J. Guillermo Sánchez León, Universidad de Salamanca
Estos últimos meses los medios de comunicación españoles no han parado de anunciar sucesivos récords en el precio de la electricidad. Un ejemplo: el del pasado 30 de julio (Figura 1). Se culpa de estas sucesivas subidas al método marginalista que se usa en su cálculo y, para explicarlo, frecuentemente se establecen falsas analogías.
Las premisas básicas
Entre las muchas frases que se atribuyen a Albert Einstein, y que probablemente nunca dijo, está la de: “Todo debe hacerse tan simple como sea posible, pero no más”. No importa quien sea su autor sino que refleja con claridad el modo de afrontar un asunto complicado. Y cómo establecer el coste de la energía lo es.
Una forma de abordar los temas complejos es dividirlo en partes. Aunque en este artículo expondremos el modelo español, este es similar, con pocas diferencias, al de la mayoría de los países desarrollados.
Aquí pondremos el foco en describir cómo se fija el precio de la energía eléctrica en el mercado mayorista. En el caso de un pequeño consumidor que se acoja al mercado regulado (PVPC), ese precio es menos de un tercio de la factura, como ya explicamos en otro artículo.
Para entender el mercado eléctrico hay que tener antes varias ideas claras:
- Para el precio de la electricidad en el mercado mayorista la unidad utilizada es euros por megavatio hora (€/MWh). En el caso del pequeño consumidor se utiliza una unidad mil veces menor, el kWh.
- La electricidad es producida por centrales de distinto tipo (Figura 2), que pertenecen a empresas productoras de energía eléctrica. Estas la venden a las comercializadoras, que son la que facturan al consumidor. Normalmente, una misma compañía productora de electricidad tiene una empresa comercializadora, aunque formalmente sean dos entidades distintas.
- Otra parte del negocio eléctrico es la distribución. La energía eléctrica se transmite a través de una red física formada por cables. Una vez que un productor inyecta energía eléctrica (electrones) a la red es indistinguible de la energía vertida por otros productores. Por tanto, es pura propaganda si una comercializadora garantiza al cliente que solo recibirá “energía verde”.
La península ibérica en el mercado eléctrico europeo
España forma parte del mercado europeo de compraventa de electricidad. Así, el precio de su energía eléctrica (€/MWh), sin costes añadidos, se rige por el marco regulatorio europeo que estará vigente hasta 2030.
Pese a la interconexión con Francia, la capacidad de intercambio con la red europea es muy pequeña. El motivo histórico es que los municipios pirenaicos se opusieron a la instalación de tendidos eléctricos de alta tensión en sus territorios.
En la península ibérica (España y Portugal peninsulares), la gestión del sistema eléctrico diario e intradiario está delegada a OMIE (Operador del Mercado Ibérico de Energía). A través de este, se fija el precio horario de la electricidad para el mercado mayorista de la zona.
Estos precios experimentan grandes fluctuaciones (Figura 3) y han crecido enormemente en los últimos meses. Sin embargo, para hacer una valoración objetiva de la situación es necesario analizar periodos largos de actividad.
Un juego de oferta y demanda
OMIE es un mercado marginalista en el que el precio del MWh se establece por horas para el día siguiente.
Cada día Red Eléctrica Española (REE) informa a los productores de la estimación de la demanda de electricidad (por horas) para el día siguiente.
Imaginemos que las necesidades de consumo entre las 15:00 y las 16:00 de un día X se establecen en 40 000 MWh. Para simplificar, supondremos que solo hay dos empresas eléctricas y que solo ofertan dos precios.
Conocida la demanda, las empresas productoras hacen sus ofertas:
- La empresa A oferta 20 000 MWh a 0 euros/hora y 5 000 MWh a 100 €/hora.
- La empresa B oferta 17 000 MWh a 0 euros/hora y 10 000 MWh a 95 €/hora.
Las empresas A y B desconocen los precios ofertados por la otra.
Dadas las ofertas presentadas, la empresa A aportará al mercado los 20 000 MWh que ofreció a precio cero y la empresa B los otros 20 000 MWh necesarios para satisfacer la demanda (17 000 MWh que ofertó a precio cero y 3 000 MWh a 95 €/hora). Pero finalmente todos recibirán 95 €/MWh.
Puede que llame la atención que en este ejemplo gran parte de la oferta haya sido a precio cero. Eso no es una errata. En la práctica es así porque parte de lo que se oferta corresponde a centrales nucleares y, como estas no pueden encenderse y apagarse a voluntad, las empresas buscan asegurarse de que en cualquier caso esa energía es adquirida.
