Dentro de las calamidades climáticas y de salud pública ocupa un lugar importante la chatarra tecnológica. Su lenta y compleja descomposición tiene una fuerte repercusión en el hombre y en el ambiente. En 2019 se produjo un volumen récord de esa basura: llegó a un total de 53,6 millones de toneladas en todo el mundo.
De esta manera, estos desechos de equipos eléctricos, electrónicos, pilas, baterías, entre otros, que van a parar a vertederos abiertos, en detrimento de la vida, podrían alcanzar los 74 millones de toneladas para 2030. Tan escandalosas cifras aparecen en el informe Global E-waste Monitor 2020, que contó con el aporte de la Universidad de las Naciones Unidas. Participaron, asimismo, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras instituciones.
En consecuencia, si la basura electrónica mundial podría llegar a 74 millones de toneladas para 2030, significa que es la «basura» de más rápido crecimiento en el mundo, de entre toda la de tipo doméstico. El principal motivo está en las altas tasas de consumo de aparatos eléctricos y electrónicos. Las nuevas tecnologías que desplazan rápidamente a los equipos en uso y acortan sus ciclos de vida y las pocas opciones de reparación.
Solo el 17,4% de la basura electrónica de 2019 se recogió y recicló. Así, el oro, la plata, el cobre, el platino y otros materiales recuperables de mucho valor, que se calculan en alrededor de 57.000 millones de dólares (una suma que sobrepasa el producto interior bruto de la mayor parte de los países) fueron, en su mayoría, vertidos o quemados, en vez de ser recogidos para su tratamiento y reutilización.
Basura tecnológica y daños a la salud y al ambiente
Estas chatarras producen fuertes daños para la salud y el medio ambiente, dados los elementos contaminantes presentes. En especial, el mercurio y el plomo, que causan daños al cerebro y a los sistemas nervioso y circulatorio.
Además, está el cadmio, que puede afectar la reproducción y posibilidad, incluso, de infertilidad. A su vez, se encuentra el cromo, cuyo uso indebido genera problemas en los riñones y los huesos. El plástico PVC también es muy usado y muy dañino.
Asia produjo la mayor masa de la basura electrónica en 2019: alrededor de 24,9 millones de toneladas. Le siguen América (13,1 millones de toneladas) y Europa (12 millones de toneladas). Mientras tanto, África y Oceanía generaron 2,9 millones y 0,7 millones de toneladas, respectivamente.
Para hacerse una idea de la magnitud de esas cifras, basta con tener en cuenta que la basura electrónica del año pasado pesaba más que todas las personas adultas de Europa.
Aumenta la recogida de desechos en España
Recyclia, entidad que agrupa a las fundaciones ambientales encargadas de los residuos electrónicos, gestionó en España 57.520 toneladas de basura tecnológica (desechos de aparatos eléctricos y electrónicos) en 2019. Pudo duplicar en tres años las 28.450 toneladas que se acumularon en 2016.
Estos datos representan un aumento del 42% respecto a 2018, con lo que vuelve a establecer un récord de recolección anual en su trayectoria. Esta entidad administra las fundaciones medioambientales Ecoasimelec, Ecofimática, Ecolum y Ecopilas.
Recyclia registró, a su vez, otro crecimiento destacado durante 2019 mediante el despliegue de 17.664 nuevos puntos de recolección para aparatos electrónicos, pilas y baterías. Es decir, 22% más que en 2018.
El incremento amplía su red a 79.271 puntos de recolección, de los que 38.326 se destinan a aparatos electrónicos, y 40.945 a pilas y baterías. El crecimiento se debió, en gran medida, al aumento de la red de recogida de Tragatóner/Tragatinta, iniciativa de Recyclia para manejar los residuos de cartuchos de impresión, que cerró 2019 con 7.652 puntos.
José Pérez, consejero delegado de Recyclia, se refirió a los logros de la empresa. “La eficacia y optimización de nuestros procesos de recogida y de reciclaje, aunado a la creciente sensibilización medioambiental de los ciudadanos, nos han permitido mantener una tendencia ascendente. En 2019 alcanzamos 314.000 toneladas de residuos electrónicos, y 37.000 toneladas de pilas gestionadas desde el inicio de nuestra actividad”.
“Pese a las evidentes dificultades de la COVID-19, nuestra meta es gestionar el mayor volumen de aparatos y pilas posible para seguir facilitando un uso más racional de los recursos”, comentó. En fin, aumentar la recolección de basura tecnológica en favor de la sostenibilidad del ambiente.
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