Se acaba de cerrar una nueva edición de los Juegos Olímpicos. Los ojos de millones de personas estuvieron durante varios días sobre París y los atletas en competencia. Más allá de lo meramente deportivo, la organización del evento puede servir para dar un impulso a la economía de la ciudad anfitriona a través de construcción de infraestructuras, creación de empleos, mejoras en medios de transporte y fortalecimiento del turismo. Además, le permite darse a conocer por la atención mundial que genera durante todo el ciclo olímpico. En el caso de París 2024 habrá que esperar un tiempo para ver qué tan beneficioso resultaron.
Pero a pesar de estas potenciales bondades, cada vez hay menos los países interesados en asumir esta responsabilidad. Son muchas las variables que entran en juego y que en la mayoría de los casos, más que beneficios, conllevan costos elevados, riesgos financieros, daño ambiental potencial y retos sociales como desplazamientos y servicios públicos sobrecargados. Se deben equilibrar muy bien los beneficios a corto y largo plazos porque tal vez el impacto económico no sea el esperado.
Más allá del loable espíritu que guía la competición, casi siempre los recursos que se obtienen no se distribuyen equitativamente. Al final los verdaderos protagonistas que son los atletas, así como los habitantes de la ciudad anfitriona, obtienen muy poco; más sueños y promesas que beneficios directos.
Candidaturas en merma
Hasta hace poco tiempo, el anuncio de las sedes que albergarán las venideras ediciones de la competición se solía hacer con siete años de antelación. En 2015, solamente dos ciudades compitieron para los Juegos de Invierno 2022: Pequín y Almaty. Muchos países europeos se retiraron debido a los altos costos, entre ellos Suiza, Alemania y Suecia. Después de una votación ajustada, la capital de China le ganó a la de Kazajistán.
En 2017, al decidirse dónde se llevarían a cabo los recién terminados Juegos de 2024, solo hubo dos candidaturas: París y Los Ángeles. En ese momento se anunció que la capital francesa sería la anfitriona en ese año y que la ciudad estadounidense haría lo propio en 2028, lo que deja en evidencia el cambio dado por el Comité Olímpico a su sistema de candidaturas. Cuatro años después se conoció que en 2032 el evento deportivo se llevaría a cabo en Brisbane, Australia. La decisión fue desvelada con 11 años de anticipación, en gran parte gracias a la influencia de John Coates, miembro del comité.
Los profesores estadounidenses Victor Matheson y Robert Baade hicieron un estudio sobre las Olimpiadas. Arrojó que “en la mayoría de los casos los Juegos Olímpicos son una propuesta que genera pérdidas de dinero para las ciudades anfitrionas”. Un argumento clave es que la organización es muy cara y puede hacer que los gobiernos dejen de lado prioridades como escuelas y hospitales.
Gastos que presionan
Las Olimpiadas de Los Ángeles de 1984 fueron las primeras que cerraron con un beneficio de 215 millones de dólares. Los deseos por organizar este tipo de eventos creció desde entonces y en 2004 se registraron hasta doce candidaturas, un máximo histórico. Aunque ese éxito animó a muchas ciudades a postularse, la cifra de aspirantes ha ido cayendo conforme la brecha entre ganancias y gastos se ha reducido. Londres esperaba gastarse 5.000 millones de dólares en los Juegos de 2012, pero rebasó esta cifra en 13.000 millones.
En los Juegos de Invierno de 2014 de Sochi el presupuesto rondaba los 10.000 millones, pero resultó siendo cuatro veces más alto. Igual pasó con los desembolsos para Río de Janeiro 2016, que duplicaron las partidas que se habían reservado originalmente. Según la Universidad de Oxford, el costo real de organizar, en promedio, es tres veces mayor de lo presupuestado. París, sin ir más lejos, se movió en un sobrecosto del 115%.
