Por Efe
26/01/2016
La despoblación de nativos en América durante la conquista europea no solo tuvo un gran impacto cultural y social, sino que dejó huella en el clima y la atmósfera a escala global, según un estudio de la Universidad de Harvard que publica la revista Proceedings of the National Academy of Science.
Ya nadie discute que la llegada de los colonos europeos al Nuevo Mundo diezmó a las poblaciones nativas a través del conflicto y la transmisión de enfermedades, pero la ciencia debate todavía hoy sobre las fechas, la magnitud y los efectos de la despoblación.
Algunos investigadores sostienen que las enfermedades afectaron a la población nativa poco después de su primer contacto con los europeos y se extendieron con tal ferocidad que su impacto dejó huellas significativas en el clima global.
Otros argumentan, sin embargo, que el proceso fue más gradual y tuvo lugar a lo largo de muchos años. El nuevo estudio de la Universidad de Harvard, liderado por Matt Liebmann, disputa ambas teorías al demostrar que, en lo que hoy es el norte del estado de Nuevo México, las enfermedades no se propagaron hasta casi un siglo después del primer contacto entre europeos y nativos americanos, coincidiendo con el establecimiento de las misiones religiosas.
Cuando las enfermedades comenzaron a extenderse, los efectos fueron devastadores. En solo 60 años, las poblaciones indígenas se redujeron de aproximadamente 6.500 a menos de 900 en los 18 pueblos investigados en el estudio.
«En el suroeste, el primer contacto entre los nativos y los europeos tuvo lugar en 1539. Nosotros descubrimos que las enfermedades no comenzaron a propagarse realmente hasta después de 1620″, explicó Liebmann en un comunicado.
«Pero entonces observamos una despoblación muy rápida de 1620 a 1680. El índice de mortalidad era asombrosamente alto. Alrededor de un 87 por ciento de la población nativa murió en ese corto periodo de tiempo», añadió.
«Imaginen lo que significaría tener una habitación llena de gente y que nueve de cada diez murieran. Piensen lo que eso significaría para su estructura social, si pierden a la gente que conocía la medicina tradicional. Sus líderes sociales y religiosos, piensen en el enorme impacto que tendría en su cultura e historia», destacó.
Sin embargo, la conclusión del estudio es que el impacto de la despoblación no fue solo social o cultural, sino que dejó una gran huella en el clima y la atmósfera a escala global.
«Los incendios forestales se dispararon durante este periodo. Cuando las personas vivían en esos pueblos, necesitaban madera para sus tejados, para cocinar y para calentarse. Además, preparaban la tierra para la ganadería, de manera que los árboles no crecían en los sitios arqueológicos que habitaban», sostuvo Liebmann.
«Pero a medida que la gente empezó a desaparecer, los bosques crecieron de nuevo y empezamos a ver más incendios forestales», añadió.
Ese descubrimiento, según los investigadores, relaciona el estudio con los debates actuales sobre si el mundo ha entrado en una nueva era geológica, llamada Antropoceno y marcada por el impacto humano en el clima a escala global.
Todavía hay un amplio debate sobre si esta nueva era ha comenzado, pero algunos científicos han señalado el año 1610, cuando los niveles globales de dióxido de carbono cayeron dramáticamente.
«Una de las teorías sugiere que debido a que los nativos americanos fueron eliminados de su medio en una escala masiva, sobre todo en la Amazonía, ya no quemaban bosque para la agricultura, de manera que la foresta absorbió carbono a medida que volvía a crecer», explicó Liebmann.
«Este argumento encaja en la noción de que la despoblación de las Américas fue tan extrema que dejó su marca en la atmósfera y el clima a escala global», añadió. Otra de las conclusiones del estudio es que la comprensión de cómo y cuándo ocurrió la despoblación y sus consecuencias ecológicas es mucho más compleja de lo que se había pensado hasta ahora.
«Nuestros hallazgos respaldan la noción de que hubo una despoblación masiva, pero no es tan sencillo como mucha gente había pensado. Y este estudio también es útil para el debate sobre cómo se debe manejar el riesgo de incendios», apuntó el investigador.
«Lo que muestra el estudio es que los incendios forestales fueron manejados por las poblaciones nativas que vivían en concentraciones densas, algo que no dista mucho de la situación en muchas partes del suroeste de EEUU. Ahí hay lecciones que se pueden aprender para el manejo de incendios contemporáneo», concluyó.
Entre los investigadores principales del estudio están también Joshua Farella y Thomas Swetnam, de la Universidad de Arizona, y Christopher Roos de la Universidad Metodista del Sur (Texas).