Si los barrenderos cobraran por kilo de basura recogida, les molestaría una campaña que incentivara no botar las colillas en las calles y otros desperdicios. Si su negocio fuese reciclar plástico, obviamente que no estarían de acuerdo con que se eliminara el plástico, mucho menos las botellas de agua individuales que los españoles consumen mas de 30 millones cada día.
El Reino de España ha apostado –es el término que usa ad nauseam– por la economía circular, que implica que para 2030 habrá reducido en un 30% el consumo nacional de materiales, mejorará un 10% la eficacia en el uso del agua y recortará un 15% la generación de residuos con respecto a 2010. Cumplir esa meta significaría situar las emisiones de gases de efecto invernadero por debajo de los 10 millones de toneladas. Una hazaña, un reto de sobrevivencia.
En esa clave ecológica se pretende avanzar hacia un modelo de producción y consumo en el cual el valor de productos, materiales y recursos se mantengan en la economía el mayor tiempo posible y se minimice la generación de residuos. Mientras se encuentra una solución o una vía para alcanzar ese deber ser, el Estado decidió hacer lo que mejor sabe: estableció un impuesto a los envases no reutilizables. Cobrará 45 céntimos de euro por kilogramo de envase que le significarán 724 millones de euros. Y se desentiende. Quedará en manos de los agentes implicados en la comercialización el uso de alternativas reutilizables o de otro material no plástico. El objetivo es que en 2026 la comercialización del plástico de un solo uso caiga en 50% y en 2030 en 70%.
El reciclaje es un negocio, no filantropía ni servicio social
El negocio del reciclaje, que maneja millones de euros con una mínima inversión, no ha mostrado preocupación alguna por los cambios anunciados. No lo afectan. Mientras no haya modificaciones sustanciales, como sería la incorporación del sistema de retorno de envases. Un tema tabú en España, aunque hacen pininos en Navarra, Cataluña y Baleares.
A escala planetaria, se producen 300 millones de toneladas de plástico cada año y las previsiones son que esa cantidad se duplicará en las próximas 2 décadas. Solo Europa produce 49 millones de toneladas, de los cuales 45% se destina al envasado, a un solo uso. Usar y tirar.
El peor agravante ambiental del plástico es, precisamente, su mejor característica: la durabilidad. No se descomponen y la naturaleza no lo puede asimilar. Así, los vasos plásticos con espuma tardan 50 años en degradarse; 400 años los portavasos; 450 años los pañales o botellas de plástico; 600 años las redes de pesca y hasta 1.000 años las bolsas de plástico. Devenidos en microplásticos llegan al tracto digestivo de mamíferos, peces, aves marinas, moluscos y mariscos y también de los humanos que los consumen. Son más de 267 especies afectadas por la ingestión de plástico. Esos microplásticos contienen aditivos tóxicos –plomo, mercurio o bisfenol– que pueden causar desde envenenamientos hasta alteraciones genéticas. Investigadores de la Universidad de Ghent han calculado que las personas que comen mariscos ingieren al menos 11.000 piezas de microplástico al año. ¿Los riñones presentarán «piedras de plástico»?
Solo en Europa, cada minuto se utilizan un millón de bolsas plásticas de un solo uso, y al terminar el día se han echado al cesto de la basura 30 millones de botellas de plástico de agua que no es más potable que la del grifo. Además, es una industria de muy alta productividad. Con unos cuantos gramos puede producir muchísimas cápsulas para el café y cientos de bolsas. Tan productiva, como el negocio del reciclaje, en manos de un conglomerado monopólico, «sin ánimo de lucro», que integran las mismas empresas que producen y usan los envases y empaques de un solo uso.
Si disminuye el uso del plástico se acaba el negocio
Una investigación de la fundación británica Changing Markets señala que Ecoembes, la empresa encargada de gestionar el contenedor amarillo en territorio español, se ha transformado en un poderoso lobby para evitar que en España se establezca un sistema de retorno de envases, sean botellas o latas. También ha ralentizado la lucha contra los plásticos de un solo uso.
Ecoembalajes S. A, que es el registro comercial de Ecoembes, agrupa cerca de 12.000 empresas del sector de la alimentación, como Nestlé o Mercadona, para gestionar el dinero que destinan al tratamiento y recuperación de sus envases como marcan las leyes de Europa y España. Una dinámica sencilla: paga a los ayuntamientos de España por la recogida y tratamiento del contenedor amarillo y vende los residuos a plantas de reciclaje que tratan de recuperar la mayor parte del plástico.
La evolución de Ecoembes como una empresa de mérito propio, que además de resolver un problema de gestión descubre y maneja un eficiente de modelo de negocio, identifica como contrario a sus intereses básicos la existencia de un sistema de envases retornables (conocido como SDDR), como funcionó en España en buena parte del siglo XX, “devuelva el casco”. Su tesis es que el sistema de retorno sería demasiado costoso para la industria y que ya los españoles están muy por encima de las tasas de reciclaje fijadas como objetivos por la Unión Europea.
