Por Carlos Martínez*
05/03/2017
*Director general de IMF Business School
Tras los malos resultados del mes de enero, con la pérdida de más de 57.000 empleos, en el mes de febrero, y siguiendo el habitual comportamiento de nuestro mercado laboral, la tendencia ha cambiado sustancialmente: el número de desempleados ha disminuido en más de 9.000 personas y,lo que es más importante, el número de afiliaciones a la Seguridad Social se ha incrementado en más de 74.000 cotizantes, dejando el número total de desempleados en 3.750.000 y el de cotizantes a la seguridad social en 17.694.000.
Por sectores, destacamos especialmente la construcción, (aparte por supuesto del sector servicios) donde el paro se redujo en un 1,8%, recuperando de forma gradual el lugar que le corresponde dentro de nuestro tejido productivo, y la industria que mejoró casi 1%.
A pesar de las inestabilidades que nos rodean (situación geopolítica, energía encareciéndose, inflación subiendo, etc.) el mercado de trabajo se sigue manteniendo y el empleo sigue mejorando. Febrero ha sido un claro ejemplo.
Al final, de una manera u otra, observamos cómo a pesar de tener leves vaivenes, nuestro mercado de trabajo es cíclico y los resultados, con leves variaciones, se van repitiendo mensualmente año tras año.
Debemos reflexionar sobre si esta dinámica se debe solo a nuestro modelo de relaciones laborales, se debe a la estructura de nuestro tejido productivo o, quizá, es algo que está impregnado en nuestra cultura (la temporalidad) y que por muchos esfuerzos que hagamos nunca cambiará. ¿Tiramos la toalla pensando que nunca crearemos el empleo que necesitamos?
Desde mi punto de vista todo esto es reversible y no creo que haya una única causa. Pienso que si empezamos la casa por los cimientos y somos capaces de cambiar y mejorar aspectos tan importantes como la competitividad, productividad, innovación, requisitos administrativos para poner en marcha una empresa, etc., nuestro modelo productivo mejorará y dejaremos de pensar sólo en la Semana Santa, el verano o la Navidad como temporadas de creación de empleo.
Una vez hayamos mejorado todas las variables anteriores, entraremos a debatir si la reforma laboral es buena o mala, o si el modelo de contratación es el adecuado, etc. Esto en cuanto a lo que requiere el sistema para dinamizar la economía haciendo que el acceso al empleo sea más sencillo y estable. Pero, ¿qué pasa con las personas?, ¿qué perfil de trabajador necesita nuestro tejido productivo para poder encajar con mayor facilidad?
Si analizamos el perfil tipo de nuestro desempleado, este se encuentra fundamentalmente en mujeres (aunque la brecha cada vez es menor), menores de 25 años o mayores de 50 años, y personas con una baja cualificación, de forma que las políticas activas de empleo deberán trabajar especialmente en la inserción de estos colectivos, a través de formación, bonificaciones en la seguridad social, apoyo al emprendimiento, etc.
Debemos esperar y analizar cómo evolucionará nuestro mercado de trabajo, pero todo indica, que como no tomemos medidas urgentes y nos adelantamos a los acontecimientos (ralentización en el crecimiento económico), el panorama, en el mejor de los casos, continuará como hasta ahora y seguiremos conviviendo con la temporalidad y la estabilidad.
Todo esto, sin entrar a analizar el impacto que está teniendo la tecnología en la desaparición de puestos de trabajo y cómo influirá estos cambios en nuestro mercado de trabajo. No debemos olvidar que para muchos puestos de trabajo los humanos ya no serán necesarios y aquí debemos entrar a valorar si en un futuro cercano cambiará tanto el mercado de trabajo que llegue un momento en el que, a través de nuestra renta básica universal, podamos vivir gracias al trabajo que desarrollan las máquinas.