En cuanto a los recursos que se pueden obtener el panorama no pinta bien. Tokio esperaba conseguir al menos 13.000 millones de dólares y así igualar la facturación al costo del evento, pero la cifra real de ventas fue un 50% más baja. Londres se quedó tres veces por debajo de los gastos de organización y Pekín se constituyó en un total fiasco, con menos de 4.000 millones frente a unos gastos casi 10 veces más altos.
Parte del descuadre se debe a los gastos de seguridad cada vez más altos debido a la recurrente amenaza terrorista que rodean a estas competiciones. Sin embargo, se debe tomar también en cuenta el papel que desempeña el Comité Olímpico Internacional a la hora de retener más del 50% de la venta de derechos de retransmisión.
París modesto
Los organizadores de París 2024 optaron por un modelo flexible a la hora de diseñar las sedes de las competiciones. Solamente el 5% fueron nuevas. Las demás fueron infraestructuras preexistentes o instalaciones portátiles que serán estaban previsto que fueran retiradas en cuanto terminaran los Juegos Olímpicos. Otro punto a favor fue ubicar estos recintos junto a algunos de sus principales monumentos, caso de la Torre Eiffel y el Palacio de Versalles, entre otros.
Sin embargo, algunas de las inversiones realizadas han sido cuestionables y, por ejemplo, programar competiciones en el río Sena no pareció convencer a los deportistas, a pesar de los casi 1.500 millones de dólares que se destinaron a proyectos de limpieza, saneamiento y mejora del cauce, que de mantenerse beneficiarían a los habitantes y visitantes de la ciudad.
Pero la competencia del triatlón (una de las disciplina que se disputó allí junto con natación en aguas abiertas) dejó al descubierto muchas falencias en cuanto al rescate del río. La competencia se vio pospuesta por el nivel de contaminación producto de las lluvias que hicieron que se desbordaran aguas servidas al afluente. También la deportista belga Claire Michel, quien finalizó en el puesto 38 de la prueba de triatlón femenino individual, tuvo que ser hospitalizada debido a una infección de E. coli, luego de nadar en el Sena. Esto impidió que el equipo de Bélgica pudiera participar en la prueba mixta de relevos.
Desde la antesala de la justa olímpica, el Sena generó polémica sobre si era seguro nadar en sus aguas, debido a los niveles de E. coli presentes. A 35 días del evento deportivo internacional, los niveles de contaminación superaban los límites seguros. Para despejar los temores hasta la propia ministra de Deportes, Amélie Oudéa-Catéra, nadó allí.
Juegos que se financian
A diferencia de los de Tokio 2020, que se llevaron a cabo en plena pandemia y cuyo presupuesto inicial de gastos se duplicó (de 6.800 millones de dólares a los 13.000 millones finales, con unos ingresos de 5.901 millones), París 2024 tuvo por lema ser “los juegos que se financian a sí mismos”.
Se buscó que el gasto público fuese mínimo y, en todo caso, destinado a dejar un legado perdurable en la ciudad. Uno de esos legados fue la limpieza del Sena. Construyeron un enorme depósito –del tamaño de 50 piscinas olímpicas– para evitará que se vertieran aguas residuales al río con el objetivo de que después de cien años de prohibición, se habiliten zonas de baño tras los juegos. Sin embargo, las lluvias no estuvieron entre los planes.
También se aprovecharon grandes instalaciones existentes, como el Estadio de Francia, el Estadio Roland-Garros o el Parque de los Príncipes. Asimismo, se optó por celebrar pruebas en lugares emblemáticos de la capital como el Grand Palais, la Plaza de la Concordia, el Trocadero, los Campos de Marte y la Torre Eiffel, la Explanada de los Inválidos y los jardines y el Palacio de Versalles. La únicas dos grandes instalaciones construidas específicamente para los Juegos fueron el Centro Acuático de Saint Denis y el rocódromo de Le Bourget.
