Por LOLA DELGADO / Fotografías: LUANA FISCHER
El planeta supo en noviembre que una sonda llamada Rosetta estaba orbitando en torno al cometa 67P y que Philae, uno de sus numerosos instrumentos, se había posado en él. Fue todo un hito para la humanidad. Los medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco de la noticia, que compartía protagonismo en las portadas de los periódicos españoles con los “beneficiarios” de las tarjetas black de Bankia o con la decisión de la Audiencia de Palma de Mallorca de mantener imputada a la infanta Cristina por el caso Nóos.
Mientras unos pasan a la historia “negra” de la corrupción española, otros ingresan en los anales de la ciencia aeroespacial… Cada uno, a lo suyo. A la cabeza de la tecnología y el orgullo patrio se sitúa Miguel Belló, un manchego cuya gesta pocos conocen. Cuando era pequeño ni siquiera soñaba con ser astronauta. No lo tenía tan claro como muchos otros niños de su generación, que se imaginaban tripulando un cohete rumbo a una galaxia desconocida o caminando enfundados en su traje espacial por algún planeta recién descubierto.
Hace unas meses, cuando nos despertamos con la noticia de que Philae se había posado en el cometa, muy pocos sabían que detrás del viaje de la Rosetta estaba Belló, aquel muchacho que un día se subió al tren en Puertollano, rumbo a Madrid, sin tener muy claro a qué iba a dedicarse y que hoy es director de Elecnor Deimos, empresa que opera en el sector aeroespacial, redes de telecomunicación y desarrollo de infraestructuras tecnológicas. Junto a su equipo de trabajo diseñó la trayectoria de la Rosetta hasta llegar a ese astro, un material inalterable del espacio que ofrecerá muchas claves para conocer el origen del sistema solar.
“Hemos calculado la trayectoria para llegar al cometa. Ha sido compleja. Cada vez que pasaba por un cuerpo celeste se aprovechaba la gravedad y se impulsaba. Primero lo hizo por un par de asteroides, luego por Marte y dos veces por la Tierra. Por eso ha tardado diez años”, cuenta con la humildad de los que no se paran a pensar que forman ya parte de la historia.
Proyectos como el de Miguel Belló hacen que nos demos cuenta de que en medio de un ambiente enrarecido por los escándalos, el número de personas de las que sentirnos orgullosos es incomparablemente mayor que el de los delincuentes de guante blanco.
Los datos de la corrupción han dejado a la sociedad española en un estado de decepción, desazón y enfado generalizados. Los números hacen crecer la desconfianza: 1.900 personas imputadas en causas abiertas por corrupción, 170 condenados en la última legislatura, empresarios, abogados, sindicalistas… El panorama es desolador. Todos ellos vinculados a la corrupción urbanística, al fraude fiscal o a la contratación irregular. La cifra parece infinita. Pero no lo es.
La sombra de la corrupción es muy alargada, pero no logra ocultar que en España existen ciudadanos y organizaciones que llevan a cabo una labor social, política, cultural, científica y solidaria. Hay personas que ven la vida de otra manera, que aprovechan su popularidad o el éxito de sus empresas no para hacerse más ricos, si no para resolver problemas sociales. Gente que no espera recibir nada a cambio.
¿En qué lugar de esta lista de personas solidarias colocaríamos a Juan Carlos Fernández, Fernando de la Calle, Marta Mora o Marta Arsuaga? Probablemente casi nadie reconozca sus nombres, pero los cuatro son miembros del equipo médico que ha tratado a Teresa Romero durante los días que padeció el virus del ébola. En un acto de enorme valentía y generosidad, no dudaron en enfundarse el traje protector para luchar por la vida de la auxiliar. “¿Imagináis que los profesionales de la salud saliéramos corriendo y no quisiéramos atender a pacientes contagiosos? ¿Qué pensaríais si esos pacientes fuerais vosotros o algún familiar vuestro?”, escribió el enfermero Juan Carlos Fernández en una carta pública, después de que algunos padres le recriminaran que siguiera llevando a sus hijos al colegio mientras trataba a una enferma de ébola. Contra viento y marea, el personal sanitario del Hospital Carlos III no cejó en su empeño de trabajar para curar a una paciente, como lo hicieron quienes, desinteresadamente y por amor a su trabajo, se ofrecieron para atender a los otros enfermos españoles que fueron trasladados a España para su tratamiento: Miguel Pajares, desde Liberia, y Manuel García Viejo, desde Sierra Leona.
