El cambio climático se escribe a diario, lamentablemente, en la cima del mundo. Alrededor del Polo Norte, donde es impensable llegar, el deshielo avanza rápido. Y el permafrost del Ártico se derrite prácticamente de la noche a la mañana, liberando más CO2 de lo que se esperaba. Este hallazgo agudiza la preocupación por el deterioro ambiental del planeta.
La capa de hielo congelado que se encuentra en las áreas próximas a los polos de Canadá, Alaska, Siberia, Tíbet, Noruega y en varias islas del océano Atlántico sur, se conoce como permafrost del Ártico. Los investigadores saben que los microorganismos desempeñan un papel importante en la liberación de CO2 a medida que se derrite el permafrost. Estos microorganismos se activan a medida que se derrite el suelo. Y convierten las plantas muertas y otros materiales orgánicos allí cumulados por muchos años, en gases de efecto invernadero como el metano, el óxido nitroso y el dióxido de carbono.
Se creía que el hierro mineral se unía al carbono cuando el permafrost se descongelaba. Pero un estudio reciente demuestra que las bacterias incapacitan la capacidad del hierro de atrapar carbono, lo que resulta en la liberación de grandes cantidades de CO2. Un descubrimiento desconcertante.
Un equipo internacional de investigadores, incluida la Universidad de Copenhague, descubrió que las bacterias del suelo liberan CO2 que antes se pensaba que estaba atrapado por el hierro. “El hallazgo presenta una gran huella de carbono nueva que no se tiene en cuenta en los modelos climáticos actuales. Y puede haber mayores emisiones de C02 asociadas con el deshielo del permafrost ártico de lo que jamás se imaginó», dicen los científicos.
Novedades del permafrost ártico y motivos de preocupación
El aumento de las temperaturas globales está provocando que el suelo ártico congelado en el hemisferio norte se descongele. Y libere CO2 que ha almacenado en su interior durante miles de años. Se estima que la cantidad de carbono almacenado en el permafrost es cuatro veces mayor que la cantidad combinada de CO2 emitida por los humanos.
Además, es entre dos y cinco veces la cantidad de carbono liberado anualmente a través de las emisiones antropogénicas de combustibles fósiles.
«Lo que vemos es que las bacterias simplemente usan minerales de hierro como fuente de alimento. A medida que se alimentan, los enlaces que habían atrapado el carbono se destruyen. Y se liberan a la atmósfera como gas de efecto invernadero», explica Carsten W. Müller, del Departamento de Geociencias y Gestión de Recursos Naturales de la Universidad de Copenhague.
Aunque los investigadores solo han estudiado un área de pantano en Abisko, en el norte de Suecia, han comparado sus resultados con datos de otras partes del hemisferio norte. Esperan que sus resultados también sean válidos en otras áreas de permafrost en todo el mundo. «Esto significa que tenemos una gran fuente nueva de emisiones de CO2 que debe incluirse en los modelos climáticos y examinarse más de cerca», añadió Müller.
El permafrost de la Tierra contiene 1.700 millones de toneladas de materia orgánica, acumuladas durante miles de años.
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