Lo «positivo»
Ser anfitrión de los Juegos Olímpicos puede tener un impacto significativo. Principalmente en sectores como turismo, desarrollo de infraestructura y la creación de empleo. La afluencia de turistas genera un aumento en los ingresos de las empresas, hoteles, restaurantes y servicios de transporte locales. No solo genera ingresos inmediatos, sino que ayuda a atraer futuros visitantes más allá del evento debido a la exposición mundial.
A menudo conduce a inversiones sustanciales en infraestructura. Se construyen o mejoran estadios, instalaciones deportivas, redes de transporte y alojamiento para cumplir con los requisitos de los Juegos. Lo que deja un legado duradero para la ciudad anfitriona, al mejorar su atractivo general tanto para los residentes como para los visitantes. Además, su preparación y ejecución estimula el empleo en diversos sectores, desde los trabajadores de la construcción hasta los organizadores de eventos, el personal de seguridad y los voluntarios.
Sin embargo, los costos asociados con desarrollo de infraestructura pueden ser abrumadores. A veces se exceden los presupuestos iniciales y se desvían fondos de otros servicios esenciales para cumplir con la meta. También existe el riesgo de que se construya excesivamente una infraestructura que no se utilice plenamente después de los Juegos Olímpicos, lo que provocará desafíos de mantenimiento y cargas financieras para la ciudad anfitriona en el futuro.
Prestigio global
El reconocimiento mundial por ser sede de los Juegos Olímpicos puede ser un aliciente porque eleva el estatus de una ciudad en el escenario mundial. El evento se convierte en plataforma para que las ciudades muestren sus capacidades de organización. Lo que puede atraer inversión extranjera y oportunidades comerciales.
También, al evento reunir atletas, funcionarios y espectadores de diversos orígenes, se fomenta el entendimiento mutuo y la apreciación de diferentes culturas. Esta diplomacia cultural puede ayudar a derribar barreras y promover la paz y la cooperación a escala global.
Albergar los Juegos Olímpicos brinda una oportunidad única para que las ciudades fortalezcan lazos diplomáticos con otras naciones. Al acoger delegaciones, organizar eventos culturales y promover el diálogo, las ciudades anfitrionas pueden mejorar relaciones internacionales y construir puentes para una futura colaboración en diversos sectores.
Política y dinero, mezcla explosiva
Las Olimpiadas generan miles de millones de dólares en ingresos para el Comité Olímpico Internacional y reflejan la influencia geopolítica, visible en la presencia de líderes mundiales en la ceremonia de apertura y en las banderas que figuran junto al medallero. El COI es un organismo no gubernamental y sin fines de lucro con sede en Lausana, Suiza. El 91% de sus ingresos provienen de la venta de derechos de transmisión (61%) y patrocinios (30%).
En el ciclo de cuatro años para las Olimpiadas de Tokio en 2021, los ingresos ascendieron a 7.600 millones de dólares. Aunque el COI asegura que el 90% de sus ingresos se reinvierten en el deporte, los atletas reciben solo una pequeña parte. Los comités olímpicos de cada país son los que se hacen cargo de los gastos de manutención o pistas y recintos de entrenamiento. Por tanto, la única compensación económica que van a recibir los atletas es la que parte del Comité Olímpico de cada país.
Los patrocinadores son el principal pilar económico de los deportistas así como las bonificaciones que puedan recibir por parte de la federación nacional de su país. Muchas veces los atletas no reciben ayuda y se tienen que autogestionar entrenamientos y participaciones en eventos internacionales.
Debate monetario
Si bien el COI no ofrece premios en metálico directos por medallas, el organismo rector del atletismo (la disciplina más emblemática de los Juegos Olímpicos) anunció en abril que lo haría. World Athletics precisó que los medallistas de oro en pruebas de pista en París 2024 recibirán dinero como premios, convirtiéndose en el primer organismo rector del deporte internacional en hacerlo.
