Por María Luisa Gaspar | Efe
28/09/2016
Fue crítico de arte, excelso dramaturgo del Londres victoriano, famoso conferenciante, modelo de dandismo, esposo, padre y muchas cosas más, hasta que su pasión por el joven lord Alfred Douglas le llevó al calabozo: fue Oscar Wilde, a quien el Petit Palais dedica su primera gran exposición en París.
Teaser | Exposition Oscar Wilde | Petit Palais por paris_musees
La ciudad donde el autor de El retrato de Dorian Gray murió en 1900, arruinado y abandonado por casi todos, tres años después de haber cumplido una pena de trabajos forzados por ser homosexual, le rinde homenaje a partir de este jueves.
Una exquisita muestra, que celebra su talento hasta el próximo 15 de enero, hace justicia y detalla cómo y por qué fue encarcelado a los 41 años, en el mejor momento de su carrera y de su vida.
La exhibición recuerda el memorable sentido del humor de ese escritor de extrema sensibilidad y cultura, así como las múltiples caricaturas más o menos favorecedoras de que fue objeto, pero aspira ante todo a revelar su lado más serio y profundo.
Esa faceta es algo que se suele ignorar, comenta a Efe su nieto y comisario científico, Merlin Holland, en el origen de esta muestra y de la doble exhibición organizada en Londres en el año 2000, centenario de la muerte del autor.
Cuadros, documentos, manuscritos, fotos, filmes y dibujos recrean el universo en que nació y vivió Wilde, hijo de un prestigioso cirujano dublinés y una poetisa, antes de ser víctima expiatoria de una «guerra» cruzada entre el padre de su amado lord y sus hijos, que sospechaba de la homosexualidad de dos ellos -sin poder soportar la idea-.
Los elementos de esa tragedia ajena que Wilde abrazó con afán suicida, sin intentar protegerse realmente, componen la última sala, que incluye una fotografía ampliada de su hoy adorada tumba, en el cementerio Père-Lachaise de París, donde sus restos reposan desde 1909.
Sendos vídeos de Holland y del exministro socialista Robert Badinter cierran la muestra junto a varios óleos, documentos judiciales y sus últimos poemas, De Profundis y La Balada de la cárcel de Reading, este último contra la pena de muerte.
«La cárcel lo mató, lo mataron por nada. Por eso es una injusticia tan prodigiosa», explica a Efe Badinter, el hombre que suprimió del código penal francés la pena de muerte y el delito de homosexualidad, y que en 1995 restauró la memoria de Wilde con su primera pieza teatral, C.3.3, número de preso del poeta.
«En las cárceles victorianas imperaba la ley del silencio, imagínese, tal y como era Oscar Wilde, confinado en un silencio absoluto, perdiendo hasta su nombre», subraya.
Dominique Morel, comisario de Oscar Wilde, el impertinente absoluto, conduce hasta este punto culminante mediante un recorrido cronológico, desde los años de formación del escritor, con retratos suyos y de su familia, así como el San Sebastian pintado en 1616 por Guido Reni, que le había impresionado en esa época.
A continuación, en el Petit Palais se recrea la exposición inaugural de la Grosvenor Gallery de Londres, que en 1877 lanzó al futuro autor como crítico de arte y muestra, junto a su dictamen, los cuadros de Richmond, Millais o Tissot que él comentó.
La «conquista» de Estados Unidos, donde brilló en 1882 como conferenciante, reúne por primera vez 13 retratos suyos, autoría de Napoleon Sarony. Capa y sombrero en mano, sentado o de pie, vestido con chaqueta de terciopelo y medias de seda, ese viaje y esas fotos confirman que era, además, un dandi perfecto.
El matrimonio en 1884 con Constance Lloyd, con quien tuvo pronto dos hijos, y su trabajo como redactor jefe de la revista femenina The Woman’s World son evocados ante La danse mauresque de Toulouse-Lautrec y varios retratos suyos nunca antes reunidos.
Entre 1890 y 1895, foco de atracción de la alta sociedad londinense por sus conferencias y sus escritos, Wilde publica su única y faustiana novela sobre Dorian Gray, pero también piezas de teatro como Una mujer sin importancia, Un marido ideal o La importancia de llamarse Ernesto.
Creada en París, en francés, Salomé tiene sala propia, junto a las ilustraciones que hizo para su libro Aubrey Beardsley y, entre cuadros, dibujos y manuscritos, dos filmes sobre esa princesa judía que baila ante Herodes para obtener la cabeza de Juan el Bautista.