Por Iñigo Aduriz
14/12/2015
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«Siempre puede haber sorpresas y más en un entorno volátil», pero como explica Ferran Martinez i Coma, politólogo y doctor en Sociología, «históricamente, el partido que ganaba en Aragón, ganaba en el resto de España«. El también investigador en el Electoral Integrity Project que impulsa la Universidad de Sidney es uno de los autores de Aragón es nuestro Ohio. Así votan los españoles (Malpaso, 2015), un minucioso estudio en el que se analizan las tendencias de voto en España desde la llegada de la democracia.
El equipo bautizado como Piedras de Papel lo completan un nutrido grupo expertos en Ciencia Política o Sociología como José Fernández-Albertos, Amparo González, Ignacio Jurado, Víctor Lapuente, Sebastián Lavezolo, Sandrá León, Lluís Orriols, Alberto Penadés, Marta Romero o Ignacio Urquizu. Apoyándose en rigurosos datos y estadísticas, sostienen que al igual que sucede en Estados Unidos desde las presidenciales de 1964 y el candidato que vence en el estado de Ohio «acaba siendo el presidente de Estados Unidos», «quien gana en Aragón gana en España».
«Aragón ha sido un excelente termómetro político del país en nuestra corta historia democrática. Los habitantes de esta comunidad autónoma están muy centrados en el eje ideológico y allí han vencido tanto candidatos del PSOE como del PP, lo que le confiere la condición de región swing a la española», sostienen en el libro. Recuerdan, así, que «el partido vencedor en las provincias de Teruel, Zaragoza y Huesca en las elecciones generales siempre ha coincidido con el partido vencedor a nivel nacional: la UCD en 1977 y 1979, el PSOE de 1982 a 1993, el PP de 1996 a 2000, el PSOE del 2004 al 2008 y el PP en 2011».
El valor de las encuestas
Martínez i Coma advierte, en todo caso, de que «la historia condiciona pero no determina», sobre todo ante el panorama cambiante que auguran las encuestas de cara a las elecciones del domingo. Y eso que, en el libro, los autores consideran que «lo peor que hacen las encuestas electorales es predecir el resultado de unas elecciones». El politólogo explica que «las encuestas ofrecen la foto en un momento determinado», por lo que «dan información, pero no sirven para predecir». No obstante, ve poco probable que las conocidas en las últimas semanas se equivoquen hasta el punto de que el PP no sea la fuerza más votada.
«Todas apuntan a que el PP será la fuerza más votada, pero también el CIS da un 40% de indecisos, lo que puede hacer que todo cambie», apunta. Martínez i Coma considera, en cambio, que en su opinión ese 40% «esconde indecisos pero también voto oculto». Este podría ir al PP, ya que «los casos de corrupción son tan palmarios que en algunos contextos puede hacer difícil justificar el voto» a los populares; o al PSOE, que «no pasa por un momento de orgullo». El también sociólogo considera que «no hay muchas razones para pensar que el voto a Ciudadanos y, en menor medida, a Podemos, se oculte».
Ante la irrupción de esas dos nuevas fuerzas Martínez i Coma sí cree que «las tasas de fidelidad de voto vayan a caer». «Por un lado, la entrada de nuevos partidos hace que las distancias entre las preferencias de los ciudadanos y los partidos se reduzcan. Ahora un votante que se ubica en el 5 –en una escala en la que el 0 es extrema izquierda y el 10 extrema derecha– tiene más opciones de elección», señala. Él cree que «esto puede ser positivo» para la democracia, porque «un votante que se ubica en el 7 en la escala ideológica» hasta ahora «sólo tenía al PP como opción tradicional», ya que «los otros partidos le quedaban muy lejos». «Ahora tienes un partido nuevo, Ciudadanos, con el que el votante puede castigar. Su cambio ya no es tan costoso», recalca.
La mayoría se sitúa en el centro izquierda
El libro explica que la mayoría de los españoles se sitúa en el espectro ideológico del centro izquierda. Y, sin embargo, muchas veces ese perfil no se refleja en los resultados electorales. Martínez i Coma argumenta que lo que sucede es que «los ciudadanos que se ubican en el centro izquierda son los que más se abstienen, después de los ciudadanos que declaran no tener ideología». También hay «diferencias significativas en la participación entre los jóvenes u los de clase social más baja», ya que «estos dos grupos también votan menos».
Las campañas electorales como en la que nos encontramos inmersos, ¿influyen realmente en el voto de los ciudadanos? Martínez i Coma ha dedicado a este asunto «varios años de investigación», e incluso ha escrito un libro al respecto: ¿Por qué importan las campañas electorales? (CIS, 2008). «Si a lo que nos referimos es al cambio de una opción a otra, lo que se conoce como conversión, estos han oscilado entre el 8% y el 13% en 2008 y 2011, respectivamente», indica. El politólogo añade, asimismo, que «las campañas también llevan o atraen a gente a votar y, de la misma forma, pueden desanimar a los ciudadanos».
Respecto a los debates, explica que «también hay cambios, pero son más limitados». «Lo que me gustaría destacar es la necesidad de sustentar los comentarios que muchas veces escuchamos a laluz de los datos. Hemos oído que el color de la camisa y de la corbata importa, que sudar en el debate es fatal, etc. Obvio que no hay que aparecer vestido con la camiseta de un equipo de fútbol en el debate, pero muchas de esas afirmaciones no están sustentadas con datos», concluye.