La gran propuesta para reducir la emisión de gases de efecto invernadero ha sido la transición a coches eléctricos. Pero un reciente estudio publicado por Naturgy muestra que no son tan amigables con el ambiente como se supone. Un alerta que han repetido muchos expertos sin mucho éxito. Lo singular es que se detectó una situación similar en las otras opciones para descarbonizar el sistema energético. No son el milagro que dicen ser.
Las tecnologías que se presentan como salvadoras requieren más recursos minerales que los que utilizan combustibles fósiles. Las instalaciones solares fotovoltaicas y eólicas generadoras de electricidad o los vehículos eléctricos. Poco se dice que un auto eléctrico multiplica por seis las materias primas minerales utilizadas por uno convencional con motor de combustión interna. Tampoco se repite que una planta eólica requiere nueve veces más minerales que una central de ciclo combinado de gas natural.
El estudio Transformación energética y los minerales esenciales de la Fundación Naturgy, que estuvo a cargo de Mariano Marzo, catedrático emérito de Ciencias de la Tierra en la Universidad de Barcelona, destaca que desde 2010, en la medida que aumenta el porcentaje de renovables en el mix energético global, se incrementó un 50% la cantidad de minerales requeridos por unidad de capacidad de producción de energía .
Demanda de minerales disparada
La transición hacia la energía renovable es la principal motorizadora en la demanda de minerales, siendo el área donde se observa un crecimiento acelerado. Minerales como el litio, el níquel, el cobalto, el manganeso y el grafito son «cruciales para el rendimiento, longevidad y densidad energética de las baterías». Para los imanes permanentes usados en las turbinas eólicos y en los motores de los coches eléctricos son esenciales las tierras raras. Las redes eléctricas necesitan grandes cantidades de cobre y aluminio.
El estudio estima que para 2040, la demanda de minerales se multiplicará «entre cuatro y seis veces respecto de la actual». Y dentro de dos décadas, si se cumplen los objetivos del Acuerdo de París, la demanda total de minerales aumentará más del 40%, en el caso del cobre y las tierras raras, entre un 60% y un 70% en el caso del níquel y el cobalto, y casi un 90% para el litio.
Transición a coches eléctricos
La Agencia Internacional de Energía certificó que en 2022 la demanda de baterías de iones de litio en el sector de la automoción aumentó un 65%. Alcanzó los 550 GWh frente a los 330 GWh de 2021, principalmente porque son más los turismos eléctricos rodando. Los vehículos eléctricos y el almacenamiento de electricidad en baterías son las principales tecnologías consumidoras de litio. Las proyecciones apuntan a que en 2040 también desplazarán al acero inoxidable como el mayor usuario final de níquel.
Más producción
No es accidental que la AIE estime que la producción de litio y otros minerales estratégicos el níquel, el cobalto y el cobre se sextuplique hasta alcanzar 43 millones de toneladas por año. Sería la vía para «mantener una senda compatible con los objetivos del Acuerdo Climático de París». La complicación radica, también el contrasentido, en que todos ellos son minerales de baja ley. Tienen una concentración menor de elementos valioso y su extracción es más compleja y costosa. Una mayor actividad extractiva implica más procesamiento, más desechos, más emisiones de los combustibles fósiles.
La AIE certificó en julio el boom de minerales críticos en el mercado. Litio, cobalto, níquel y cobre, principalmente. De 2017 a 2022, el sector energético triplicó la demanda de litio, aumentó el 70% la de cobalto y un 40% la de níquel. El mercado de minerales de transición energética alcanzó 320.000 millones de dólares en 2022. Solo en el caso del cobre existen 68 nuevos proyectos en América Latina en los que se invertirán 95.400 millones de dólares 2023 y 2029.
Impacto negativo de la extracción
Los impactos negativos potenciales del incremento de la actividad extractiva son considerables. Un minería tan compleja y costosa llevada a gran escala afectará a los ecosistemas y supondrá un riesgo respecto del suministro de agua, tanto por uso como por contaminación.
Marzo considera que una de las grandes debilidades de los planes para la transición energética con minerales estratégicos es que «la concentración geográfica de la producción y el procesado es muy alta». Un escenario que se vive con los fósiles, y que se potenciará. Sin duda, aumentan los riesgos de disrupciones físicas, restricciones comerciales u otros acontecimientos en los países productores.
La declinación en la producción de rubros como el cobre, debido al agotamiento de las minas, hace prever a Bloomberg que para 2030 la demanda alcance los 28,4 millones de toneladas, pero habrá un déficit de 5,1 millones de toneladas. Por tanto, altos precios. No se puede ignorar el largo tiempo que se requiere para desarrollar proyectos mineros. En promedio, unos 16 años. Nos han contado la mitad del cuento y falta la aparición del lobo feroz.