El disco de cloruro de polivinilo o vinilo, como se le conoce popularmente, llegó a las tiendas a mediados del siglo XX. Fueron lanzados por la compañía estadounidense Columbia Records como una mejora de las grabaciones de música en goma-laca.
Una investigación de The Hustle encontró que en la década de los setenta las ventas de vinilos alcanzaron un máximo de 530 millones de unidades/año y representaron el 66% de todos los ingresos por formatos de música. Pero en los años noventa Señaló las ventas cayeron a menos de 10 millones de unidades. Un 0,1% de la cuota de mercado.
Pero todo vuelve. La moda es cíclica y es un hecho el retorno del vinilo en la industria musical. Christine Gough, directora senior de producción física de Universal Music Group, dice que la gente saca tiempo de su ajetreada vida para escuchar música en vinilo. «Quieren sentarse, poner el vinilo y escucharlo”, anota.
Gough afirma que la posibilidad de interacción física es lo que más le gusta a los entusiastas del disco de vinilo. Los datos de The Hustle indican que en los últimos 15 años las ventas de vinilos nuevos aumentaron gradualmente. Solo en la primera mitad de 2021, se vendieron 17 millones de álbumes. Un aumento del 86% desde 2020.
Viabilidad del retorno del vinilo
El auge del vinilo tiene ciertos inconvenientes que empiezan en la fabricación. Durante la década de los ochenta, cuando el vinilo decayó, muchas de las fábricas cerraron. Actualmente existen unas 40 plantas. Además, la falta de máquinas retrasa la producción. Las máquinas tienen más de 50 años y existen pocas. Son muy difíciles de encontrar. Tampoco hay mano de obra cualificada. Son dificultades que retrasan el proceso, lo que antes se tomaba 6 semanas ahora requiere 6 meses o hasta más.
Si se analiza a priori, se podría pensar que al no haber formato físico la música digital es más ecológica. El vinilo multiplica por doce la huella de emisiones de carbono de otros formatos físicos. El vinilo es un derivado del petróleo. Un artículo de la revista de música electrónica Sychronize calcula que más del 50% del PVC utilizado por las fábricas de vinilos en Estado Unidos provienen de la empresa Thai Plastic and Chemicals Public Company Limited (TPC), que opera a orillas del río Chao Phraya, cerca de Bangkok. Greenpeace ha denunciado el vertido en el río de las aguas residuales tóxicas.
Otra preocupación sobre el retorno del vinilo son los gases de efecto invernadero (GEI). Un análisis publicado en The Conversation indica que en 1977, las emisiones producidas por grabaciones musicales en Estados Unidos alcanzaron los 140 millones de kilos. Para 1988 la cifra era de 136 millones. En el 2000 alcanzó los 157 millones. La estimación del año 2016 sitúa la emisión de estos gases entre 200 millones y 350 millones de kilogramos, solo en territorio estadounidense.
Es importante mantener en mente que también la música digital, aunque desmaterializada, tiene una huella de carbono muy importante. El procesamiento y almacenamiento de los archivos en la nube requieren de inmensas cantidades de recursos y energía.
Las plataformas como Spotify, Apple Music, YouTube o Deezer -entre muchas otras- han tomado la industria digital para poner a disposición de sus clientes gran parte de la oferta musical actual. Un estudio publicado por científicos de la Universidad de Glasgow y de Oslo
Demuestra que «el impacto medioambiental de escuchar música nunca ha sido más alto como ahora». Ni siquiera cuando el plástico era necesario para fabricar vinilos, CD y casetes». El doctor Matt Brennan, líder de la investigación, resalta que el objetivo del estudio no es decirle a los consumidores que dejen de escuchar música, sino despertar su preocupación sobre costos medioambientales involucrados en las conductas de consumo».
El doctor Kyle Devine, de la Universidad de Oslo, asegura que si bien «desde la perspectiva de la contaminación del plástico, la industria musical ha reducido su impacto desde la época del vinilo, la transición a sistemas de streaming con dispositivos conectados a Internet ha aumentado significativamente la huella de carbón y ahora es de los más altos en la historia de la música.
Ver una serie en Netflix no es más amigables con el planeta. Una capítulo de una serie de una hora, por ejemplo, supone una emisión de 55 gramos de CO2 (como reconoció la propia empresa de ‘streaming) que equivalen a cuatro bolsas de palomitas en un microondas. Concretamente, se calcula que la huella de carbono digital supone entre un 1,8% y un 2,8% de las totales, por lo que muchas empresas tecnológicas -como Google o Netflix- se han comprometiendo a reducir este daño al planeta.