Julio García Gómez, experto en comunicación política
El éxito de Kamala Harris en el primer debate con Donald Trump estuvo en la fuerza que transmite su voz, además de sus gestos estudiados y manejados con destreza para reforzar lo que transmitía con sus palabras.
Harris ha hecho espectáculo del debate y ha sabido aprovechar sus habilidades de comunicación verbal y gestual para conseguir ser la más brillante competidora de Trump en este encuentro ante las cámaras. Destaca especialmente el papel moderador de los dos profesionales de la cadena que supieron dar juego a los contrincantes y marcar unas pautas efectivas.
La fortaleza de este debate se debe a la conjunción de elementos en los candidatos por mejor o peor de una y otra. La comunicación política efectiva requiere manejar con destreza la voz, la imagen y el lenguaje no verbal.
La voz es un elemento clave. Sirve al candidato para remarcar sus ideas y sus frases más relevantes. Ya sea en tono agudo o grave, la voz debe estar proyectada para que tenga matices y rompa la barrera de la pantalla para llegar al espectador.
Si la voz es grave obtendrá más fuerza en el discurso y si es aguda se apagará su potencia. Kamala tiene una voz en tono medio con elevaciones a graves y Donald es de voz tipo medio con bajadas agudas. Más a favor de Kamala Harris.
En cuanto a la imagen, es crucial la disposición del candidato en el espacio escénico del plató. En este caso, ABC eligió un escenario amplio con una buena disposición de espacios, los moderadores frente a los candidatos y una luz cenital que marca la imagen de los contrincantes. Los juegos de cámara han sido bien elegidos para llamar la atención del espectador. La realización tuvo la maestría de no cansar al público.
En cuanto al lenguaje no verbal, Kamala Harris supo remarcar con la mirada y las manos lo que con oralmente decía, remarcaba y ponía énfasis. Su disposición en el atril era la correcta. Supo realizar movimientos leves para centrar la atención de su oponente. Trump estuvo muy estático y no movió adecuadamente las manos, muy mecánicas en sus gestos.
Una vez más los profesionales de la televisión estadounidense mostraron que son superiores en los debates en directo. Un formato que difícil de realizar técnicamente, lo saben convertir en espectáculo audiovisual.
El lenguaje no verbal deja ver a una Kamala segura y firme en su mirada directa, su sonrisa abierta y sus manos, que hablan por sí solas. Las manos y el antebrazo se sincronizan perfectamente con las frases en las que quiere destacar aspectos de gran calado social como el aborto.
Las manos, que suben, bajan o se colocan debajo de la barbilla, matizan la expresión general de su torso que avanza unos centímetros sobre el atril cuando reafirma algún comentario contra el adversario. Una señal de afianzamiento.
Frente a Harris encontramos un Trump estático, enojado, agarrado al atril para marcar distancia y mostrar poderío. Su mirada perdida y el cerrar los ojos cuando no está de acuerdo con la afirmaciones de Harris, merman su capacidad de seducción a la cámara. Para hacer creíble el mensaje hay que mostrar sinceridad en los gestos y en la entonación de las palabras. Si no, el contenido pierde fuerza y los espectadores no fijan la atención en la pantalla.
Lo que el ojo no vio y el oído pudo captar
Una parte del éxito de Kamala Harris en el debate se debió al manejo estratégico de una voz vibrante y brillante. Controla perfectamente la respiración diafragmática para dosificar el aire, enfatizar palabras con inflexiones de ritmo y acaparar la atención del espectador.
El esfuerzo de la escenografía y de la emisión lo aprovechó la candidata demócrata para que no solo el ojo, sino también el oído, capte todo lo que deseaba comunicar. Una estrategia marcada por sus asesores que han trabajado a fondo con ella en qué decir y cómo expresarlo.
En cambio, del lado opuesto, de Trump, llega un timbre monótono y a veces exaltado. Perder aire en los finales de frase por la tensión que acumula le resta credibilidad. No controla bien la velocidad del habla y en las ocasiones que acelera la expresión oral pierde la atención auditiva del espectador.
Fue un debate de gestos dispares, pero de comunicación verbal como estrategia. Al comienzo de la emisión, hay señal de prepotencia en la mano de Trump sobre la de Harris. No están el mismo plano de iguales, como suele ser habitual en un saludo cordial.
Si comparamos este debate con el desafortunado de Joe Biden, observamos que Trump se alimentaba de las debilidades de Biden para hacer mensajes enérgicos cargados de grandilocuencia con el trasfondo de noticias falsas que siembran la duda en el espectador. El candidato no tenía las claves de la noticia ni sabía cómo finalizar una frase o el discurso.
Harris, al contrario de Biden, ha mostrado todas sus fortalezas l público y se ha presentado como una auténtica líder, carismática, que sabe transmitir lo que dice y convence.