El impresionante y enigmático lago Baikal, al sur de la Siberia rusa, deja sin aliento a los visitantes. Su hermosura y potencialidades naturales se despliegan en todas las estaciones del año y lo hacen único. La Unesco lo declaró Patrimonio Mundial de la Humanidad y estableció condiciones para su preservación. Pero este año, el régimen de Vladimir Putin debilitó sensiblemente la legislación que lo protege.
En lengua tártara, la segunda que se habla en Rusia, Baikal significa “lago rico”. Sin dudas que es rico. Contiene el 20% del agua dulce del planeta. Alberga una biodiversidad extraordinaria: 2.500 especies y 800 vegetales catalogados hasta el momento. En sus aguas, hasta ahora límpidas, habitan especies endémicas como la foca y el esturión del Baikal.
También el pez golomjanka y el cangrejo epishura, un animal diminuto cuyo papel resulta fundamental en la cadena alimenticia. Filtra el agua a través de su organismo. Por si fuera poco, el lago Baikal, cuenta con 31.494 kilómetros cuadrados de superficie: 650 kilómetros de largo y entre 29 y 80 km de ancho. Y es muy profundo: 1.637 metros.
En aquella inmensidad, lamentablemente hay espacio para intereses que escapan de su salvaguarda. Moscú ha adoptado unas medidas que relajan los controles de cuidado sobre Baikal. Ahora se permiten la tala restringida, la construcción de grandes instalaciones de procesamiento de alimentos y la incineración de desechos. Ante la mirada sorprendida de muchos.
El lago Baikal y la casa rosada de la discordia
Al lago Baikal también se le conoce como “La Galápagos rusa”, “El Ojo azul de Siberia” y “La Perla de Asia”. Sus atractivos, hasta ahora resguardados, fueron irrumpidos hace cuatro años por una familia rusa.
Baikal es considerado, además, uno de los lagos más antiguos del globo. Alcanza los 25 millones de años. Durante siglos fue considerado un lugar santo por los asiáticos. Aún sobreviven alrededor del lago las tallas y partes de los edificios rituales de las tribus y sus chamanes que peregrinaban al Baikal para investirse de su energía.
Pues esa familia rusa decidió mudarse a la aldea y compró un terreno dentro del «bosque de los chamanes». Ahora considerado parte de un parque nacional. La llamativa casa rosada que construyeron ha llegado a representar divisiones sobre el lago Baikal. Se ha convertido en un destino cada vez más popular para los turistas del este de Asia y, con la pandemia que restringe los viajes internacionales, también para los rusos. Alguno consideran que la tierra nunca debió haberse vendido. La casa rosada encarna el rápido desarrollo que invade y destruye un ecosistema precioso e inalorable.
Mientras, el gobierno ruso ya se ha movido para desarrollar y afectar otras áreas ambientalmente sensibles en Siberia y el Ártico para aprovechar los recursos energéticos. Así asegurar posibles corredores de transporte a medida que el cambio climático abre nuevas rutas. Baikal, sin embargo, es un tema delicado para el Kremlin. Para muchos rusos, su grandeza virgen es parte de la identidad de la nación.
Debilitamiento de las normas y mayores riesgos
Rusia declaró el 2021 como el «Año del Baikal» e invitó a nacionales y extranjeros a visitarlo. A los científicos y activistas les preocupa esta inusitada movilidad. Estiman que habrá más «casas rosadas» y el acaparamiento de tierras que conducirá a la construcción de instalaciones residenciales y turísticas en áreas vírgenes. “Destruyen el paisaje costero más vulnerable”, dijo a The Washington Post, Eugene Simonov, coordinador de la coalición internacional Ríos sin Fronteras.
Además de la llegada de turistas, las medidas de flexibilización inquietan a propios y ambientalistas. Por ejemplo, la tala está permitida en forma «sanitaria» para árboles afectados por plagas. Mikhail Kreyndlin, abogado de Greenpeace y experto en áreas protegidas, dijo que la medida podría invitar a una extracción de madera más extensiva bajo reglas que son difíciles de hacer cumplir. Los riesgos de la tala de árboles agravan los incendios forestales que han devastado Siberia en los últimos años.
A su vez, los ecologistas han dado la alarma de que la legislación que regula los niveles de agua mínimos y máximos del lago, controlados por una presa, podría igualmente ser eludida. Este ha sido un punto de controversia entre la empresa y los activistas. Industrias enteras de la zona, especialmente las empresas que se benefician de la energía hidroeléctrica, dependen de la manipulación de los niveles.
Pero elevar el nivel del agua es un peligro para las especies de peces únicas de Baikal, algunas de las cuales viven o tienen sus criaderos en profundidades más cálidas.»Básicamente, se mata todo lo que se está cultivando en estos viveros con la afluencia de agua fría», dijo Simonov.
La Unesco echará un vistazo al lago Baikal
Aunque Baikal no figura actualmente como un sitio «en peligro», la Unesco planea revisar el «estado de conservación» del lago en julio. El director del Centro del Patrimonio Mundial de la Unesco, Mechtild Rössler, señaló que la agencia de la ONU no ha recibido las evaluaciones ambientales necesarias del Gobierno ruso.
«De hecho, estamos muy preocupados por los informes sobre el debilitamiento de la protección. Nos hemos puesto en contacto con las autoridades de la Federación de Rusia a este respecto. Pero hasta ahora no hemos recibido información», afirmó.
El gobernador de la región de Irkutsk, Igor Kobzev, comentó al diario estadounidense que «no firmará un solo documento si hay objeciones de organizaciones ecologistas. Buscaremos compromisos y discutiremos abiertamente todos los temas».
Entretanto, Marina Rikhanova, ganadora del Premio Ambiental Goldman, considerada la «Nobel Verde» también se pronunció. «Durante varios meses estuvimos luchando para tener al menos alguna explicación en cada reunión y en cada mesa redonda. Solo podemos concluir que todos estos cambios (en las reglas ambientales) son necesarios para algunos intereses privados o financieros”, denunció la ambientalista.
Hoteles, fogatas, ¿dónde está el equilibrio?
Gala Sibiryakova creció en Listvyanka, una pequeña ciudad cerca del punto donde el río Angara se encuentra con Baikal. Los ciervos solían acudir a su puerta. Ahora el paseo marítimo es una hilera de hoteles y restaurantes para dar cabida al creciente número de turistas. A la par, la isla de Olkhon se ha convertido en el lugar preferido de los visitantes de Baikal. En verano, es accesible en ferry. En el invierno, decenas de vagones, llamados bukhankas, transportan hasta ocho pasajeros a través de una carretera de hielo improvisada en el lago. Algunos vehículos remolcan por el hielo botes banana inflables.
Colillas de cigarrillos y envoltorios de caramelos ensucian el hielo. Y algunos turistas envuelven cintas de colores en los árboles, copiando una práctica de oración chamánica. Los activistas luego las cortaron porque pesan y hacen que las ramas se rompan.
Los turistas también encienden hogueras a lo largo del lago, dijo Sibiryakova, una amenaza para muchos animales y plantas. Recientemente renunció a su trabajo en el servicio de parques porque no estaba de acuerdo con algunos de sus colegas. Comentó que estaban considerando aprobar el «glamping», un campamento de lujo, en Sarayskiy Plyazh, la playa junto al bosque de chamanes.
“La gente necesita aprender que algunos lugares están prohibidos. Algunas áreas deben protegerse. Pero la gente no quiere que le digan que no puede hacer algo», asentó.
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