Para ello reservó 2,4 millones de dólares de la asignación de ingresos del COI que recibe cada cuatro años para recompensar a los atletas. Los que ganen el oro en cada una de las 48 pruebas de atletismo en París, recibirán 50.000 dólares, y los equipos de relevos obtendrán la misma cantidad para repartir entre los atletas. Por ahora el premio en metálico será sólo para los medallistas de oro, pero la WA dijo que está comprometida a extender la iniciativa de bonificación a los medallistas olímpicos de plata y bronce en Los Ángeles 2028.
La Asociación Internacional de Boxeo también se sumó a la iniciativa y aseguró en mayo que en las competiciones de boxeo entregará premios en dinero por un total de más de 3,1 millones de dólares. Para los medallistas de oro 100.000 dólares: 50% para el atleta y el resto a partes iguales para el Comité Olímpico Nacional y el entrenador. Los medallistas de plata y bronce tambie recibirán la bonificación. Los primeros 25.000 dólares y 12.500 para el entrenador y el CON respectivamente. En el caso de bronce: 25.000 dólares: 12.500 para el atleta y el resto para entrenador y comité.
Voluntarios con poder
El COI cuenta con aproximadamente cien miembros, quienes eligen a sus propios colegas. Al menos seis son de la realeza, entre ellos la princesa Nora de Liechtenstein, actualmente la de mayor antigüedad. Sin embargo, el poder reside principalmente en el presidente, Thomas Bach, y su junta ejecutiva. Técnicamente, los miembros del COI son voluntarios, aunque el COI cubre todos los gastos de Bach, que en 2022 ascendieron a 370.000 dólares, incluida una «indemnización» anual de 295.000 y sus obligaciones fiscales en Suiza.
Por su parte, el resto de los miembros del comité reciben viáticos de entre 450 y 900 dólares para asistir a las reuniones, obtener viajes en primera clase y alojamiento de cinco estrellas. Aunque el COI afirma que las Olimpiadas trascienden la política, en realidad están profundamente entrelazadas.
Por un lado, el Comité tiene estatus de observador en la ONU, lo que refleja su papel en el orden global. Asimismo, en la ceremonia de apertura los atletas no desfilan por deporte, sino por países, con el objetivo de mantener el elemento nacionalista, crucial para la popularidad de los Juegos.
Problemas vinculados
En medio de la grandeza y la emoción de albergar los Juegos Olímpicos, las preocupaciones ambientales cobran gran importancia. Los recursos necesarios para albergar los juegos a menudo conducen a la deforestación, la destrucción del hábitat y el aumento de las emisiones de carbono. La construcción de estadios, villas para atletas y redes de transporte puede resultar en degradación de la tierra y pérdida de biodiversidad.
La afluencia de visitantes durante la realización del evento supone una presión importante para la ciudad anfitriona. Esto puede ejercer presión sobre los sistemas de transporte, las instalaciones sanitarias y los servicios de seguridad, lo que podría afectar a la vida cotidiana de los residentes. Si no se cuenta con eficaces sistemas de gestión de residuos puede haber aumento de la contaminación del aire y del agua. El transporte de atletas, funcionarios y espectadores hacia y desde las sedes contribuye a la congestión del tráfico y emisiones de gases. Además, las demandas energéticas que supone albergar un evento de tan gran escala pueden incidir en el efecto invernadero a menos que se implementen prácticas sostenibles.
Las ciudades anfitrionas no solo deben lidiar con impactos ambientales, también debe enfrentar problemas sociales que surgen en el proceso. Uno es la desplazamiento de comunidades locales para dar paso a la infraestructura olímpica. Esto puede llevar a gentrificación, obligando a los residentes a abandonar sus hogares y perturbando los vecindarios establecidos. También se pueden exacerbar las desigualdades sociales. A menos que exista una planificación cuidadosa, los beneficios económicos de organizar los juegos pueden no llegar a los más necesitados, dejando tras de sí una sensación de promesas incumplidas y decepción entre la población.