España es un país solidario, capaz de liderar estadísticas mundiales de trasplantes o de volcarse con Haití después del devastador terremoto de 2010. Un país que va mucho más allá de la imagen que ofrecen algunos políticos, empresarios y hasta personajes de la cultura con sus tejemanejes.
Mientras unos se llenan los bolsillos, otros los vacían para ayudar. ONG, fundaciones, organizaciones de voluntarios que trabajan en los hospitales, en comedores sociales, en la calle ayudando a la inserción social, socorriendo a los subsaharianos que entran en España por las vallas de Ceuta y Melilla… En España hay más de cinco millones de voluntarios. Para ser un país de 47 millones de habitantes, la cifra no está nada mal. Cruz Roja, por ejemplo, tiene más de 200.000 y 1,6 millones de socios. En Cáritas trabajan más de 65.000 personas sin recibir a cambio más que satisfacción personal por haber ayudado, que no es poco.
En 2013, mientras la falsa ong España Solidaria recaudaba 100.000 euros y seis personas eran detenidas después por fraude, la Fundación Seur ya llevaba mucho camino recorrido con su proyecto “Tapones Solidarios”, puesto en marcha en 2011, cuando comenzó a pedir la ayuda de toda la sociedad para recolectar tapones de plástico cuya venta para el reciclaje pudiera ayudar a niños enfermos sin recursos económicos. Desde entonces, se ha puesto de manifiesto el empeño de muchas familias españolas por hacer acopio de este tipo de tapones, que luego llevan a un punto señalado por SEUR para su posterior recogida. Ellos se encargan también de su transporte a la planta de reciclaje. Esta empresa entrega el importe obtenido a los beneficiarios.
Con cada tonelada reciclada de tapones se evitan 1,45 toneladas de gases tóxicos. Gracias a esta iniciativa solidaria se ha ayudado a 87 personas necesitadas con la entrega de 686.613 euros, lo que equivale a 2.957 toneladas de tapones.
Seguramente Bankia tiene muchos empleados de los que sentirse orgulloso. Detrás de las puertas donde se reunían los consejeros que despilfarraron cientos de miles de euros con cargo a las tarjetas black, hay un tropel de empleados rasos que tienen la honestidad, la honradez y la decencia como seña de identidad. Uno de ellos es Juan Carlos Arnanz. Fue comercial de Caja Madrid y Bankia hasta hace tres años, cuando perdió su empleo a conseucencia de un Expediente de Regulación de Empleo (ERE).
Nunca tuvo como ejemplo vital a sus superiores. En caso contrario no habría logrado ayudar a 153.000 personas de manera directa o indirecta gracias a Voces para la Paz, su gran sueño hecho realidad, que ha dejado su impronta en Nepal, India, Mozambique, Perú y Bolivia. “Todo surgió en un momento de rebeldía. Yo era cantante profesional y aquel año, en 1998, quise hacer un movimiento de coros para salvar vidas”, cuenta el fundador de la asociación. En aquel momento, Arnanz logró unir a cantantes del Coro del Teatro de la Zarzuela, Coro Nacional de España, Coro de RTVE y Coro de la Comunidad de Madrid. El objetivo era ayudar a los damnificados por el huracán Mitch con un concierto de villancicos. Consiguieron más de tres millones de las antiguas pesetas que mandaron a los países de Centroamérica más afectados.
“Le puse a ese proyecto el nombre de Voces para la Paz y algunas ong ya empezaron a interesarse por la idea. Al año siguiente hice lo mismo, pero ya incorporando orquestas. Ayuda en Acción nos pidió colaboración para construir una carretera en Nepal que terminaría con el aislamiento de 35.000 personas… Y así sucesivamente, año tras año. Hemos rehabilitado una escuela en Goma; construido un orfanato para 180 niños en Mozambique, otro en Uganda; una unidad móvil de salud en Perú; hemos hecho puentes, pozos en el desierto…”. Y todo, gracias a cientos de músicos y cantantes voluntarios, los mejores de España, que no dudan cada año en participar en estos conciertos solidarios.
Ninguno de ellos cobra y para pagar el teatro siempre se recurre a un patrocinio. Los hijos de los más involucrados en la causa son los que reparten el programa de mano y quienes venden los CD en la entrada de la sala, que suele ser el Auditorio Nacional. “Desde que existimos, hemos llevado a cabo 17 proyectos, entregado donativos a comedores sociales y recogido más de 2.000 kilos de alimento antes de un concierto”.
