Hace dos años parecía que el partido Verde alemán había encontrado la ruta que lo llevaría a la Cancillería. Pero las recientes elecciones regionales les aplicaron una dosis de realidad política. La distancia entre prometer y gobernar puede ser del piso al techo. A veces basta con un cisne negro para que se evaporen los mejores escenarios. En el caso de los Verdes, la invasión a Ucrania y una serie de errores frenaron el impulso ascendente que venían registrando.
En el año 2021 obtuvo el mejor resultado electoral de su historia. El partido Verde capitalizó casi un 20% de los votos y se hizo con 5 puestos en el gabinete de la coalición tripartita. Incluídos las carteras de Economía y Asuntos Exteriores. Parecía la opción idónea para impulsar la transición del país hacia un futuro con una economía más amable con el ambiente.
Del rostro de la esperanza a enemigo número 1
Los Verdes ganaron peso político en el gobierno de Scholz. Pero actualmente, se les considera un lastre. Incluso sus socios de coalición han criticado fuertemente la agrupación. Sus detractores consideran que han desvirtuado su programa y encarnan un ecologismo elitista y ajeno a la realidad.
En las pasadas elecciones estatales, el Partido Verde fue blanco de los ataques de las fuerzas populistas y de extrema derecha. Los Verdes eran su enemigo público número 1. Los recientes tropiezos electorales plantean interrogantes sobre si Alemania podrá concretar sus ambiciosos objetivos climáticos trabajando con los verdes. Robert Habeck, su líder más popular, está al frente del estratégico Ministerio de Acción Climática.
Los Verdes tuvieron una férrea postura en defensa del ambiente y contra el cambio climático. Pero, en el gobierno, el objetivo de alcanzar la seguridad energética los ha obligado a adoptar una visión pragmática. Han cedido en varias de sus convicciones clave.
La invasión de Putin a Ucrania expuso la fuerte dependencia alemana del gas ruso y presentó importantes desafíos para la coalición gobernante liderada por Olaf Scholz. Obligados a diversificar suministros de manera urgente, Los Verdes se inclinaron por el enfoque pragmático en detrimento de la agenda climática.
Errores de Los Verdes
La postura antinuclear es central en la identidad de Los Verdes desde su origen. No obstante, para atender la emergencia energética, apoyaron extender el funcionamiento de 2 centrales, como reserva, hasta abril 2023. Pero la mayor crítica es que priorizaron los combustibles fósiles en la estrategia de seguridad energética. En 2022 se reactivaron 20 centrales de carbón y las emisiones de carbono aumentaron a 15,8 millones de toneladas. Una puñalada al liderazgo climático alemán. Scholz, además, anunció la construcción de terminales de gas natural licuado y suscribió acuerdos de compra por 15 años con Qatar. Habeck defendió estas medidas.
Aunque atendieron la crisis, las medidas tomadas despiertan inquietudes y desconfianza por su impacto en el medioambiente y los retrasos en el compromiso climático alemán. Se calcula para 2030 las necesidades energéticas podrían cubrirse sin las instalaciones de GNL en construcción. Sospechan de la celeridad con la fueron anunciadas, contratadas, apoyadas por la legislación y operativas las primeras terminales de GNL. Solo 10 meses. El plan demanda una inversión de 10.000 millones de dólares.
Tanta rapidez contrasta con los obstáculos con lo que tropieza el desarrollo de energías renovables. Los proyectos eólicos experimentan largas demoras en las aprobaciones, superiores al tiempo de construcción. La crisis energética brindó una oportunidad para agilizar trámites. Si bien Habeck impulsó en 2022 una ley al respecto y garantías para proyectos renovables, la eólica marina aún topa limitaciones. Desde escasez de suministros, condiciones financieras adversas y hasta déficit de mano de obra calificada. Cuando el sector reclamó acciones urgentes, Habeck anunció contratos a fabricantes verdes y «cumbres eólicas» que no fueron tan decisivas como su intervención en el gas.
Desencanto militante
Los Verdes comenzaron a perder impulso cuando se opusieron a extender la operación de centrales nucleares más allá de lo pactado. Se toparon con los límites de lo que los alemanes estan dispuestos a sacrificar en momentos de inseguridad económica. La Ley de Calefacción, impulsada por Habeck, prohíbe nuevas instalaciones a gas o gasóleo y exige que los sistemas residenciales funcionen al menos con 65% de energías renovables desde 2023.
La oposición conservadora atacó la norma. La llamó «el martillo de Habeck» y caricaturizó a Los Verdes como ajenos a las realidades ciudadanas. Otro punto de quiebre entre Los Verdes y el movimiento climático alemán ocurrrió en enero en Lützerath. Los activistas, que habían ocupado el pueblo desde 2020 para bloquear la expansión de la mina de carbón de Garzweiler, propiedad de RWE, se sorprendieron cuando los dirigentes verdes, incluidos Habeck y Neubaur, apoyaron la ampliación de la instalación de carbón. Alegaron la necesidad energética inmediata como garantía de sostenibilidad a largo plazo.
