El rumor ha encontrado un terreno fértil para crecer y multiplicarse en la era digital, en la que la información y las noticias se propagan vertiginosamente. Desde los albores de la humanidad hasta estos tiempos de redes sociales, el rumor ha sido un compañero constante de nuestra existencia.
Cada avance tecnológico ha ayudado a su expansión. El interés colectivo los ha hecho tan reales, que en muchas ocasiones permanecen por generaciones sin que ya importe cómo y cuándo comenzaron.
Rumor impreso
En el siglo XV, Johannes Gutenberg revolucionó la comunicación al inventar la imprenta. Por primera vez, las ideas podían ser reproducidas en masa y distribuidas ampliamente. Sin embargo, junto con los textos sagrados y las obras literarias, también se propagaron rumores y mitos. Las historias de brujas, monstruos y conspiraciones encontraron su camino hacia los libros impresos, alimentando la imaginación y la paranoia de la sociedad.
En la actualidad se recuerda solo el lado más reputado del invento de Gutenberg y su contribución al intercambio de ideas y a la revolución científica. Pero igual a como hoy proliferan noticias falsas en las redes sociales, la imprenta también facilitó la circulación de rumores en panfletos sensacionalistas.
La invención de Gutenberg permitió la multiplicación de figuras demoníacas y monstruosidades. Las imágenes ahora pueden parecer descabelladas, pero fueron comúnmente aceptada por lectores y espectadores analfabetas. Además del Papal Ass, una fusión sexualizada y grotesca de burro, mujer, diablo y pájaro, estaba el monstruo de Ravenna. Con un solo cuerno, dos alas en forma de murciélago, una parte inferior del cuerpo hermafrodita y una garra de águila.
Marxismo mentiroso
La invención en 1843 de la imprenta rotativa por el estadounidense Richard Hoees permitió el crecimiento desmedido de panfletos con noticias a menudo cuestionables. Como con Gutenberg, los modos de circulación recién emergentes cumplieron una doble función: fueron un agente de progreso y, simultáneamente, un amplificador de rumores y desinformación. La publicación del Manifiesto del Partido Comunista de Karl Marx y Friedrich en 1848 es un claro ejemplo de esta dicotomía.
Marx y Engels atacan explícitamente a la mayoría de los textos supuestamente socialistas. Refutan afirmaciones que parecían ofrecer una versión hueca del socialismo, así como rumores y ansiedades sobre los peligros de una toma comunista. A la vez, dejan colar su propia narrativa socialista de una clase burguesa como un poderoso antagonista que ha creado un mercado mundial sin restricciones. Asegurando que los burgueses provocarán inadvertidamente la liberación de las cadenas de explotación capitalista.
La aparición de las telecomunicaciones aumentó el alcance y la velocidad de propagación de la comunicación, y con ella también la de los rumores. Las noticias falsas y las leyendas urbanas se multiplicaron como nunca antes. Con el apogeo en el siglo pasado del teléfono, la prensa, la radio y la televisión, viajaban de un continente a otro en cuestión de segundos. Con la invención de los ordenadores, la información se digitalizó y se volvió aún más accesible. Los correos electrónicos en cadena, los bulos en línea y los memes virales se convirtieron en el pan de cada día. El rumor encontró nuevos caminos para infiltrarse en nuestras vidas. Vivimos en una época caracterizada por el rápido flujo de información, donde los titulares de noticias se difunden más rápido de lo que la mayoría podemos mantener el ritmo.
Bots y desinformación
Hoy en día, los algoritmos y los bots son los nuevos propagadores de rumores. Las redes sociales están inundadas de desinformación, teorías de conspiración y noticias falsas. Desde QAnon hasta las teorías sobre la pandemia, el rumor se ha convertido en una fuerza poderosa que puede influir en elecciones, movimientos sociales e incluso en la salud pública.
La inteligencia artificial permite hoy en día crear algoritmos que, en apenas unos segundos, pueden elaborar mensajes lógicos, sin que siquiera podamos sospechar que detrás de una opinión o un comentario no hay una persona real o que quien está esconde su verdadera identidad bajo un nombre falso.
Estos usuarios ocultos se encuentran difuminados por Facebook, Instagram, Twitter y TikTok creando matrices de opinión sobre infinidad de temas. Especialista aseguran que normalmente tienden a ser opiniones que dañan o violentan algún derecho humano, desde violencia de género hasta mensajes de odio. Uno de los usos habituales es en campañas electorales a través de la promoción artificial de hashtags, likes a contenidos publicitados o el incremento de seguidores. Otros contextos destacados donde se utilizan son las campañas de desinformación sobre salud pública, la difusión de teorías conspiratorias, el reclutamiento y propaganda terrorista o la manipulación de mercados financieros.
No tan falsos
Las noticias falsas aprovechan sesgos cognitivos de los seres humanos para que, paradójicamente, nos resulten más atractivas que las verdaderas. La mayoría de las veces tendemos a filtrar la información que nos llega quedándonos con la que refuerza nuestras creencias, y descartamos aquella que nos desafía.
Está claro que los rumores son engañosos y vienen cargados de desinformación y propaganda deliberada. Pero los rumores virales no son del todo falsos. Pueden dar voz a los temores y deseos colectivos al hablar con agravios reales, ya sea de la corrupción del Papa o la creciente desigualdad social. Las redes sociales actúan como amplificadores, multiplicando el impacto de una noticia falsa, gracias a la participación de los propios usuarios en la viralización. Esta se ve también favorecida por la propia naturaleza de los algoritmos que regulan la difusión de información dentro de estas plataformas.
Debido a que los rumores obtienen credibilidad de un ciclo de retroalimentación autoamplificador, su circulación rara vez termina con refutaciones racionales o verificaciones de hechos. En cambio, puede que de manera inadvertida se ayude a repetir y difundir la acusación que refuta.
Motivaciones
Las motivaciones detrás de los rumores son variadas y a menudo dependen del individuo o grupo que las crea y difunde. Pueden tener un objetivo político para influir en la opinión pública, favorecer a un candidato o partido político, desacreditar a los opositores o simplemente crear confusión y descontento.
Algunos responden a un interés económico. Se crean para generar tráfico en sitios web o plataformas de redes sociales. Titulares sensacionalistas y las historias impactantes pueden atraer gran cantidad de usuarios, que se traduce en ingresos por publicidad. Otros buscan promover una ideología particular o una creencia religiosa. Refuerzan prejuicios existentes, fomentan la intolerancia o el odio, o radicalizan a individuos y grupos.
En algunos casos, forman parte de una táctica para desestabilizar a una sociedad, a un gobierno o a una organización. Se valen de la creación y difusión de noticias falsas para sembrar discordia, fomentar miedo y desconfianza, y erosionar la fe en las instituciones. Cabe destacar que las motivaciones no son mutuamente excluyentes y a menudo pueden coincidir. El rumor es un monstruo que ha evolucionado con nosotros a lo largo de la historia. Pero también tenemos las herramientas para contrarrestarlo. La próxima vez que veas un meme o una noticia impactante, pregúntate: ¿es un rumor o una verdad oculta? La respuesta podría marcar la diferencia.