El poder de convocatoria de Arnanz se ha ido haciendo mayor cada año. Ahora es todo un honor para cualquier músico o cantante participar en uno de estos conciertos. “Recibimos muchos proyectos cada año y nos da mucha pena tenernos que quedar solo con uno. Ya hemos colaborado con Médicos Sin Fronteras, la Fundación Vicente Ferrer, Acción contra el Hambre y Ayuda en Acción”. Y todo, desde el ordenador de la propia casa y con muchísimas ganas de ayudar a los más necesitados.
Blesa, Bárcenas, Rato, Acebes, Álvarez, Fabra, Matas, Muñoz… La lista es larga y continúa con decenas y decenas de corruptos que han recibido el pago de comisiones, despilfarrado el dinero público, concedido permisos para construir donde ni se debía ni se podía… Frente a todos ellos, frente a la necesidad de acabar con todo eso, miles de personas han dicho basta.
Vecinos de Torrelodones (localidad de 23.000 habitantes al norte de Madrid) se plantaron en pleno pelotazo del ladrillo en 2005. Y dijeron que hasta allí había llegado el ayuntamiento del PP. Con una reedición del “No pasarán” consiguieron echar abajo un proyecto urbanísitico que los populares iban a permitir sin licencia. “Muchos nos compramos casa con vistas al monte. Nos aseguramos de que delante de nosotros no se podía construir. El ayuntamiento nos dijo que aquello era zona protegida”, relata Ángel Guirao, uno de los concejales, que empezó a trabajar desde la asociación vecinal que acabó convirtiéndose en un partido político.
“Tres meses después se proyectó una urbanización de entre 1.500 y 2.000 viviendas y un campo de golf”, recuerda. “Construimos una plataforma vecinal que acabó paralizando el plan urbanístico. No hay que olvidar que en Torrelodones puedes encontrar a personas de un alto nivel cultural y socioeconómico, así que conseguimos presentar informes avalados por instituciones muy potentes”, argumenta.
En 2007 el PP intentó reactivar aquel proyecto urbanísitico. La asociación decidió entonces que la única manera de luchar contra todo aquello era bajar a la arena política: “En tres meses constituimos un partido, desarrollamos un programa político y fuimos casa por casa tratando de convencer a los vecinos. En las elecciones nos convertimos en la primera fuerza de la oposición”.
La información casa por casa continuó y de ahí surgió la edición de una revista que los comerciantes empezaron a financiar. “Durante muchos años, el grupo estuvo muy abierto a los vecinos y conseguimos volver a paralizar aquel proyecto urbanístico. Así que cuando, en 2011, se nos volvió a plantear el reto de presentarnos otra vez a las elecciones con opciones de ganar, no lo dudamos. Pasamos de cuatro a nueve concejales. El PP consiguió diez, pero con apoyos nos hicimos con la alcaldía”.
La clave, según su equipo de gobierno, es gestionar bien, como uno lo hace en su casa, con total transparencia, atender bien a los vecinos, no tener puestos de confianza y ser muy coherente con lo que se representa. Solo hay tres personas que trabajan en exclusiva: la alcaldesa, que tiene un sueldo anual de 46.750 euros, y dos concejales. “Nosotros fuimos los primeros indignados, nos indignamos mucho antes de que llegara la crisis –dice Guirao–. Nuestros plenos son abiertos. Los celebramos por la tarde. Así hemos hecho junto con los vecinos un Plan General de Ordenación Urbana. Compramos el café entre todos, ni comemos ni desayunamos a costa del ayuntamiento y seguimos buzoneando como lo hicimos siempre, mientras salimos a pasear al perro, con nuestros hijos: esto es un proyecto familiar”.
La lista de gente buena, solidaria y responsable no acaba aquí. En España hay muchos motivos para creer en las personas y para confiar en que otro escenario político, económico y, sobre todo, social es posible. Miguel Belló, el ingeniero aeronáutico que consiguió diseñar la trayectoria de la Rosetta, aseguraba que hacerlo es fácil, que sólo con matemáticas y física ya es suficiente para dar en el blanco. “En Europa somos especialistas en este tipo de cálculos”, asegura. Tal vez en España somos especialistas en muchas cosas que aún no hemos descubierto. Una de ellas consiste en ser solidarios y ayudar a los demás.