Por Cambio16
05/04/2017
Con los brazos cubiertos de dibujos en rojo y verde, el tatuador Álvaro Quesada se mueve a su gusto por la enfermería del Hospital Universitario de Torrejón de Madrid. Su trabajo de artesano es una innovación en la salud pública española: Álvaro tatúa pezones y aureolas en las mujeres que reconstruyeron sus mamas luego de una mastectomía.
Su trabajo es el último paso estético para las mujeres que buscan reiniciar su vida después de que el cáncer las obligara a perder sus pechos.
«Se van llorando y abrazándome. Mi servicio es terapéutico«, cuenta Quesada, de 32 años y ciego de un ojo, que realiza su trabajo en el hospital de forma gratuita.
La reconstrucción mamaria se realiza meses o, a veces, años después de una mastectomía. En una primera cirugía se insertan expansores de tejido para estirar la piel y hacer lugar a las prótesis. El último paso del proceso es el que lleva a cabo Álvaro.
«A esta altura, la mayoría de las pacientes están exhaustas», explica Lorenzo Rabadan, el médico que se acercó a Quesada y lo invitó a que entrene a su equipo en la técnica del tatuado.
Con una pistola de tinta, Quesada recrea la ilusión óptica de un pezón en 3-D sobre un pecho reconstruido y mezcla colores como rosa, azúcar negra y negro tribal para simular la forma natural de una aureola.
«Ahora sí. Por fin todo esto terminó. Ahora puedo recuperar mi vida», dijo Mamen Malagon (43), tras terminar la sesión de su tatuado. En 2011 le diagnosticaron cáncer de mama y poco tiempo después se realizó una mastectomía. «Todo listo», respiró aliviada. «¿Sabes lo que significa decir que todo terminó?».