Los activistas en el terreno, hasta los propios Verdes, se opusieron al carbón y n0 abandonaron la toma. Su desalojo forzoso y que los trataran como delincuentes generó imágenes difíciles de digerir para los activistas, especialmente militantes jóvenes. Los Verdes habían propuesto la salida del carbón y ahora decían lo contrario. Más de 500 científicos publicaron una carta oponiéndose a la ampliación. Advierten que alejaría a Alemania de los 1,5 °C y no reduciría emisiones para 2030. Cuestionan que se requieran más carbón para satisfacer la demanda y la seguridad energéticas.
Partido de nicho
Los Verdes viven un pronunciado declive. Alcanzaron niveles récord al inicio de su participación en el gobierno, pero actualmente no llegan al 14% en intención de voto. Habeck y su partido apoyos iniciales por su postura firme contra Rusia, los subsidios al transporte público y el apoyo a las energías limpias. También fueron clave para disminuir la dependencia del gas ruso. La medidas eran pragmáticamente razonables, pero chocaban con el histórico compromiso de eliminar combustibles fósiles. Fueron aceptadas por muchos, pero no por las bases. Las consideraban una traición.
Por las circunstancias políticas y económicas, la realidad que trajo la invasión de Rusia a Ucrania, los Verdes transitaban hacia un partido de centro, con un peso político real. Sin embargo, han vuelto a posicionarse como un grupo pequeño, un nicho de militantes, alejado del protagonismo mayoritario. Sustituir valores a largo plazo por pragmatismo puede profundizar el desencanto y lasdivisiones, especialmente con los jóvenes.
El carbón de Lützerath y la apertura al gas licuado han sido cuestionados por activistas climáticos y miembros del partido. Luisa Neubauer, líder alemana de Viernes por el Futuro, apodada la «Greta alemana», desafía frecuentementes las políticas de Habeck. Una frustración compartida por los jóvenes verdes.
El ascenso de la derecha
De persistir el declive verde, la derecha podría comprometer parte del electorado. En 2021 Los Verdes captaban el 23% de los menores de 25 años gracias a su científica urgencia climática. Al considerarla menos urgente, perdería el apoyo en ese grupo demográfico. Una encuesta de abril los situó cuarto entre las preferencias de los electores. Atribuible, en parte, a sus posturas pragmáticas sobre cambio climático. Una evidencia de lo variable de su apoyo y de que su participación en el gobierno no está asegurada.
Sus detractores afirman que Los Verdes empujaron a los electores hacia la derecha con la ley energética. Y que habría contribuido al auge reciente de AfD, el partido de derecha que en las pasadas elecciones estatales obtuvo el 20%. Una encuesta de abril lo ubicó en el tercer lugar, por encima de Los Verdes.
Aunque entre la ultraderecha coexisten posturas negacionistas y de «nacionalismo verde» sobre el medio ambiente, el principal caballo de batalla de AfD ha sido su frontal oposición a las políticas climáticas y energéticas del gobierno. El malestar con ciertas medidas ha jugado a favor de este partido. El 32% de los votantes de AfD citaron la insatisfacción con los demás partidos como la principal razón para apoyarlos.
Si Los Verdes quieren retomar la ruta que los conduzca a la Cancillería, deben sacar lecciones de su ejercicio en el gabinete de Scholz y transformarse en el partido que conduzca a Alemania en la transición a una economía verde. Deben examinar hasta qué punto el pragmatismo compromete los principios y desencanta a las bases.
Prometer y gobernar
La actual no es la primera crisis de Los Verdes. No faltan quienes están convencidos de que podrán superar los reciente reveses. Su carta sigue siendo Habeck. Uno de los políticos más populares del país que ha visto caer su popularidad y la de su partido. Reconoce que juzgó mal la crisis. «El temor mayor no era el suministro de gas, sino otras preocupaciones. Este cambio no estaba tan claro para mí al principio, y no hice todo lo correcto en la situación», declaró.
Otros Verdes, aunque
Los tradicionales del partido tienen un mejor nivel educativo y mayor solvencia económica. Reconocen la necesidad de llegar a otros votantes y a otros estratos. Ha sido un largo camino recorrido desde los años en que eran un dígito en las encuestas y parecían estar estancado en la oposición permanente hasta el año 2021, cuando Annalena Baerbock, la candidata de Los Verdes a canciller, encabezó las encuestas. No ganaron por varios errores puntuales, pero llegaron al gabinete de la coalición con la fuerza refrescante de una primavera.
Desde el poder han aprendido la lección que todos conocen, que una cosa es prometer y otra gobernar. Sobre todo que incumplir lo prometido tiene el costo más alto. Encontrar soluciones que permitan mantener las políticas centradas en el clima no es tarea fácil. Pero ese debe ser el centro de su horizonte político y su objetivo más pragmático. En caso contrario, puede ser el prematuro otoño de Los Verdes.