Por Iñigo Aduriz
Los dos partidos que han estado al frente del Gobierno en las últimas legislaturas apuran los plazos para diseñar sus respectivas estrategias de cara a las próximas elecciones generales del 20 de diciembre. Ante las encuestas que auguran que será prácticamente imposible que un único partido obtenga la mayoría suficiente para gobernar en la próxima legislatura, y ante la probable irrupción de nuevas fuerzas como Podemos o Ciudadanos, tanto el PP como el PSOE prefieren acercarse a quienes ya fueron sus compañeros de viaje en el pasado parlamentario: los miembros del PNV.
Los nacionalistas vascos han respaldado a ambas fuerzas en momentos clave de la reciente historia política. Gracias a sus votos José María Aznar pudo convertirse en presidente del Gobierno en 1996. También por la ayuda del PNV otro expresidente, en este caso el exdirigente socialista José Luis Rodríguez Zapatero, pudo aprobar sus Presupuestos de 2011, en uno de los momentos más delicados de su paso por la Moncloa. Por eso ante el auge de la conocida como «nueva política» que promulgan los nuevos partidos, y que implica una vuelta de tuerca a la concepción tradicional de las organizaciones políticas españolas, socialistas y populares vuelven a acercarse al partido que hoy preside Andoni Ortuzar.
El PSOE ya respalda al PNV en numerosos ayuntamientos vascos y en las tres diputaciones, en función al acuerdo que alcanzaron en mayo tras las elecciones municipales y forales. Y el PNV está dispuesto a apoyar al PSOE en Madrid, siempre con el objetivo de encontrar en las filas socialistas socios para profundizar en el autogobierno y conseguir más transferencias de competencias al País Vasco. El lehendakari, Iñigo Urkullu, lo decía sin tapujos a principios de verano, en una entrevista en El País: “Me gustaría pactar con el PSOE la próxima legislatura”, aseguraba entonces.
Por los “derechos históricos”
En julio, el líder de los socialistas, Pedro Sánchez, se desplazaba hasta Vitoria para mantener una reunión con el presidente vasco, en lo que se interpretó como un gesto de búsqueda de apoyos ante la posibilidad de que el PSOE pueda convertirse en opción de gobierno. La reforma de la Constitución forma parte del programa electoral de los socialistas y, en ese encuentro, ambos líderes constataron la necesidad de “reformar el pacto constitucional” no sólo en clave territorial sino también en materia de derechos y libertades. Urkullu insistió, además, en la necesidad de respetar los “derechos históricos” del pueblo vasco recogidos en la Constitución, lo cual choca con la idea de igualdad entre todos los españoles en la que insisten, por ejemplo, desde el PSOE de Andalucía o Extremadura.
Consciente de que parte con desventaja ante la buena sintonía que existe con los socialistas, el PP no quiere dejar pasar la oportunidad de acercarse también al PNV, con el que discrepa notablemente en el aspecto territorial, pero con el que puede llegar a coincidir en materia económica. A mediados de agosto el periódico vizcaino Deia informaba de que los nacionalistas vascos habían recibido a principios de ese mes una petición por parte del partido de Mariano Rajoy para reconducir sus relaciones, tras el duro enfrentamiento que mantuvieron en mayo sobre todo después de que el PNV arrebatara la Alcaldía de Vitoria al popular Javier Maroto. El gesto se produjo en un momento en el que las expectativas electorales del PP no dejaban de hundirse, y supuso un giro en la estrategia del partido en el gobierno respecto al nacionalismo vasco.