Porcentajes de reciclaje al gusto y manejo del operador
Las cifras españolas en materia de reciclaje de plástico son grandes huecos negros extraplanetarios en los que es posible encontrar cualquier cosa menos lo que contienen. Los datos varían según la fuente. Mientras Ecoembes indica que recicla el 70% de lo que llega al contenedor amarillo, el Gobierno y el Eurostat lo sitúan en el 48%. Sin embargo, los ecologistas cuestionan ambas cifras y afirma que solamente recicla el 25% de los residuos plásticos del contenedor. El resto, termina incinerado, en vertederos o flotando en el mar. No hay un registro independiente.
Más de 40 regiones de todo el mundo –Alemania, Finlandia, Países Bajos, Suecia e Israel, entre otros– han optado por la implantación del sistema de retorno. Los países escandinavos que lo aplican tienen cifras de recuperación entre el 80% y el 95%. En Noruega funciona desde 1994 con cifras exitosas. La intención es reducir al mínimo los plásticos de segundo uso, incentivar la reutilización y que se recicle solo lo que no sea posible aprovechar de alguna manera. Que una botella utilizada sea una botella reutilizada. El sistema de devolución y retorno de envases acabaría con el monopolio de Ecoembes en los envases plásticos y se podría avanzar en la reducción de gases efecto invernadero.
Un sistema de reciclaje ineficiente e injusto
El negocio del reciclaje no es eterno, tampoco lo son las minas de oro y los pozos petroleros. Seis empresas recicladoras de plástico han tenido que cerrar por la baja rentabilidad. Procesar la basura que se recupera en los contenedores amarillos y en los de los restos supone una tarea cada vez más cara y complicada «con el sistema de gestión ineficiente e injusto que coordina Ecoembes». Han cerrado Artenius Green (Barcelona), Reciclados de PET (Andalucía) e Imparpet (Navarra). Otras tres empresas de reciclaje han dejado de tratar plástico y se dedican a otros materiales: Riverpet, Segaria y Rolplas.
Cada envase que se produce paga un impuesto para su tratamiento después del consumo. Es el llamado «punto verde» que, a fin de cuentas, costean los consumidores. Esta especie de tasa es gestionada por Ecoembes. A través de plantas de separación de residuos, la entidad reúne los plásticos y el cartón recogidos en los contenedores y finalmente los vende a recicladoras privadas. Las plantas deben comprar los residuos cuya gestión fue pagada por los consumidores. Un negocio redondo y nada circular.
Los envases retornables de siempre, pero con recompensa
Alemania implantó en 2003 el sistema de retorno de envases Pfand (déposito) y recupera un 99% de los envases. Funciona a pleno rendimiento. En las calles de Berlín es imposible encontrar una lata o una botella. Tienen un valor económico. Los comercios donde se venden bebidas aplican un suplemento de entre 8 y 15 céntimos en los envases reutilizables y de 25 en los de un solo uso. Este suplemento lo recupera el consumidor una vez devuelto el envase, bien depositándolo en máquinas instaladas o a la persona que los reciba.
Los envases reutilizables son separados en los puntos de venta y las propias productoras, cuando dejan sus productos se los llevan para llenarlos. Por otro lado, la entidad gestora del sistema se encarga de recoger los envases de un solo uso y separan en bolsas precintadas vidrio, latas y plástico para su compactado y reciclado.
En España solo Baleares, Navarra y Cataluña han dado unos cortos pasos hacia la implantación del sistema de retorno. La industria de alimentación y bebidas ya mostró su rechazo: «Va contra la unidad de mercado». Mientras, los españoles compran un millón de botellas agua que acaban en vertederos o en el mar.
Aparcado el salto al futuro por falta de consenso
La bióloga Rosa García, directora de la Fundación Catalana para la Prevención de Residuos y Consumo Responsable, Rezero, afirma que con el sistema de retorno sería posible llegar a niveles de recuperación de los envases de entre el 80 y 90%. El retorno de botellas y latas a las tiendas acabaría con el abandono diario de 30 millones de envases en playas y parques, y en los oscuros callejones. El Mediterráneo está infestado de plásticos minúsculos y ya forma parte de los grandes depósitos de plástico del mundo, junto con el sudeste asiático.
Cataluña debate en septiembre una ley que aborda el problema. La Generalitat valenciana contemplaba implantarlo en esta legislatura y avanzó algo. Pero aparcó el proyecto por falta de «consenso, recursos y las garantías para que funcione», enumeró la consejera de Medio Ambiente, Elena Cebrián.
Navarra aprobó recientemente la Ley Foral de Residuos para la ejecución de estudios técnicos y proyectos piloto de sistemas de retorno. Baleares cuenta con un proyecto de Ley de Residuos, que obligará al Govern a instalar un sistema de retorno si no logra los objetivos de reciclaje marcados por la normativa estatal y europea.
