Por Cambio16/Efe
11/04/2016
La nueva exhortación del Papa no sólo apoya el acompañamiento de las situaciones familiares «irregulares», como los divorciados vueltos a casar, a los sacramentos mediante un proceso que debe evitar la rigidez. El documento, de 261 páginas, lleva por título Amoris Laetitia (La alegría del amor) y en él Francisco se explaya abordando el tema de la familia, sus retos y problemáticas, aportando consideraciones doctrinales a cada caso.
Quizá el capítulo más extenso y delicado sea el octavo, en el que emplea tres verbos que deben guiar el tratamiento de la Iglesia Católica con las «situaciones irregulares» de la familia, como los divorciados vueltos a casar: «Acompañar, discernir e integrar». No se trata de un cambio en la doctrina de la Iglesia, como podría ser permitir directamente la comunión en estos casos, pero sí supone una mayor consideración hacia los divorciados en segundas nupcias, que no recaen en pecado mortal.
El Papa recoge las propuestas de los anteriores Sínodos de Obispos para apoyar la idea del camino del «discernimiento», es decir, el estudio caso por caso de dichas situaciones particulares por parte de los pastores para acercar a los sacramentos. En este sentido, Francisco es meridiano: «A las personas divorciadas que viven en una nueva unión es importante hacerles sentir que son parte de la Iglesia, que ‘no están excomulgadas’ y no son tratadas como tales».
El proceso deberá llevarse a cabo mediante la conversación entre el sacerdote y los fieles en fuero interno (confesión) y, en este sentido, el pontífice ha advertido de la necesidad de evitar una postura rígida porque «el confesionario no es un sala de torturas«.
«Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad», sostiene. En este recorrido hacia la reintegración de estas personas en la Iglesia el papa señala en un breve comentario a pie de página que «en ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos», abriendo así la puerta a su readmisión.
En el mencionado proceso, los fieles que quieran acercarse de nuevo a la Iglesia tras el fracaso de su matrimonio deberán seguir algunas pautas basadas en la oración, la confesión y la reflexión. «Los divorciados vueltos a casar deberían preguntarse cómo se han comportado con sus hijos cuando la unión conyugal entró en crisis; si hubo intentos de reconciliación; cómo es la situación del cónyuge abandonado», explica, entre otros apuntes, el papa en su documento. Pero, una vez más, advierte a los sacerdotes que acompañen a estas personas de la necesidad de evitar juicios basados en «la superioridad y la superficialidad».
Otras cuestiones
Amoris Laetitia es un sesudo y articulado mosaico sobre el tema de la familia, razón por la cual fue concluido el pasado 19 de marzo, cuando los católicos celebran la festividad de San Jose, protector de la familia cristiana.
Francisco añade al texto un somero análisis sobre las familias que cuentan en su seno con un miembro homosexual, «una experiencia nada fácil ni para los padres ni para los hijos», y reitera que «toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto«. Se detiene especialmente en reseñar que «solo la unión entre un varón y una mujer cumple una función plena» y rechaza cualquier equiparación entre las parejas formadas por personas del mismo sexo y el matrimonio cristiano.
Francisco también aborda los retos que enfrenta esta célula social en la actualidad, como el miedo o rechazo de las parejas jóvenes al compromiso ante un mundo individualista e incluso el daño que infringen a la familia fenómenos como la drogodependencia, el alcoholismo o el juego.
Critica algunas prácticas, como el aborto o la eutanasia, llamando a los especialistas de la sanidad a recurrir a la «cláusula de conciencia», y pone el acento sobre la violencia contra la mujer, que en su opinión «no constituye una muestra de fuerza masculina sino una cobarde degradación».
Por otro lado, en un capítulo titulado elocuentemente «Sí a la educación sexual» defiende su utilidad siempre y cuando se haga con «sano pudor» y no se banalice, ya que una errónea percepción del sexo «puede mutilar» la sexualidad de las personas.
También arremete contra la definición de «sexo seguro», ya que considera que «transmite una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural«, y defiende el rol de la virginidad, en su opinión «una forma de amar».