Las ansias de poder de Vladimir Putin encuentran cada vez más oposición. Ya solo no es Moscú la que se levanta en su contra ni urbes como San Petersburgo, Novosibirsk, Ekaterimburgo o Volgogrado. Esta vez el descontento campea desafiante a más de 8.200 kilómetros del Kremlin, en una ciudad que se ha convertido en el símbolo del rechazo al autoritarismo del apparatchik ruso.
Jabárovsk, una ciudad que está situada a 25 km de la frontera con China, llegó el sábado pasado a su tercer fin de semana de protestas, en rechazo al encarcelamiento y destitución, por parte del Kremlin, del popular gobernador regional. Y algo más. Piden la renuncia de Vladimir Putin.
Las protestas no tienen líder y pocas demandas concretas. Pero han movilizado una ciudad tranquila a medio mundo de la capital y han convertido a los apolíticos, indiferentes y apáticos residentes en incansables activistas de la noche a la mañana. Una muestra de cuán rápido las brasas del descontento por la corrupción, la pobreza y el dominio absoluto del gobierno de Putin pueden incendiar «la pradera».
Desafío a Vladimir Putin
Las manifestaciones sostenidas representan un desafío creciente para Putin. Decenas de miles de personas se concentraron el sábado en el centro de Jabárovsk, para exigir la puesta en libertad de su gobernador, Serguei Furgal, al que acusan de organizar los asesinatos de dos empresarios en 2004 y 2005.
«Devuélvannos a Furgal», «Furgal, a casa», rezaban algunas de las pancartas que enarbolaban los manifestantes. La concentración de apoyo al gobernador se desarrolló de manera pacifica y la policía no intervino, pese a que no contaba con la autorización del ayuntamiento.
El mandatario regional fue detenido el jueves 9 de julio por la mañana cerca de su casa cuando se disponía a ir al trabajo, tras lo cual fue trasladado en avión a Moscú, donde fue interrogado y acusado formalmente. Veinticuatro horas, después un tribunal de la capital rusa dejó al político en prisión preventiva por un plazo de dos meses.
Furgal, de 50 años de edad, exdiputado y miembro del ultranacionalista Partido Liberal Democrático de Rusia (PLDR), accedió al cargo de gobernador en 2018, cuando se impuso en las urnas al candidato del partido oficialista Rusia Unida.
La respuesta de Vladimir Putin
El lunes 20, Vladimir Putin nombró como nuevo gobernador a Mijaíl Degtiariov, de la misma formación política que Furgal, el Partido Liberal-Demócrata de Rusia (LDPR).
Los manifestantes aseguran que los cargos criminales planteados contra Furgal carecen de fundamento. Exigen que sea juzgado en su casa en lugar de Moscú, donde fue trasladado.
Las protestas suceden a diario, aunque alcanzan su punto máximo los fines de semana. Reflejan el descontento con el gobierno de Putin, así como el enojo contra lo que ven como una falta de respeto de Moscú a su derecho de elegir a la autoridad local.
Permanecer en el poder
Este ambiente de animadversión hacia Vladimir Putin se produce cuando el mandatario se encuentra en plena carrera en sus planes para permanecer todavía más tiempo en el poder, que ha detentado por 20 años, directa o indirectamente.
Putin se convirtió en presidente en diciembre de 1999, tras la renuncia de su predecesor Boris Yeltsin. En 2004 cumplió su primer período formal de cuatro años y fue reelegido para un segundo mandato, que culminó en 2008.
La Constitución de 1993 establece que un presidente solo puede desempeñar ese papel durante dos mandatos consecutivos. Por lo tanto, en diciembre de ese año presentó a Dmitri Medvédev como su sucesor de preferencia.
Esta jugada le permitió a Putin convertirse en primer ministro durante cuatro años, mientras Medvédev estaba en la presidencia, y volver al cargo en 2012. Putin mantuvo el control del país.
Además, en noviembre de 2008, el recién electo presidente Medvédev propuso tres enmiendas constitucionales, entre ellas la del artículo 81, que aumentaría el mandato presidencial de cuatro a seis años. Así, cuando Putin volvió a la presidencia en 2012, pudo mantenerse por un primer período que culminó en 2018. Luego inició otro, que finaliza en 2024.
Pero no termina allí. A principios de este mes, se realizó un referéndum nacional que aprobó un cambio en la Constitución. La modificación permitiría a Vladimir Putin postularse para otros dos períodos de seis años, después de que termine su mandato actual.
En teoría, podrá mantener el cargo hasta 2036. En pocas palabras, Putin, que tiene 67 años, presumiblemente estará en el poder hasta su muerte. Sería presidente sin necesidad de un «intermediario», como lo fue en su momento Medvédev.
Aprendiz de dictador
Este nuevo intento de Putin no ha estado exento de críticas. Para ser válida la consulta necesitaba tener una participación mínima del 50%. Los opositores dijeron que esto se logró, en parte, gracias a que las urnas abrieron una semana antes del cierre.
Además, en el referéndum no solo se votaba la posibilidad de que Putin pudiera volver a postularse. También había un paquete de hasta 300 medidas adicionales, muy dispares entre sí.
Ninguna se podía votar por separado. Se tenía que decir ‘Sí’ o ‘No’ al bloque en conjunto. Al incluir medidas tan dispares, se buscaba atraer a personas que estuviesen de acuerdo con algunas de ellas, para tener garantizado el voto afirmativo.
El papel de Jabárovsk
En medio de la diatriba tras el referéndum, ha llamado la atención el recrudecimiento de las protestas anti-Putin, especialmente en una ciudad tan alejada y «tradicionalmente» tranquila como Jabárovsk.
Un aspecto significativo es que la población local se haya sumado a apoyar al depuesto gobernador Furgal. Ese respaldo a un político local supone un reto al liderazgo de Putin, tras 20 años dirigiendo los destinos de la nación.
También resulta curioso que las protestas no tengan un líder visible y tampoco muchas demandas concretas. Pero lo creciente de las manifestaciones ha servido para poner en el mapa a una ciudad tranquila, separada por 7 husos horarios de la capital.
La población ha pasado de la anomia al activismo político en un abrir y cerrar de ojos. Si esto ocurrió por la destitución de un gobernador, podría haber mayores repercusiones en la medida en que la gasolina del autoritarismo, la corrupción y la pobreza se encuentren con la cerilla del descontento popular ante la gestión de Vladimir Putin.
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