«Preocupados» por la Constitución, no por las ganancias
No tan deprisa. La Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas ya manifestó “su preocupación” por la Ley de Residuos balear, que incluye la implantación de sistemas de retorno y la prohibición de plásticos de un solo uso, como las cápsulas de café. Alega que la normativa ataca la unidad del mercado dentro del Estado español
Uno de los principales problemas que causan los residuos, tanto en ámbitos urbanos como naturales, es su impacto en el ambiente. La mayoría de estos residuos habituales en parques, calles, bosques, playas son envases de productos preparados para tomar fuera de casa Bebidas en lata, botellas o tetra-brick. El sistema de retorno de envases puede evitar que la ciudadanía tire los envases en cualquier lugar. Los comercios venderían, por ejemplo, los refrescos 10 céntimos más caros y el cliente tendría un aliciente para devolver el envase: le reembolsan los 10 céntimos. Si botas el envase pierdes los 10 céntimos. El sistema cumple la premisa europea: «Quien contamina paga». Alemania con esa iniciativa ha llegado al 98% de reciclaje. España con la suya no llega ni al 40%.
Las organizaciones de la Alianza Residuo Cero —formada por la Asociación Española de Recuperadores de Economía Social y Solidaria, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Greenpeace, Retorna, Rezero y Surfrider España—, junto a las federaciones ecologistas internacionales Zero Waste Europe y Break Free From Plastic, insisten en que se tome en serio la lucha contra la proliferación del plástico e implante un sistema de depósito de envases de bebidas a nivel nacional. “La única medida que puede aumentar considerablemente las tasas de reciclado”, afirman.
«El reciclaje con retorno de envases sería más contaminante»
Un estudio de la Cátedra Unesco de Ciclo de Vida y Cambio Climático de la Esci-Universidad Pompeu Fabra sostiene que implantar el sistema de depósito, devolución y retorno (SDDR) para reutilizar los envases de un solo uso en Catalunya no implicaría una mejora ambiental. “Sería más contaminante y caro”, asegura.
La investigación, que financiaron Ecoembes y Ecovidrio, comparó el sistema actual de reciclaje de envases con una situación hipotética en la que conviviría con el sistema de retorno para los envases pequeños de un solo uso. Concluyó que el sistema de retorno conllevaría un impacto ambiental mayor al sistema actual y un mayor coste social y económico.
Funciona en Alemania, pero aumenta la lluvia ácida en España
El director de la cátedra, el ingeniero Pere Fullana, afirma que introducir el SDDR en Catalunya supondría un aumento del 55,5% en los procesos de eutrofización (acumulación de residuos orgánicos en el litoral marino), un 30,5 % más de impacto en lluvia ácida y un 25% más de impacto en el calentamiento global, además de contribuir en un 15% más en el agotamiento de la capa de ozono y un 9% en la contaminación del aire en zonas urbanas.
Cifras aterradoras, pero Fullama no enseñó los trabajos de campo ni cómo se hicieron los cálculos, sobre todo en cuanto a eutrofización y lluvia ácida. Sin embargo, fanfarroneó de que era el estudio más completo de Europa sobre la materia. Habría que ver en cuánto ha aumentado la lluvia ácida en las regiones que llevan más de 15 años con el sistema de retorno. Sin darle mucha importancia, en momento reconoció que la «investigación» es esencialmente de un estudio bibliográfico, no científico, no de ensayos bioquímicos ni de mediciones en la madrugada.
Si afecta a los otros es un asunto personal
No obstante, a pesar del negacionismo rampante, en un apartado el estudio acepta que el SDDR reduciría en un 24% la cantidad de envases que acaban fuera del sistema de reciclaje —en los bosques, playas y parques— y contribuiría positivamente en ralentizar el agotamiento de recursos en un 5,8%. Sin embargo, Fullana apaga la lucecita de esperanza y advierte que «se obtendrían a costa de procesos más contaminantes». No los detalló. Tampoco entró en nimiedades cuando le preguntaron sobre la financiación y el papel de las empresas Ecoembes y Ecovidrio. Se limitó a afirmar que el proyecto salió a iniciativa de la Cátedra, que lo propuso a la Generalitat y a ambas empresas, entre otros entes, «bajo unas condiciones muy estrictas, con una revisión de actores independientes» y con la garantía de que se harían públicos y transparentes los datos, además de participar revisores independientes.
Para evitar opacidades en la lucha contra el plástico de un solo uso, el calentamiento global y el agotamiento de los recursos naturales, hay una sola vía cien por ciento efectiva: producir menos residuos, reducir la huella ecológica a nivel personal e industrial y gestionar de la mejor manera posible el residuo que se produzca Los ciudadanos deben ser responsables de las consecuencias de sus actos y como sus acciones impactan el medioambiente.
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