles de colesterol ni el desarrollo de una enfermedad crónica— predecían mejor la salud. También la satisfacción vital que mostrarían los hombres a los 80 años de edad. El director del estudio, Robert Waldinger, señaló que la clave para una vida larga y saludable son las buenas relaciones sociales. Por el contrario, la soledad mata; no importa si se es rico o pobre.
En 2010, el equipo de psicólogos liderado por Julianne Holt-Lunstad, de la Universidad Brigham Young, analizó 148 estudios con más de 300.000 personas. En este metanálisis compararon la influencia de las relaciones interpersonales en la tasa de mortalidad. Con la influencia de “sospechosos más habituales”, como el tabaco, el sedentarismo o el sobrepeso. Constataron que el sentido de pertenencia a grupos sociales y el afecto guardaban una mayor relación con una mejor salud y una elevada esperanza de vida.
De este modo, las personas que mantenían buenas relaciones sociales presentaban un 50% más de posibilidades de supervivencia en comparación con las que carecían de este tipo de apoyo.
Asimismo, el sociólogo Robert David Putnam, también de la Universidad Harvard, llegó a conclusiones similares, recogió Investigación y Ciencia. Observó que los ciudadanos estadounidenses participaban activamente menos que hace unos años en servicios religiosos, partidos u organizaciones, a costa de su salud. “Si no se pertenece a ningún grupo, pero se decide unirse a uno, el riesgo de morir en los siguientes seis meses se reduce a la mitad”, afirmó. “Si se fuma y no se pertenece a ningún grupo, desde una perspectiva estadística, se puede tirar una moneda al aire para decidir si se deja de fumar o se busca un grupo”.