El gobierno catalán declaró esta semana un episodio de alta contaminación por partículas PM10 en toda la región debido a la intrusión de polvo de origen sahariano. La ciudadanía debió moderar la actividad física al aire libre. Inhalarlo podría traer consecuencias, en especial, en las personas con enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
El Departamento de Territorio y Sostenibilidad declaró el episodio de alta contaminación en toda Cataluña tras encontrar niveles altos de partículas PM10 en las estaciones de la Red de Vigilancia y Previsión de la Contaminación Atmosférica. La media diaria de los niveles de PM10 era superior al valor de 80 mg/m³ en más de una estación.
La declaración de este episodio de contaminación no afecta la circulación de vehículos pero sí reduce la velocidad en los accesos a Barcelona. Incluye la recomendación de desplazarse a pie o en bicicleta, utilizar el transporte público, reducir los desplazamientos en vehículo privado y hacer una conducción eficiente.
La Generalitat también declaró que los niveles de PM10 se mantendrán elevados. Incluso se podría superar el valor diario de 50 mg/m³. En último episodio de contaminación en Barcelona se declaró en enero.
¿Qué es el polvo sahariano y por qué llega a Cataluña?
La capa de aire sahariana es intensa, seca y cálida. Cargada de polvo a menudo recubre el más fresco y húmedo aire de la superficie del océano Atlántico. Es originario de la región del desierto del Sahara de África del Norte, y se extiende desde la superficie hacia arriba varios kilómetros. Como se mueve a lo largo de la costa, se eleva por encima de la brisa marina más densa.
En el norte de África algunas tormentas de polvo y arena se extienden tan alto como 6.000 metros. El fenómeno puede ocurrir en cualquier momento del año, pero se suele asociar con el aire caliente que se encontró en los meses de verano. Duran de unas pocas horas hasta una semana. La «calima», como se le llama, es causada por una tormenta de polvo que se agita por los fuertes vientos del Sahara. Luego es conducida a través de las Islas Canarias al sur por los vientos del este. Las partículas de arena fina hacen que el aire se vuelva grueso y la visibilidad se convierte en algo como una niebla espesa. Con la calima toda superficie se cubre de fino polvo marrón rojizo.
La Organización Mundial de la Salud explica que el peligro de este fenómeno radica en el contenido de bacterias, virus, esporas, hierro, mercurio y pesticidas presente en el polvo. Y es que cuando los vientos en el desierto del norte de África levantan arena, recogen contaminantes al pasar por zonas deforestadas de los países subsaharianos.
En América Latina y el Caribe se sintieron sus efectos en junio pasado. Varios países del área recomendaron a sus ciudadanos el uso de mascarillas y limitar las salidas al aire libre, especialmente los grupos más vulnerables.
Consecuencias aterradoras en tiempos del SARS-CoV-2
Los científicos señalan que esta nube de polvo puede afectar la calidad del aire, pero también tiene un papel importante en la fertilización de los suelos de la Amazonía y las playas del Caribe. El polvillo repercute negativamente en la formación de los ciclones tropicales: reduce la humedad hasta en un 50% al igual que las lluvias mientras dure.
Es muy dañino para las personas con problemas respiratorios y cardiovasculares. Produce grandes molestias en los ojos y las vías respiratorias. Los asmáticos y las personas muy alérgicas suelen ser los más afectados. Sobre todo en estos tiempos, en los que la COVID-19 causa estragos en todo el mundo.
Las partículas miden entre 2,5 y 10 micras, y son respirables. Entonces, pueden entrar por la nariz y la boca al momento de respirar y alojarse en la tráquea, en los bronquios o llegar incluso en menor tamaño las 2,5 hasta los terminales, los bronquios y los alveolos en los pulmones.
La contaminación tomará más fuerza en el futuro
Para el año 2030 los desastres climáticos afectarán 162 millones de personas en el mundo. Unos 108 millones de personas necesitaron ayuda humanitaria en 2018 debido a desastres como tormentas, inundaciones, sequías e incendios forestales. La cifra podría crecer en un 50% para 2030.
Entre 1970 y 2019 los desastres relacionados con el tiempo, el clima y el agua causaron más de 2 millones de decesos y 3.000 millones de dólares en pérdidas económicas. Aunque las muertes se han reducido en un tercio, la cantidad de desastres se ha multiplicado por cinco y las pérdidas económicas, por siete.
Los desastres provocados por la emergencia climática han sido la principal causa en el mundo de desplazamiento interno a lo largo de la última década y cada año han obligado a más de 20 millones de personas a abandonar sus hogares. Actualmente es 3 veces más probable que alguien se vea forzado a dejar su hogar por ciclones, inundaciones o incendios forestales que por conflictos, y hasta 7 veces más que por terremotos o erupciones volcánicas.
Por los datos de 2008 a 2018, España es el tercer país de Europa, tras la República Checa y Grecia, con el mayor riesgo de que su población se vea forzada a moverse debido a desastres generados por el clima. Las personas más pobres son los más vulnerables a ser desplazados, a pesar de ser quienes menos han contribuido a la contaminación provocada por el CO2.
La “buena noticia” es que la financiación climática alcanzó un nivel sin precedentes, llegando a los 500.000 millones de dólares anuales en 2018. Pero esto no es suficiente para afrontar el escenario de un calentamiento global de 1,5 grados Celsius en siglo.
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