Ocurre algo parecido con parte de las energías renovables (de nada vale tener un generador parado cuando sopla el viento). Frecuentemente, las últimas centrales en entrar en la subasta son las de gas y, a veces, también las hidroeléctricas.
El ejemplo presentado puede parecer trivial pero el método de casación de precios no lo es. En él se aplica el algoritmo EUPHEMIA.
Precios y costes
El hecho de que el precio de la última oferta (la más alta) sea la que fije el de todas las ofertas previas es lo que confunde a tertulianos y periodistas y les lleva a emplear falsas analogías para explicar erróneamente qué es un sistema marginal de precios.
Se ha llegado a decir que este mercado funciona como si, al ir a la carnicería, se comprasen pollo, salchichas y solomillos para pagarlo todo al precio de estos últimos. Esta analogía parte de un error de concepto: suponer que los precios a los que ofertan los productores es, como mínimo, el coste de generación de cada tipo de energía.
Como ya hemos visto, eso no es así. Por ejemplo, a veces la última energía en entrar al mercado es la hidroeléctrica pues, aunque su coste sea barato, presenta una enorme flexibilidad: puede ponerse en marcha en pocos minutos y es una forma de tener energía almacenada.
Lo cierto es que el precio al que ofertan las eléctricas no corresponde a los costes de producción. De hecho, cuando se analiza el precio de la electricidad durante todas las horas del año, es fácil darse cuente de que hay horas (Figura 4) en las que la electricidad está claramente por debajo de los costes de producción. Una central nuclear que suministre por debajo de 50 €/MWh probablemente está perdiendo dinero pues solo en tasas especiales paga 21 €/MWh.
No parece lógico (pero es eficiente)
Una analogía que refleja más claramente lo que es el mercado marginalista de la electricidad es la siguiente: suponga que está obligado a comprar una cantidad de carne y va a una carnicería. Allí le ofrecen pollo y salchichas a un precio muy bajo, por debajo de su coste, porque el carnicero quiere deshacerse en cualquier caso de esos productos. Pero el comerciante, que también le ofrece ternera, desconoce lo que usted va a comprar.
Además, la norma de ese negocio es que el precio de cada uno de los productos que compre será el del producto más caro que se lleve. Si usted solo compra pollo y salchichas el carnicero va a perder dinero. Pero ha hecho sus cálculos y sabe que, después de varias compras, acabará obteniendo ganancias. De lo contrario, se arruinaría.
Probablemente este método marginalista no sea el óptimo para el consumidor pero varios estudios demuestran que es más eficaz que si se pagase a las eléctricas el precio de cada energía. Naturalmente, con nuevas reglas de juego los precios de salida serían otros.
Hay países europeos en los que la electricidad es más barata, como Francia, que produce el 80% de su energía en centrales nucleares, o Suecia, que dispone de gran capacidad hidráulica y nuclear.
En cambio, en Alemania la energía es más cara porque, tras el cierre de gran parte de sus centrales nucleares, ha tenido que recurrir al carbón y los derechos de emisión de CO₂ se han encarecido enormemente.
Los otros costes de la energía barata
Cualquier forma de producción de energía tiene un alto coste ambiental. Los destrozos que se originan en las instalaciones eólicas no son despreciables, incluso el proceso de fabricación de las células solares o de las baterías para coches eléctricos no es inocuo. También hay que tomar en cuenta la contaminación generada por el derroche eléctrico. Por ejemplo, la contaminación lumínica se está incrementando sustancialmente por la proliferación de luces led, que consumen muy poco, para iluminar las ciudades.
Por otra parte, no es conveniente que los gobiernos dirijan de forma inflexible las formas futuras de producción de la energía. Parte de la factura eléctrica española actual se destina a pagar las primas a las renovables de 2007.
Uno de los objetivos de estas ayudas era desarrollar la industria solar española pero el resultado final es que importamos las células solares y el Gobierno está en pleitos con fondos de inversión que reclaman indemnizaciones por los recortes que se produjeron en las primas comprometidas (se había acordado pagar a ¡360 €/MWh! durante 25 años).
Ahora se afirma que en un futuro próximo toda la energía será 100% renovable y se almacenará como hidrógeno verde. Una idea que ya estuvo de moda hace mas de 40 año. El futuro no está escrito y probablemente las formas más eficientes y sostenibles de producir electricidad para dentro de 30 años todavía no estén inventadas.
J. Guillermo Sánchez León, Modelización matemática, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.