Por Patricia Matey
03/06/2016
s un ‘todo’ en un solo producto: protege la salud cardíaca, la vista y la tensión arterial, además de cuidar de la piel y de las articulaciones. El aguacate se ha colado en el top ten de los superalimentos. Originario de México, donde se cultivaba ya en el año 1500 antes de Cristo, y de Perú (se han hallado semillas en tumbas incas), esta fruta desbordante de sabor goza de una gruesa piel que le confiere protección frente, por ejemplo, a los insectos. Desde hace unos años, se está posicionando en los fogones de todo el mundo y ahora parece que su versión en forma de aceite es el nuevo must como ingrediente esencial para completar una dieta sana con el máximo beneficio para la salud.
Ata Pouramini es autor de los libros Tú eres tu medicina (VivirBooks, 2014) y El gato persa que quería comer caviar (VivirBooks, 2015). Experto en nutrición y quiropráctico en Valencia declara: “Las propiedades regenerativas y antioxidantes, así como su eficacia en la lucha contra el colesterol, han situado al aceite de aguacate entre los productos más populares por su salubridad. Además, su cualidad “quemagrasas” (capacidad termogenética que permite consumir más calorías que el alimento aporta) le ha posicionado, incluso, dentro de las dietas para adelgazar”.
Como aclara Salvador Molina, presidente en Murcia de la Asociación de Profesionales y Autónomos de las Terapias Naturales (Aptn-Cofenat) y especialista en nutrición ortomolecular: “El aceite de aguacate o palta se obtiene del prensado de su fruto. Ya, de por sí, al aguacate se le conoce como “mantequilla vegetal” y hasta es posible que lo hayamos comido como tal, aderezado con una pizca de sal. Guarda excelentes virtudes que podemos aprovechar en nuestra cocina y como cosmético”. Basta, como aclara Alto Poramini, “entre media a una cucharadita al día de este tipo de aceite para lograr sus ventajas. Por otro lado, no existe ninguna contraindicación en su uso, salvo las precauciones normales a la hora de consumir cualquier producto procesado y en cantidades tolerables y razonables por el organismo”.
Recientemente, el Consejo del Aguacate Hass encargó una revisión de los estudios científicos sobre los aguacates y sus nutrientes. Publicada en Critical Reviews in Food Science and Nutrition, cita 125 trabajos y otras fuentes que detallan sus propiedades saludables, reales y potenciales.
Sólo la mitad de un aguacate contiene los siguientes nutrientes: fibra dietética, potasio, sodio, magnesio, vitamina A, C, E, K1 y B-6, niacina, ácido pantoténico, riboflavina, colina, luteína, zeaxantina, fitoesteroles, ácidos grasos monoinsaturados y azúcar.
El aceite de aguacate presenta un 71% de grasas monoinsaturada, un 13% de poliinsaturada y un 16% de saturada. A medida que madura, el contenido en grasa saturada disminuye y aumenta el de la monoinsaturada, lo que ayuda a rebajar el colesterol, uno de los mayores factores de riesgo cardíaco.
Varios estudios clínicos sugieren que los aguacates colaboran en el control del peso. Recientemente, investigadores de la Universidad de Loma Linda (California, EEUU) han publicado en Nutrition Journal un estudio con 26 hombres y mujeres de mediana edad, sanos, pero con sobrepeso, a los que les dio un menú estándar y otro en el que se introdujo medio aguacate. Los que habían añadido media pieza de este alimento a su almuerzo registraron un 26% más de satisfacción y un 40% menos de apetito tres horas después de tomarlo.
Como aclara Ata Pouramini, “se considera probada su contribución a la reducción de la presión arterial. Por sus elevados niveles de potasio modifica la composición de ácidos grasos en el sistema cardiovascular y, a la vez, regula la presión arterial”.
Esta enfermedad se caracteriza por un deterioro progresivo del cartílago y su función, común en el envejecimiento y en personas con sobrepeso y obesidad. Los aguacates son ricos en luteína y zeaxantina (los carotenoides primarios en los aguacates) que se asocian con un menor riesgo de defectos del cartílago y con propiedades antiinflamatorias.
Tal y como determina Salvador Molina, “su uso en este campo está en aumento, donde tiene excelentes usos en la reparación celular, prevención y reparación de arrugas además de sus virtudes para restaurar la salud del cabello (basta aplicarlo como mascarilla y, después de un rato, lavar con un champú suave).
Este especialista detalla que “gracias a su contenido en luteína, un carotenoide que protege nuestros ojos de las radiaciones ultravioletas y contribuye a la salud de la mácula (la parte manchada de amarillo en nuestra retina), es capaz de proteger los ojos”.
Se le considera un gran aliado de la salud cardiaca debido a su contenido su contenido en grasas monoinsaturadas. En 1960 se llevó a cabo el primer estudio científico sobre el protagonista de este artículo. Ya entonces, las evidencias, recogidas en el Proceedings of the Society for Experimental Biology and Medicine, mostraron su capacidad para intervenir en los niveles de lípidos. Estudios posteriores han probado que reduce el colesterol ‘malo’ (LDL) y eleva el ‘bueno’ (HDL) en personas con hipercolesterolemia, según recoge la revista Critical Reviews in Food Science and Nutrition. Se ha constatado también que disminuye los triglicéridos, tal y como han demostrado científicos del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán de México en Diabetes care.
Como aclara Salvador Molina, “por su riqueza en vitamina E y ácidos grasos insaturados (ácido linoleico y linolénico), favorece la recuperación de la fluidez sanguínea y ayuda a reducir los niveles de colesterol”.
Contienen una serie de fitoquímicos bioactivos que pueden ser potencialmente eficaces contra la enfermedad tumoral. El cáncer de laringe, faringe y cavidad oral son la principal área de investigación relacionada con este alimento. No obstante, como aclara el nutricionista de Valencia, “dado su contenido en vitamina E y compuestos bioactivos con propiedades antioxidantes como los fitoesteroles y la luteína, se puede decir que sí, efectivamente es un anticancerígeno, una vez que se admiten las propiedades protectoras de los alimentos, por ejemplo los de la dieta mediterránea, en el caso de enfermedades graves. Pero, los alimentos no curan, sólo previenen y contribuyen a una vida saludable, siempre y cuando formen parte de una filosofía global de vida sana”.